La mezzosoprano italiana Daniela Barcellona es una estrella de la lírica internacional que ha triunfado en los escenarios más prestigiosos del mundo, desde el Teatro alla Scala de Milán, la Ópera Estatal de Baviera, la Filarmónica de Berlín, la Opéra National de París, la Royal Opera House de Londres hasta la Metropolitan Opera de Nueva York, la Sidney Opera House, la Deutsche Oper Berlín o el Festival de Salzburgo, entre otros.
Poseedora de una voz de bellísimo timbre y una técnica magistral, desde su triunfal debut en el famoso Festival de Pésaro (Tancredi, 1999), ha sido considerada como la mejor mezzosoprano rossiniana de las últimas décadas. En los últimos años ha incorporado a su repertorio personajes líricos verdianos, como su aplaudida Mistress Quickly (Falstaff) del año pasado en el Teatro Real. Este mes inaugura la temporada del coliseo madrileño como Ulrica de Un ballo in maschera.
Por Luis Antonio Santamaría
Tras la divertida Mistress Quickly en Falstaff de Verdi, regresa al Teatro Real de Madrid en su debut como Ulrica en Un ballo in maschera. ¿Le gustan los nuevos retos?
Confieso que estoy muy contenta de estar en la inauguración de la temporada, y además con mi debut como Ulrica. Sí, me gustan los nuevos retos porque te ofrecen la posibilidad de aprender cosas nuevas, probar nuevos recursos tanto desde el punto de vista técnico como musical, vocal… Es uno de los roles más extremos que he interpretado hasta ahora. He esperado mucho antes de cantarlo, pero creo que es el momento adecuado para afrontar un rol como este.
¿Qué es lo que más le atrae de este rol?
Ulrica es un gran reto para una mezzosoprano, y tiene que estudiarse muy bien para no exagerar, es un gran desafío, como Azucena. Es un rol extremo, muy bajo, que también tiene notas muy agudas…
Su debut como Azucena (Il trovatore) será en la Opéra National de París ¿Cómo se prepara ante un nuevo rol?
Inicialmente, si se trata de un hecho histórico, me documento o leo el libreto para conocer cada una de las partes y entender dónde se desarrolla la acción y qué papel juega el personaje que voy a interpretar; este trabajo lo hago con Alessandro. Después viene el solfeggio del rol; primero se aprende desde el punto vista rítmico, después se comienzan a incorporar las palabras y luego, a mettere in gola, como decimos los cantantes. Es decir, empiezas a cantarlo, a resolver problemas técnicos, los passaggi… también la interpretación, manteniéndote obviamente en el estilo adecuado. Intentas hacerte un poco la idea del personaje antes del primer ensayo de regia y el primer ensayo de orquesta. En definitiva, preparas el personaje desde el punto de vista escénico en la propia mente y también desde el punto de vista musical y vocal.
¿Es importante trabajar junto al maestro de canto? ¿Tener como maestro y oído externo a su marido, el director Alessandro Vitiello, es un lujo?
Es muy importante y es realmente un lujo poder estudiar los roles junto al maestro de canto. Yo tengo la suerte de tener a Alessandro, al que conocí como maestro de canto y con el que luego me casé (risas). Es muy bueno porque es pianista, director de orquesta y maestro de canto. Así que en todos estos años me ha dado una formación completísima desde el punto de vista técnico, musical e incluso escénico. Tratamos de estudiar el rol de forma completa en casa y, por ejemplo, cuando he cantado Rossini, siempre me ha escrito él mis variaciones porque conoce a fondo mi voz. Para mí tener su oído externo es muy valioso, es una suerte que ojalá tuvieran todos los cantantes porque, lógicamente, cuando se canta la voz se proyecta hacia delante y, por tanto, las impresiones que se tienen cuando se canta son totalmente distintas de lo que el público escucha.
Rossini fue su primer amor artístico, y sus interpretaciones de Tancredi o Arsace (Semiramide), entre otros, forman parte de la historia de la lírica, ¿es Verdi su nuevo amor?
Rossini ha sido mi primer amor artístico y amo muchísimo todos sus personajes, por supuesto a Arsace y a Tancredi, pero he amado todos los roles de Rossini que he hecho: Rosina, Isabella, Cenerentola. Afortunadamente hice muchísimos y tengo que dar las gracias a Rossini por darme la oportunidad de explorar todo su mundo y, además, tuve la suerte de acceder a sus manuscritos, gracias a la Fondazione Rossini de Pésaro. Digamos que Rossini está en mi corazón y Verdi es un nuevo descubrimiento, pero tengo que confesar que yo me enamoro siempre de los nuevos roles que interpreto. Es algo que me gusta mucho, porque consigo identificarme con el personaje, con la música. Incluso Tancredi es siempre un redescubrimiento para mí. A Verdi lo adoro, me gusta mucho, y en algunas óperas suyas encuentro también a Rossini… (risas).
¿Ha tenido que desarrollar nuevos aspectos de la técnica para cantar Verdi?
Obviamente, para cantar Verdi cambian muchísimas cosas. No es que haya tenido que aprender una técnica diferente, porque la técnica es siempre la misma y yo trato siempre de cantar con mi voz, es decir, trato de no cambiar la voz, de no oscurecer artificialmente. Tomo siempre como ejemplo a Giulietta Simionato, que en todos los roles que interpretó, de Rossini a Verdi y otros roles, siempre los hizo con su voz, y nunca tratando de oscurecer artificialmente. Es un estilo diferente y el modo de cantar también lo es. La emisión es diferente, pero la técnica base es siempre la misma.
¿Se pueden compaginar Rossini y Verdi?
Cuando se pasa de un repertorio rossiniano a un repertorio verdiano, y viceversa, se necesita un entrenamiento específico, porque el canto verdiano es mucho más lineal que el rossiniano, que está lleno de tantísimas agilidades. Por salud vocal, hay que confeccionar el calendario anual de compromisos de forma que no haya nunca un Rossini y después un Verdi, o al revés, sino que entre uno y otro haya algo que sirva de transición y que permita luego afrontar lo mejor posible roles tan distintos. Es una regla que he intentado seguir siempre.
Cantar un Arsace inmediatamente después de haber cantado una Ámneris es muy complicado porque Arsace es muy bajo y Ámneris tiene un tipo de legato diferente, se puede cantar quizá un Rossini agudo e inmediatamente después un Verdi agudo, pero no cuando son muy distintos, porque esto dañaría la voz. Se corre el riesgo de forzar la voz o de una emisión estilísticamente incorrecta al pasar de Verdi a Rossini porque hay que poner en marcha el diafragma, la respiración. Es decir, una respiración que sirva para cantar Rossini, la agilità, cantare sul fiato…
Como experta cantante rossiniana, ¿el mejor Rossini está en su ópera seria?
En primer lugar, ¡gracias por este halago! El repertorio rossiniano serio y el repertorio rossiniano semi-serio son dos cosas completamente diferentes. Me he divertido mucho interpretando Isabella en L’italiana in Algeri o Rosina en Il barbiere di Siviglia, pero musicalmente encuentro el Rossini serio mucho más fascinante. La drammaticità que se puede encontrar en el Rossini serio es extraordinaria y de un altísimo nivel. Esto se puede apreciar, por ejemplo, en Guillermo Tell.
¿Cuáles son los mayores desafíos que exige Rossini?
Por supuesto, las agilidades, que a menudo son muy rápidas y no solo se cantan como notas en sí mismas. Son espectaculares, pero también tienen que contener un mensaje, así que exigen muchísimo entrenamiento y muchísima concentración.
Rossini se canta, sobre todo, con la cabeza, por supuesto con la voz, y se necesita el diafragma y demás pero, sobre todo, exige un control extremo; una de las mayores dificultades es mantenerte concentrado todo el tiempo durante la ejecución. O sea que, en realidad, se canta con el cerebro más que con la voz (risas).
¿Y Verdi?
El gran reto cuando se canta Verdi es, sin duda, la tenuta. Son roles muy dramáticos, estoy pensando, por ejemplo, en Ámneris o en Éboli. La mezzosoprano tiene unas arias muy difíciles, sobre todo porque son roles muy dramáticos y el gran reto es tratar de no forzar la voz.
El tenor Carlo Cossutta, que ha sido un amigo muy querido que, desgraciadamente, ya no está, decía: ‘yo afuera canto Verdi, pero dentro de mí estoy cantando Mozart’. Y es verdad porque, al final, como decía antes, estas óperas se tienen que cantar con la propia voz.
El próximo año cantará el Réquiem de Verdi en la Philharmonie de Berlín con la Staatskapelle Berlin y Zubin Mehta. ¿cuántas veces lo ha cantado ya?
Creo que es la obra que más veces he cantado a lo largo de mi carrera, pero la verdad es que no sé cuántos he hecho (risas), quizá cerca de cien. Nunca llevo la cuenta de las funciones que hago (risas), pero siempre trato de encontrar algo nuevo. A través de la experiencia de los diferentes directores de orquesta siempre se descubren nuevos detalles en la partitura que propone el director de orquesta, o que te señala algún colega, o llegas a una nueva idea a través de otra ópera, y es muy positivo para no cansarse de cantar siempre lo mismo.
También ha cantado Haendel, Haydn, Scarlatti, Pergolesi, Bellini, Donizetti, Berlioz, Gluck, Mascagni, Puccini, Gounod, Stravinski… ¿Qué otros compositores le gustaría incluir en su repertorio?
Incluso yo misma me asombro viendo todos estos nombres (risas). A veces uno no se da cuenta de las muchas óperas que interpreta. Ha sido una gran satisfacción afrontar todos esos compositores, incluso Stravinski, tan exigente y difícil desde el punto de vista musical. Cavalleria rusticana de Mascagni es una ópera que adoro y estoy muy contenta de poder cantarla.
Un compositor que echo de menos desde el punto de vista operístico es, por ejemplo, Mozart; he podido cantar su Réquiem pero, lamentablemente, aunque me encantaría, yo no tengo una voz mozartiana.
Y qué pena que Puccini, aparte del Trittico, no haya escrito algún title role para mezzosoprano, porque adoro a Puccini y envidio a las sopranos que cantan Tosca, Turandot, Madama Butterfly, Manon Lescaut, Fanciulla del West… ¡Las envidio muchísimo! (risas).
¿Qué tal su experiencia con Alienati, la primera ópera escrita y grabadadurante la cuarentena?
La idea fue de Corinne Baroni, la directora del Teatro Coccia. Una idea en principio difícil de realizar, porque tenía que ser en casa, lo que suponía ver los tipos de iluminación para hacer los vídeos, disponer de un micrófono adecuado y, sobre todo, porque las arias se iban escribiendo al mismo tiempo con la colaboración de nuestros compositores. Alessandro terminó convirtiéndose en cameraman, técnico de sonido, pianista… ¡todo! (risas). Estudiamos juntos para luego memorizar en poquísimo tiempo y hacer el vídeo. Para cantar dúos con otros cantantes sin estar juntos había que poner también un poco de imaginación (risas). Sin duda, no se puede sustituir el teatro en vivo con una ópera onlinein smart working, pero fue una iniciativa para dar una señal de que, a pesar del cierre, los cantantes estábamos listos para crear algo y poder deleitar al público.
Acostumbrada a viajar de teatro en teatro para cantar en vivo, ¿echó de menos esa falta de contacto con el público?, ¿cómo lo vivió?
Mi vida son viajes, aviones, hoteles, apartamentos que no son míos, teatros y, evidentemente, el contacto con el público. Cancelaron Luisa Miller y el Réquiem de Verdi que tenía en el Teatro dell’Opera de Roma, una gira en Japón con el Teatro Massimo de Palermo, la Arena de Verona… Para mí, el canto es mi forma de dar al público algo que tengo en el corazón y esto lo he echado mucho de menos.
Pero durante el confinamiento aproveché para descansar, cocinar, trabajar el jardín, sentarme bajo un árbol y leer un libro tranquilamente (risas). También he hecho ejercicios con Alessandro para ejercitar la voz, porque obviamente los cantantes, como los atletas, no podemos estar parados durante cuatro meses.
Y, sobre todo, aproveché para encontrar algo nuevo en mi vida: la tranquilidad. A menudo me he sentido como si estuviera en un tren en marcha, veo a mis amigos, parientes, padres, parados en la estación saludándome, y yo paso sin que el tren se pare, les saludo y me escapo. Ahora, me he parado en las distintas estaciones y he podido hablar, aunque virtualmente, con los amigos, parientes, y vivir una vida normal que nunca he vivido por el hecho de estar siempre de viaje con las maletas en la mano.
¿Cómo se mantiene en forma la voz?
Hay que intentar estar lo más sano posible, comer bien, dormir bien y, sobre todo, tener tranquilidad. Yo he tenido la suerte de tener a Alessandro, que siempre me ha apoyado y me ha soportado. Y también a mis padres (aunque lamentablemente ya no tengo a mi madre), que siempre me han seguido y animado y esto ayuda mucho desde el punto de vista psicológico.
Mantener en forma la voz exige serenidad y entrenamiento constante, porque la voz cambia con los años, evoluciona, y hay que cultivar continuamente la técnica. Cuando se es joven la voz funciona, y no hay ningún problema, pero cuando el físico ya no es el mismo que a los 20 años, la técnica ayuda a la falta de forma física que con los años es difícil de mantener. Pero haciendo una vida sana y un repertorio apropiado para la voz, cada momento tiene unos roles que se pueden interpretar. Hay que tratar de evitar cantar determinados roles demasiado pronto.
Ha cantado con los más grandes directores, Abbado, Maazel, Colin Davis, Zedda, Pappano, Mehta, Barenboim, Nagano, Chailly o Muti, con quien ha trabajado en numerosas ocasiones pero, ¿recuerda su primera vez con Muti?
Igual que antes con los compositores, viendo la lista de todos estos directores de orquesta maravillosos con los que he trabajado parece que he hecho alguna cosa en mi vida (risas). Con el maestro Muti he cantado muchísimo. La primera vez fue en el 2002, el Réquiem de Verdi en Salzburgo, y mi primera audición con él fue en la Sala Gialla de la Scala, la sala donde Toscanini hacía los ensayos. Era la primera vez y perdí años de vida (risas), porque estaba emocionadísima, casi no era capaz de cantar. Recuerdo que me dijo: ‘¿cómo es que ha hecho esta nota un poco dura?’. Y le contesté: ‘Maestro, estoy un poco aterrorizada’. Y me dijo: ‘No, no… venga…’. Y me eligió para ese Réquiem en Salzburgo. Era la primera vez que me dirigía el maestro Muti y fue una experiencia extraordinaria. Luego con él hice dos inauguraciones de La Scala, entre ellas la reapertura después de la restauración en 2004 con L’Europa riconosciuta, un concierto en Londres, muchos conciertos con el Réquiem, Aida en Salzburgo hace dos años, y recientemente también un Réquiem en la Musikverein de Viena con la Chicago Symphony Orchestra. Para mí es un maestro en mayúsculas, un grandísimo músico.
Recuerdo cuando hicimos L’Europa riconosciuta; varios meses antes me había mandado la partitura con todas las anotaciones de lo que quería en la interpretación y el fraseo, así que creo que él ya estaba estudiando esta ópera uno o dos años antes, nunca deja nada al azar. Siempre tienes en él un punto de referencia, porque cuando dirige no está nunca distraído o ausente, es un grandísimo maestro, con él yo siempre me he encontrado muy bien, me ha animado, me ha calmado. Solo puedo decir cosas buenas y, repito, es un grandísimo músico y un grandísimo maestro.
¿Suele dedicarse a conocer las ciudades donde canta? ¿Qué es lo que más le gusta de Madrid?
Madrid es una ciudad que adoro tanto que, hace años, quería alquilar un apartamento con mi marido para vivir aquí (risas) porque nos habíamos enamorado de la ciudad. Nos encanta su arquitectura, los museos que hay. No sé cuántas veces he visitado El Prado o El Escorial, las Descalzas Reales… Me encanta Madrid. Tenemos muchos amigos aquí y hay un restaurante al que vamos mucho y donde estamos en casa, porque conocemos muy bien a los propietarios, que nos reciben siempre con los brazos abiertos.
Del Teatro Real tengo recuerdos maravillosos de producciones como The rake’s progress, Semiramide, Falstaff, Aida… y me olvidaré seguramente de tantas otras. Es un teatro que amo mucho porque tengo allí amigos, todo el personal ha sido siempre amabilísimo conmigo, competentes, amables, es un teatro en el que se trabaja muy bien y el público es siempre muy cálido. Es una ciudad estupenda, donde hay una tranquilidad, un modo de vivir, esas ganas de divertirse y comer todos juntos. Me encuentro muy bien en Madrid.
Por último, ¿qué compromisos tiene en agenda como más inmediatos?
El más inmediato será la inauguración de la temporada del Teatro Real con Un ballo in maschera. Después, estaré en La Scala con Aida. Haré Falstaff en Bruselas y el año 2021 empiezo con Il Trovatore y otro debut, la Azucena, en la Bastille de París. ¡Me espera un bonito otoño de importantes compromisos y, espero, de grandes satisfacciones!
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