
El clarinetista Daniel Molina ha publicado su primer álbum, Ludus, junto al pianista Javier Negrín. Se trata de un proyecto en el que Molina recoge obras que han sido importantes en su trayectoria o que están revestidas de un valor personal. Hablamos con ellos sobre el repertorio de este disco, su relación como dúo y los proyectos que les esperan en el futuro cercano.
Por Manuel Pacheco
¿De qué manera se materializó vuestra colaboración, y cómo ha transcurrido el proceso de trabajo que ha dado forma a este Ludus?
Daniel: Conocí a Javier en 2019, en un curso de clarinete impartido por mi profesor Cristo Barrios en Tenerife. Tuve la suerte de trabajar con él y tocamos en el concierto de clausura. Desde el primer momento sentí una conexión muy especial con él, como si nuestra interpretación fluyera de manera natural. A lo largo de los años seguimos en contacto, y volvimos a compartir escenario en el Palau de la Música Catalana. Estas experiencias y la química que habíamos desarrollado me llevaron a pensar en él cuando decidí iniciar mi proyecto más ambicioso: mi primer álbum. Le propuse el programa que tenía en mente y, a partir de ahí, comenzamos a trabajar juntos. Su aporte ha sido crucial para dar forma a este proyecto.
¿Cuál es el hilo conductor del álbum?
Daniel: Siempre he tenido la intención de dejar un testimonio palpable de mi carrera como artista, y este primer disco significa para mí precisamente eso: un registro duradero de mi trayectoria, mi huella personal y el medio para alcanzar mis sueños en la música. Además, la pérdida inesperada de seres queridos en fechas cercanas a la grabación hizo que el disco dejara también huella en mí, y me obligó a dejar a un lado lo personal para centrarme en lo profesional. En contraposición a estas tristes circunstancias, el título Ludus hace referencia al carácter de esta música: en casi todas las piezas hay un movimiento de tipo extrovertido, juguetón o directamente danzable. El clima general del disco fluctúa entre la introspección y la contemplación más simpática y amable. Este equilibrio entre lo lúdico y lo reflexivo es el hilo conductor del proyecto, que busca cautivar con su carácter rítmico y dinámico, pero también invitar a un viaje interior.
La primera obra que escuchamos es la monumental Sonata para flauta, opus 94 de Prokófiev. ¿Cuál es la historia detrás de esta obra, y por qué la habéis escogido para abrir el disco?
Daniel: Elegimos la Sonata para flauta de Prokófiev para abrir el disco porque refleja esa dualidad entre lo danzable y lo reflexivo que define al álbum. La riqueza emocional que recorre sus cuatro movimientos nos ofrecía un comienzo vibrante para captar la atención del oyente desde el primer momento. Además de las razones musicales, la obra tiene un valor personal. A pesar de estar enmarcada en un contexto histórico de destrucción y guerra, la Sonata me exige una implicación activa, y me invita a alejarme de esas emociones para crear un ambiente lúdico, a veces amable y tierno y otras veces enérgico, rítmico y brillante. Para mí, es un ejemplo de cómo, incluso en circunstancias adversas, la música puede adoptar un carácter positivo. Como intérpretes, es nuestra responsabilidad transmitir este carácter.
El variado repertorio del disco incluye también la Sonata para clarinete de Salvador Brotons o los Dance Preludes de Lutosławski. ¿De qué manera representan estas piezas el espíritu del Ludus?
Daniel: Ambas obras representan distintas facetas de mi carrera y enfoque artístico. Reflejan muchas de las habilidades tanto del músico de cámara como del solista, desde la expresión individual hasta los momentos de gran libertad, como la cadenza escrita para el clarinete por Brotons en su ‘Allegro – Rítmico’.
La conexión con otras formas artísticas, como la danza y el folklore, es especialmente evidente en los Dance Preludes de Lutosławski. Esta obra fue la primera que Javier y yo trabajamos cuando nos conocimos, lo que la convierte en una pieza clave en nuestra colaboración. Además, está relacionada con mi reciente investigación sobre la presencia del intérprete y concienciación escénica, en la que exploro la forma en que música, danza y otras disciplinas se entrelazan en el escenario. Esto es algo que se refleja en la interacción dinámica y expresiva de esta obra.
¿Qué podéis contarnos de vuestra relación con los compositores Pablo Díaz y Armando Alfonso, con quienes habéis colaborado para realizar las transcripciones de sus sonatas?
Daniel: Conocí a Pablo hace años en Tenerife. Poco después, tuve la oportunidad de escuchar su Sonata para saxofón y piano y me impresionó tanto que pensé que funcionaría perfectamente para clarinete, por lo que contacté con él y me ofreció hacer una transcripción. La manera en que Pablo escribe, los recursos que utiliza y cómo y dónde los emplea, son algunas de las claves que hacen que esta versión funcione tan bien, o incluso mejor (como bromeamos a veces), que la original. La obra genera un gran impacto en el público cuando Javier y yo la interpretamos en recitales.
En cuanto a Armando Alfonso, siempre había admirado su legado y la importante labor que desempeñó al frente de la Orquesta Sinfónica de Tenerife. Lo conocí en persona gracias a Javier y juntos decidimos incluir una de sus piezas para violín y piano en este disco. Armando, generosamente, la arregló para que pudiera ser interpretada en esta versión.
¿Cómo se gestó la colaboración con el sello Odradek Records, y cómo se ha desarrollado el proceso de grabación?
Daniel: La colaboración con el sello Odradek Records surgió gracias a la recomendación de Javier, quien me habló muy bien de su experiencia previa con ellos. Desde el primer momento me sentí muy cómodo con el proceso y todo transcurrió de manera impecable. Más allá de los aspectos técnicos y el resultado final, saber que Odradek Records tiene un riguroso filtro para sus proyectos y un alto nivel de exigencia me dio una gran confianza y seguridad.
El lanzamiento del disco coincide con una gira de Daniel por China junto a la Orquesta Sinfónica Mercadante. ¿Qué repertorio se incluye en estos conciertos, y en qué escenarios transcurrirá?
Daniel: Voy a participar con la Orquesta Sinfónica Mercadante en una gira que incluye veinticinco conciertos en grandes teatros y ciudades de China como Shanghái, Pekín o Yuhang. Al frente de la orquesta estará el director Mariano Rivas y el repertorio incluye números de zarzuela y obras de Manuel de Falla. También interpretaremos arias de ópera junto a las voces de Quintín Bueno y Alexandra Zamfira. Será una experiencia única en la que podremos llevar la música española a escenarios internacionales.
El pasado julio nació el Festival Internacional de Música de Aguere, del que Daniel es director artístico. ¿Bajo qué premisa surge, y qué actividades incluye?
Daniel: Creé el Festival Internacional de Música de Aguere con la idea de abordar las carencias o limitaciones que yo mismo viví como estudiante de música en Canarias, especialmente en cuanto a las oportunidades de formación práctica y la posibilidad de interactuar con músicos de prestigio. El festival permite a los estudiantes enfrentarse a la experiencia directa de trabajar y tocar junto a músicos consolidados. Además, incluye un concurso de solistas que ofrece una vía para ganar visibilidad y experiencia en un entorno competitivo.
El Festival de Aguere es un espacio en el que los estudiantes pueden desarrollarse integralmente, tanto en el aspecto musical como en el personal. Además, tiene como uno de sus objetivos contribuir al enriquecimiento cultural de la isla de Tenerife. A través de una programación cuidadosamente diseñada, ofrecemos conciertos con artistas invitados de prestigio internacional, lo que acerca una oferta cultural diversa y de gran calidad a la comunidad local.
Ludus es el primer disco de Daniel, pero Javier ya ha participado en otros proyectos discográficos que han involucrado el clarinete. Como pianista, ¿cuál es tu relación con este instrumento?
Javier: Mi relación con el repertorio de clarinete se remonta a 2004, cuando grabé mi primer álbum con obras para clarinete y piano con Linn Records. Durante casi dos años estuve de gira por Inglaterra gracias a la beca de la Fundación Tillet Trust, y ofrecí conciertos con obras de Debussy, Brahms, Lutosławski, Poulenc y varios compositores románticos españoles. Es una época que recuerdo con especial cariño porque fue la primera vez que toqué en escenarios tan importantes como los de los festivales de Brighton y Newbury, o en los auditorios de Cardiff, Manchester Bridgewater Hall o Queen’s Hall en Edimburgo. Era un joven veinteañero como lo es ahora Daniel Molina, y su proyecto me hizo pensar que una parte importante de mi vida se la debo a este instrumento y a este repertorio tan especial. Cuando Daniel me habló de las obras que contiendría Ludus, pensé que era una buena manera de continuar por este camino que tantas alegrías y amor a la música me ha traído.
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