El pasado 20 de abril la Orquesta Sinfónica RTVE estrenó la obra Pantheon Romae de la compositora Cristina Pascual, becada por la Fundación SGAE y la Asociación Española de Orquestas Sinfónicas (AEOS). Hablamos con esta creadora para conocer su trayectoria y las claves de esta obra que acaba de ver la luz.
Por Benjamín Núñez
¿Cómo comenzaste tus estudios musicales y de composición?
Nací en Barcelona y con 8 años emigré a Venezuela. Allí vivíamos cerca del conservatorio y ese mismo año empecé a estudiar música. Luego estudié arquitectura y, tras un máster para adquirir conocimientos de acústica en Salamanca, a la par de dos cursos de piano en el conservatorio de esa ciudad, inicié Composición en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid. Allí tuve como profesores a Antón García Abril, Zulema de la Cruz, Alejandro Román, Manuel Seco de Arpe y al maestro Wolfgang Rihm en Karlsruhe (Alemania) durante un curso de intercambio Erasmus.
¿Por qué decidiste dedicarte a la composición?
La composición fue de mis primeras relaciones con la música. En cuanto me compraron un piano, de las primeras cosas que hice fue crear música que aún no existía, sin ser ni siquiera plenamente consciente de lo que hacía y, sobre todo, la escribía. Me encanta escribir. Tuve un periodo como pianista y también canté con los coros de Alberto Grau y María Guinand durante varios años, además de fundar el Grupo de Cámara de la Universidad Simón Bolívar junto a un flautista y una violonchelista. Fue un periodo en el que di conciertos como pianista y participé en muchos proyectos sinfónico-corales y giras internacionales con los coros. Ese fue el caldo de cultivo de mis años de formación, que disfruté mucho, donde viví la música ‘desde dentro’. Pero no me entusiasmaba del todo el énfasis que la interpretación hace en la habilidad física, a veces casi atlética, de zonas del cuerpo, ni quería circunscribirme a un solo instrumento.
El sonido me produce una fascinación tal que me incita a querer saber cómo se regulan sus cualidades y a idear cómo todo ello puede resultar en arte. Ello no quita que siempre quiera conocer más a fondo el universo interpretativo, lo que me lleva al aprendizaje de más instrumentos, como son, ahora, el violonchelo y el chalumeau. También he tenido tímidos acercamientos a la dirección, pero como el tiempo es un recurso limitado; hasta ahora he preferido crear obras a dirigirlas.
¿Te consideras perteneciente a algún grupo o movimiento musical en concreto? ¿Puede clasificarse de algún modo la música que compones?
Las obras nacen porque hay algo que decir y, si ello ocurre, lo mejor es hacerlo en libertad. En mi caso, antes que encajar en preceptos, está la fidelidad a la línea creativa que guía la elección de cada uno de los sonidos que escribo en cada composición.
Hablemos de la obra que has estrenado, Pantheon Romae. ¿Cómo surgió la idea de esta obra? ¿Por qué le has puesto este nombre?
Siempre vi los edificios como estructuras musicales, bien sea en el ritmo de los elementos de sus fachadas, como en las armonías de sus volúmenes, las proporciones entre las partes o en las texturas de los materiales, entre muchos otros aspectos. La primera vez que entré en el Panteón supe que ese edificio y yo tendríamos mucho que ver en el futuro y las oportunidades para que ello ocurriera no tardaron en llegar. Las premisas musicales de la obra parten del año que pasé en la Academia de España en Roma como compositora residente. En cuanto al nombre de la obra, Pantheon Romae, es la traducción del latín de Panteón de Roma.
¿Qué duración y tipo de orquesta requiere?
Dura 22 minutos y 22 segundos, aproximadamente. Requiere una orquesta sinfónica a tres.
¿Cuánto tardaste en componerla? ¿Fue muy complicado el proceso?
Tras el periodo en que estuve en la Academia de Roma intenté retomar la partitura varias veces. Pero no fue sino hasta el 2021, cuando propuse el proyecto ante la Orquesta Sinfónica RTVE que lo apoyó junto a la Fundación SGAE y AEOS, que volví a trabajar en la obra. Si bien el inicio del proceso fue calmado y estable, el último tramo fue inesperadamente duro. Mi padre enfermó gravemente y una parte importante de la escritura de la obra transcurrió en la recepción del hospital o, a veces, debido al exceso de aforo, incluso en la calle, debido a las medidas por la COVID. Esta situación duró unos meses hasta su muerte. Creo que todo ese dolor fue el catalizador del cual surgieron los fragmentos más hermosos y potentes de la obra.
¿Qué quieres transmitir o comunicar con ella al público?
Transportar la visión de orden y belleza del Panteón a sonido. El sonido no es una experiencia que captamos de forma tan instantánea como es la luz en la visión, sino que ha de organizarse en el tiempo, lo que genera un trayecto en el que somos plenamente sensibles a las variaciones de sus cualidades. Ello ayuda a despertar un abanico más amplio de emociones. Al recorrer el edificio mentalmente, envueltos en un fenómeno físico que interactúa con nuestros cuerpos, nos traspasan frentes de onda, reflexiones, reverberaciones, resonancias, variaciones de intensidad sonora, de frecuencias y timbres. Toda esa riqueza de sensaciones en nuestro cuerpo se condensa en nuestra mente tocando a cada cual en el nivel y grado en que su sensibilidad lo permita. Para resumirlo, es el Panteón dentro de nosotros, a diferencia de cuando se visita, que está afuera. La riqueza de la experiencia está servida.
En Pantheon Romae suena un instrumento peculiar de percusión que imita la voz de la mujer.
Esta edificación es tan magnífica, además de por sí misma, por Roma. Por ello, sentí que, para reconstituir la esencia del edificio, era necesario hacer un trayecto que atravesara toda la Roma imperial y que también dejara entrever, como breves pinceladas, la presencia de los más importantes edificios del entorno. Uno de los más destacados es el atrio de las vírgenes vestales, maravillosa edificación donde se guardaba el fuego sagrado de Roma. Y si bien ya había implicado a la voz humana en tal recorrido con intervenciones que no requerían una avanzada técnica vocal de la orquesta —murmullos en las catacumbas, bocca chiusa en los foros, gritos en el Coliseo—, para este templo necesitaba voces femeninas solistas, representando a cada una de las seis vírgenes vestales. Al no contar con ellas, legué dicho rol al thunder sheet, instrumento de percusión que, al rozarse con una baqueta con cabeza de fibra de vidrio, emite sonidos muy cercanos a los de la voz femenina, no sin cierto halo de misterio un tanto sobrecogedor. En realidad, cada vez que oigo esos sonidos me evocan la voz de la Tierra, de cuyas entrañas se extrae ese mismo metal, como si respondieran a su llamado.
¿Fue la primera vez que la Orquesta Sinfónica RTVE estrenó o interpretó una obra tuya?
Sí, ambas cosas. Fue un verdadero honor para mí y tan solo concibo una circunstancia mejor para dar voz al Panteón de Roma: que la misma orquesta la toque, pero en el propio Panteón, en Roma.
¿Cómo es la experiencia de estrenar una obra que no has escuchado nunca?
Normalmente lo que escribo lo he escuchado antes en mi mente. Cuando no lo he hecho así, la música luego ha sonado falsa o insustancial. A veces, me he quedado una semana esperando, sin escribir, porque no escuchaba nada en mi mente. Pero sabía que escribir ‘cualquier otra cosa’ era perder tiempo. Aún con fechas límite, he sabido esperar. Luego, con ese ‘modelo’ mental —como lo sería la maqueta en un proyecto de arquitectura— vas a la realidad y te encuentras que la nobleza del sonido, en la música, y la de los materiales, en la arquitectura, superan en mucho a los de tu mente.
¿Cómo fue estrenarla por una orquesta como la RTVE?
Lo más notorio del estreno con la Orquesta RTVE, aparte de la madurez e ímpetu de su sonido junto a la fidelidad interpretativa, fue el acompañamiento y la calidez que hubo en toda la preparación del estreno. Este es un aspecto que muchas veces pasa desapercibido a los espectadores y, sin embargo, es la parte más gruesa del trabajo que representa un estreno, desde el punto de vista compositivo. Partiendo del archivo, donde se editan e imprimen las partituras, pasando por la concertino y jefes de sección, con quienes se intercambian impresiones o se aclaran dudas, hasta el jefe de escenario y la dirección artística, todos estuvimos trabajando juntos varios meses antes y no paramos hasta dar la forma exacta a la obra. No todas las orquestas tienen ese cuidado y consideración con los compositores, y desde ese punto de vista, los resultados no podrían haber sido otros aparte de óptimos. La experiencia fue muy enriquecedora e inolvidable.
¿Qué proyectos nuevos tienes entre manos?
Actualmente adelanto una trilogía sobre tres macizos montañosos de Venezuela, unas rocas monolíticas de más de 2000 metros de altura con forma de mesa llamadas tepuyes, que están talladas por magníficos sistemas de cuevas de belleza inusitada. Los sistemas de cuevas son la arquitectura primigenia, los edificios que talla la tierra. Por ello trabajo con bloques sonoros a los cuales extraigo sonidos. En otras palabras: compongo el silencio. Por otro lado, al dedicar un grueso de tiempo a la docencia, está en camino una cantata para los más jóvenes dedicada a Julia ‘Butterfly’ Hill, la chica que vivió 738 días en la copa de una secuoya en California para evitar que se talara junto a todo el bosque. Esta gesta ha de trascender de todas las maneras posibles y ser ejemplo para las generaciones de relevo.
¿Respecto a dar voz a más edificios?
El Panteón de Roma es el tercer edificio al que he compuesto una obra. Antes vino Palacio de Cnossos, un concierto para viola y orquesta aún sin estrenar, y Stahlseele o Alma de acero —traducida del alemán—, que sonifica la Fábrica de Cristal de la Volkswagen en Dresde y que ya estrenó la Sinfónica de Dresde. Desde luego que tengo en mente muchas otras edificaciones emblemáticas, entre ellas la Sagrada Familia de Barcelona o las Pirámides de Giza. Su réplica sonora tan solo está esperando a ser escuchada. ¡Estoy segura de que tienen mucho que decirnos!
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