Diez años han pasado desde que Cristina Alís Raurich iniciara una de las investigaciones más meticulosas y esenciales para la música medieval.
Su estudio sobre los instrumentos de tecla, especialmente sobre el organetto, nos muestra el largo camino que aún nos queda por recorrer en la búsqueda del conocimiento y en la reconstrucción de los sonidos de los instrumentos.
Por Fabiana Sans Arcílagos
Organetto, en italiano, también conocido como portativ en alemán u orgue de coll en occitano, es un instrumento representativo de la Edad Media. Se caracteriza por su pequeño tamaño y porque es ejecutado por una sola persona quien, con una mano, acciona el teclado y, con la otra, regula el fuelle. A lo largo de los siglos, el instrumento fue creciendo y pasó de ser ejecutado de pie, con posibilidades de andar o bailar, a tocarse en el regazo del intérprete.
Pero tal y como hemos introducido, Cristina Alís Raurich lleva una década profundizando en este instrumento desde una visión musicológica, organológica e interpretativa. Las investigaciones de Alís Raurich parten, por un lado, de la iconografía y del ‘estudio de las fuentes sobre los organettos y los órganos medievales’ y, por otro, de la arqueología experimental.
La musicóloga nos cuenta que los primeros organettos datan de principios del siglo XII, y que, a pesar de tener el fuelle y tubos, realmente se caracterizan porque ‘en lugar de teclas lo que tienen son unas lengüetas’, que según si se estiran hacia fuera o hacia dentro, suena el tubo o se cierra, siendo esto ‘un sistema diferente [al que conocemos] y que naturalmente implica otra manera de interpretar la música’.
Ya en el siglo XIII encontramos portativos con ‘teclado’ y es justo por el interés y estudio de este siglo que, a principios de la primera década del siglo XXI, Cristina se embarca, junto al constructor italiano Walter Chinaglia, en el estudio y reconstrucción de un instrumento de esta época. Fruto de esta investigación nace en 2014 Pitágoras, la única ‘reproducción’ en el mundo de un organetto del siglo XIII.
La investigación de ambos se centra, como hemos comentado, en la arqueología experimental, en la que se reúnen un gran abanico de disciplinas y en a través de la que se busca reconstruir objetos del pasado, su uso y su función. Por ello, Alís Raurich acota que su ‘instrumento no es una reconstrucción de una iconografía, sino de muchísimos elementos, todos aquellos que de alguna manera directa o indirecta pueden referirse al órgano portativo del siglo XIII (tratados, materiales, tecnología, etc.)’, es decir, va mucho más allá de hacer una ‘copia’ de la iconografía. La musicóloga tiene en cuenta muchos elementos para la reconstrucción de este instrumento, que van desde el fuelle, tubos y teclados, hasta su construcción, forma, manera de sujetar, pasando por la cinta con la que se sujeta el organetto, la manera de accionarlo, proporciones, materiales, entre otras características menos ‘físicas’ y más espirituales, es decir, la simbología como forma de representación. Porque un instrumento va más allá de ser un calco de una imagen; su reconstrucción se debe entender como un todo: social, espiritual, expresivo y su utilidad.
Pitágoras es un instrumento de tubos de cobre, algo importantísimo para el sonido, y de peso ligero (4 kg) que ofrece la posibilidad de movilidad durante su ejecución. Su teclado es diatónico, con el si bemol y el fa sostenido, preparado para el repertorio de la época. El fuelle se ejecuta con una mano y tiene la capacidad de un pulmón humano, con lo cual Pitágoras puede llegar a ‘cantar’, siendo el fuelle un elemento esencial para poder ser expresivos.
Pero si el fuelle ‘es la parte expresiva y la más interesante para un intérprete’, con el que Cristina invita al músico a explorar ‘la sonoridad del instrumento y dejarlo hablar’, los tubos son ‘lo más interesante desde el punto de vista del constructor, para crear un sonido y para crear una estética de sonido’. Y es que, según la organettista, ‘los medievales estaban totalmente obsesionados con los tubos. [Los] tratados medievales se van a centrar en hablarnos de las proporciones, longitudes, diámetros’, pero estos no nos ofrecen ninguna otra información concreta sobre los órganos, ya que se centran, como se ha dicho, en los tubos. A pesar de esto, se tienen fuentes importantes, como el anónimo Mensura fistularum, que se ha transmitido y copiado desde el siglo X hasta el XIV, contando con ochenta y cuatro fuentes, además de otros autores medievales que aportaron textos dedicados a las proporciones, como Gerbert d’Aurillac en el siglo X o Aribo Scholasticus en el siglo XI.
Pero, reflexiona Cristina, ¿sabemos por qué se estos autores se enfocan en los tubos y no en el resto del instrumento? La respuesta nos la ofrece evocando nuevamente esa idea de la arqueología experimental, en la que si bien el estudio práctico es importante, por otro lado debemos observar y analizar ‘la información con la mentalidad de la época, en la que había mucho simbolismo y mucha especulación’, en la cual ‘el tema de las proporciones estaba relacionado con una mentalidad medieval sobre lo que era el universo, cómo estaba construido y cómo una figura divina había creado este universo y mantenía un balance entre las cosas’, con el resultado que desde esta mentalidad medieval, había unas proporciones que se debían mantener para que todo estuviese equilibrado. Así, continúa, ‘estos autores lo que hacían era transportar estas ideas sobre otros conceptos, por ejemplo, el tema de los tubos’; ‘como era un tema ya matemático, lo que hacían era aplicar las mismas proporciones de lo que sería esta teoría religiosa y simbólica al tema de los tubos’. Debemos acotar que estos estudios no son estrictamente dedicados al organetto, sino al órgano como ‘familia’ de instrumentos, empezado a distinguirse con el nombre que hoy le damos desde el siglo XIV. Otros elementos como el bordón, el teclado, visto ‘como algo que acciona el órgano que va desde lengüetas hasta los botones que tienen los organettos en el siglo XIII y XIV o la cinta’, también son explicados por la musicóloga.
Respecto al repertorio, se conoce que el organetto se utilizaba tanto en el ámbito religioso como en celebraciones, pero no existe, hasta donde tenemos conocimiento, un repertorio exclusivo para este instrumento, a diferencia, por ejemplo, del positivo cuando aparece el tema de las intabulaciones. También debemos aclarar que, si bien es cierto que cada vez tiene más presencia este instrumento en los escenarios, lo cierto es que el modelo que se utiliza es del siglo XV, siendo estos instrumentos más pesados (entre 9 kg y 12 kg), que se ejecutan sentados y son cromáticos.
Cristina Alís Raurich cuenta con una amplísima formación. Formada en Cataluña como pianista, se interesa por la música medieval durante su permanencia en La Haya. Este interés la llevó a estudiar un máster en teclados medievales y renacentistas en Basilea, especializándose en ellos. Como intérprete es miembro de diferentes grupos y mantiene su colaboración con el fabricante de órganos Walter Chinaglia. Además, tiene una amplia carrera como pedagoga siendo miembro del profesorado del Centre International de Musiques Médiévales de Montpellier (Francia), además de directora adjunta del Curso Internacional de Música Tardía Medieval y Renacentista en San Marino (Italia) y del International Course on Medieval Music Performance en Besalú (España). Sus publicaciones abarcan el repertorio medieval, la reconstrucción de órganos medievales y el estudio de diversas fuentes, llegando a realizar importantes descubrimientos, siendo el más reciente sobre el Gradual-Tropary-Sequentiary de Aquitania.
Alís Raurich tiene como objetivo ‘acercar la música medieval y su contexto a cualquier tipo de público’, por eso, ha creado la página web Medieval Organ, en la que podemos leer y aproximarnos, entre otros temas, a este instrumento. Su trabajo ha sido aplaudido tanto por intérpretes como por musicólogos, acotando que ‘entre los resultados de este instrumento estéla vía hacia una nueva comprensión de la estética del sonido del siglo XIII, ya que este instrumento ofrece una manera de entender e interpretar la música del siglo XIII completamente distinta a cuando estátocada por organettos del XV’. A pesar de no poder reproducir en estas páginas la amplísima labor de Cristina, su aporte al mundo de la musicología en especial a la música medieval no pasará desapercibida.
Agradecemos a Cristina el habernos proporcionado gustosamente información para este artículo. Se puede ampliar información en la conferencia organizada por Cravistas em Quarentena en Brasil o en su web www.cristinaraurich.cat.
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