Por Marco Antonio Molín Ruiz
Introducción
Pocas cosas dicen tanto como la fuerza de la sangre. Vivaldi firmó en su oratorio Juditha triumphans el orgullo de ser veneciano inmortalizando el inabarcable poderío que la Serenissima mantuvo en la coyuntura de los siglos XVII y XVIII. Al inicio de su madurez il prette rosso escribió una obra maestra donde la ocurrencia alegórica del libretista Giaccomo Cassetti compara el eterno rival de Turquía con la Babilonia del Antiguo Testamento. Música enjundiosa con todos los ingredientes para despertar el patriotismo y la religiosidad que tocaría el corazón del pueblo veneciano.
Cuando Francesco Gasparini dejó el Hospicio de la Piedad de Venecia en 1714 para marcharse a Roma, Vivaldi asumió la continuidad del oratorio anual de aquel. El ambiente de exaltación veneciana tras la victoria frente a los turcos en Petrovaradin instigaba a realizar una obra con toda la épica posible. En agosto de 1716 se libera la fortaleza veneciana de Corfú y el príncipe Eugenio se alza victorioso a la cabeza de las tropas aliadas cristianas. Decenio convulso donde la Ciudad de los Canales había entrado en su sexta guerra contra los turcos. Aunque el Tratado de Passarowitz, de 1718, consolidó las posesiones venecianas en Dalmacia, se confirmó la pérdida casi total del Peloponeso, ganado a los turcos diecinueve años antes. El libretista Giaccomo Cassetti y el compositor Vivaldi son conscientes de que la hegemonía veneciana comienza a menguar; pero estas honrosas batallas infunden patriotismo a un pueblo que salió del estreno de Juditha triumphans con la cabeza muy alta.
El oratorio era la forma musical favorita a caballo de los siglos XVII y XVIII porque confería un propósito moral a la diversión con música y simultáneamente gratificaba a los píos benefactores del Hospicio de la Piedad. Figuran en el repertorio contemporáneo el Judicium Salomonis de Marc-Antoine Charpentier (de 1702) y El martirio de Santa Cecilia y La Santísima Trinidad (de 1708 y 1715) de Alessandro Scarlatti. Frente a los no conservados oratorios de il prette rosso La victoria naval (1713), Moisés, Dios del faraón (1714) y La adoración de los Tres Reyes Magos al Niño Jesús (1722), ha perdurado Judit triunfante sobre el yugo de la barbarie de Holofernes.
La historia de Judit fue un tema recurrente para los oratorios de la época. El libretista lo presenta al modo de un gran poema alegórico estableciendo un paralelismo entre la situación histórica de Venecia y el tiempo de Judit. Esta alegoría reza: “Estamos en guerra, el enemigo nos acecha: Judit es Venecia y su sierva Abra la fe. Betulia es la Iglesia y Oseas el Sumo Pontífice; la unidad de los cristianos y las vírgenes proclama su alabanza. El rey de los turcos es Holofernes, el eunuco su general y todo presagia la victoria de Venecia”. Cassetti condensó mucho el texto sagrado haciendo de Oseas un Sumo Sacerdote en lugar del gobernador de Betulia (asignándole gran parte de la función de Joaquín, el Sumo Sacerdote de Jerusalén); inventa los personajes de Abra (sirvienta de Judit) y Bagoas (un eunuco, criado de Holofernes).
Fuentes, argumento y libreto
El rey asirio Nabucodonosor II manda un ejército contra Israel para exigir tributos no pagados. Huestes encabezadas por Holofernes sitian la ciudad de Betulia y están a punto de conquistarla. Pero la viuda Judit, alentada por el Sumo Sacerdote Oseas, se adentra valientemente en el territorio asirio que amenaza a su tierra. Fortalecida por una inconmovible religiosidad atraviesa grandes obstáculos que supera gracias a la oración, el ayuno y la penitencia. El sirviente de Holofernes, el eunuco Bagoas, recibe la noticia de que alguien quiere verlo. Entretanto, las vírgenes de Betulia elevan su canto implorando la victoria de su compatriota. Finalmente, Judit logra entrevistarse con el general, a cuya tienda de campaña accede. La protagonista rechaza las repetidas tentativas amorosas de Holofernes arraigándose a la esperanza y la oración. Después de la cena el general dormita embriagado y Judit toma la espada que cuelga del lecho para decapitarlo. Regresa su ayo Bagoas y jura venganza; pero ya es demasiado tarde porque Judit y Abra han retornado sanas y salvas a una vitoreante Betulia.
El libretista comprime y recrea la historia empezando in media res, es decir: suprimiendo el largo episodio preliminar que narra la toma de Betulia. Cassetti sigue los cánones venecianos de la época, esto es: articular el desarrollo del drama sin testo (historicus), sin narrador, elemento indispensable para la generación anterior a Vivaldi, como Carissimi o Vincesi.
Se escribe el latín y posee una riqueza literaria evocadora. Establece una diferenciación métrica clara entre los números donde se arenga al ejército frente a aquellos donde se invita a la oración. Para lo primero, el coro inicial, que reza Arma, caedes, vindictae, furores; sustantivos que recalcan el son marcial que abre el oratorio. De lo segundo, el coro de vírgenes salmodiando en Betulia: Mundi Rector de caelo micanti, cuando dicen: Feritatis sic hostis domata / In Bethuliae spem pacis intende, una dulce plegaria.
Por otro lado, analicemos diversos aspectos. Empecemos viendo cómo refleja el sentido sacro-militar en estos dos extractos: “Hasta donde me lleva junto al amor a la patria la dulcísima esperanza de libertad, guiado por la claridad del Cielo, puede el pie atravesar los ejércitos”. “En Judit, a tu ley dedicada, prende las llamas del dulce amor. Vuelve ya victoriosa de la lucha, revive en la penitencia y en la oración. Vive, pía Judit, por los siglos”. Profundiza en lo poético con “La oscura y tenebrosa noche brilla por ti con admirable fulgor. Y no hay haz de nueva aurora tan soberbia, tan hermosa, que ensombrezca tu esplendor”. “No espera una madre con más ansia al hijo que arrebatado por gélido viento vuelve a casa que yo te espero a ti llena de fervor”. También hay cabida para lo aforístico: “Las armas, los combates y el ardor guerrero son inútiles cuando el guerrero no confía en sí mismo” y “La vida pasa, los años vuelan y somos los causantes de nuestras propias desgracias”. La pluma de Cassetti se colma con estas palabras, puestas en boca del Sumo Sacerdote: “¡Con qué insólita luz surge de los confines del Oriente la rosada Aurora engalanada de flores! ¡Pero qué sereno nos sonríe el día lleno de alegre luz!”
La partitura
La partitura se estrenó en el Hospicio de la Piedad de Venecia en noviembre de 1716 y a dicho acontecimiento la misma gerencia de La Pietà invitó a Johann Matthaus von der Schulemburg, general prusiano al servicio de Sajonia. El público asistente a los conciertos de La Pietà y a Juditha triumphans se vio sorprendido por las cualidades vocales de las cantantes y por las excelencias de la orquesta, la más destacada de todas las compañías operísticas del momento. La sección de cuerdas había sido preparada por Vivaldi mientras que los vientos venían con la sólida base de un Gasparini que durante su cargo exigió los instrumentistas más cualificados.
Lo mejor de Vivaldi se halla en su portentosa caracterización de los personajes: Judit es una mujer recatada que en un golpe de audacia termina convirtiéndose en heroína; Holofernes está descrito perfectamente como el tirano fanfarrón que nunca renuncia al derroche de sus facultades; por su lado, Abra aúna lo exótico y lo popular en pocas arias donde se evoca Oriente y se invita al baile; Bagoas entraña un ímpetu que refuerza la hegemonía de su amo con arrojo inconfundiblemente bélico y Oseas compagina la potestad y el regocijo presentándose con un recitativo en Mi bemol mayor, la tonalidad que a lo largo de la historia de la música se ha asociado a la fortaleza. Musicólogos subrayan la relevancia que poseen sendos sirvientes pues asumen papeles cruciales al ser confidentes en lugar de meros auxiliares. Las intervenciones del coro son estratégicas y describen los ejércitos asirio y judío con escritura homofónica y secuencialmente imitativa, tratamiento silábico del texto y un gran número de pasajes al unísono, reflejo muy elocuente del ejército que clama o lucha. Acertadamente se evita los dúos o concertantes vocales, más propios de la ópera, y de esta manera se mantiene clara la intervención particular de cada personaje.
Vivaldi ha dejado a la posteridad una obra maestra donde se cuida la caracterización en el tratamiento de la voz, su acompañamiento instrumental y la orquestación. Una de las características más influyentes en el desarrollo instrumental de la obra es la elección de Cassetti de un relato donde los mismos personajes introducen al lector en la trama mostrando su implicación de manera independiente. Los mismos personajes describen desde su íntima psicológica los acontecimientos que se desarrollan en la trama así como su repercusión. El resultado de este enfoque es un libreto que da la sensación de estar a medio camino del oratorio y la ópera.
El compositor contempla una amplia y rica plantilla orquestal, integrada por cuerda frotada, conjunto de violas, viola de amor, tiorbas, mandolina, flautas, oboes, caramillos, trompetas, órgano, timbales y clave. Los momentos más íntimos y entrañables se destinan al personaje de Judit y se sirven en arias con mandolina, viola de amor o caramillo. Además, la predominante alternancia de la orquesta y los instrumentos en obligado de las arias aporta jugosidad al oratorio, cuya variedad de tonalidades contribuye a un excelente paralelismo con lo psicológico: Re mayor para la representación bélica, Sol menor para el arrebato, La mayor en alusión a los rayos del sol o Do menor para la tragedia. Los recitativos son muy breves en comparación con las arias; los más hermosos son Quam fortunata est tua vaga Matrona, el más extenso del oratorio, que describe el momento en que Bagoas invita a Judit a que pase a la tienda de Holofernes y la llegada de Abra, así como el Iam non procul ab axe , donde el sirviente eunuco abre la tienda y se encuentra el cuerpo decapitado del general. En ambos recitativos Vivaldi explota los recursos dramáticos realizando modulaciones inusuales, como de Mi bemol mayor a La menor o de Do sostenido menor a La mayor, sugerentes cambios para denotar impaciencia, horror y desesperación.
Profundizando en la orquestación, las secciones más sobresalientes se encuentran en el coro inicial, la segunda versión de Matrona inimica, O quam vaga venusta, Agitata infido flatu, Nox obscura tenebrosa, Umbrae carae, Non ita reducem, Summe Astrorum Creator y Armatae facae barbarae, el punto culminante del oratorio donde Vivaldi retoma el fragor bélico del principio describiendo en secciones del aria el avance de los ejércitos, ahora insinuando los timbales con la cuerda.
Il prette rosso evidencia su originalidad deteniéndose en onomatopeyas, como el arrullo de una tórtola con la asignación del caramillo en Veni, veni me sequere fida, el centelleo estelar con el juego de la cuerda acompañante en Nox obscura o el aleteo frenético de una golondrina en Agitata infido flatu. Tampoco hay que pasar por alto la sutileza del compositor cuando profundiza psicológicamente en Judit usando el pizzicato y la sordina, en alusión a la perspicacia de una humilde viuda que tiene en sus manos una tarea arriesgada que la llevará a la fama. Estilísticamente los recitativos heredan a veces el lenguaje de Monteverdi (especialmente para Oseas), el aria Fulgeat Sol tiene rasgos handelianos, la textura instrumental del aria Veni, veni me sequere fida vislumbra el mejor Clasicismo vienés y las arias Noli o cara te adorantis y Umbrae carae se adelantan a Gluck.
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