Debussy se ha convertido en una de las figuras más prominentes de la historia de la música. Como compositor fue capaz de establecer un nuevo concepto de sonoridad y crear un lenguaje propio, que a día de hoy siguen siendo indispensables para comprender el desarrollo de la música hasta nuestros días.
Por Begoña Arechederra Domínguez
Vida y formación
Claude-Achille Debussy nace en Saint Germain-en-Laye, un barrio periférico de París, en el seno de una familia de clase media. Sus antepasados fueron campesinos provenientes de la Borgoña, y su padre, Manuel-Achille, ya asentado en la capital, desempeña numerosos oficios durante la infancia del compositor como vendedor de porcelana o empleado de una imprenta. Victorine Manoury, su madre, e importante influencia para Debussy, ha sido descrita en distintos testimonios como una mujer independiente, que nunca sintió especial apego hacia sus hijos, excepto hacia el pequeño Claude, su favorito, y a quien nunca llevó a la escuela, proporcionándole una estricta educación en casa.
El padre de Debussy había sido guardia nacional al servicio de la Comuna de París en 1971, lo cual le supuso una condena de cuatro años de prisión de los cuales solo cumplió uno. Este acontecimiento da un importante giro a la vida del joven Claude, ya que es en este momento cuando su padre decide que comience a tomar clases de piano con Mme. Mauté de Florville, la hermana de uno de sus compañeros de campaña, y supuesta alumna de Chopin.
Mme. Mauté fue una gran influencia para el compositor, quien siempre la profesó un gran aprecio y agradecimiento. Fueron sus lecciones las que le prepararon y le dieron un nivel suficiente para entrar en el Conservatorio de París en 1873, a la edad de 10 años, pasando la prueba en el primer intento.
El Conservatorio de París era una institución de destacable corte patriótica y conservadora, y uno de sus principales objetivos era competir con las mejores instituciones italianas. Entre los maestros que tuvo el joven Debussy a lo largo de su formación en el Conservatorio, destacaron especialmente Antoine François Marmontel en piano, Albert Lavignac en solfeo, o Ernest Guiraud en composición, siendo determinantes en la posterior consolidación de su estilo.
Debussy era un niño tímido e inseguro, pero según el testimonio de algunos de sus compañeros, todos estos miedos desaparecían cuando se sentaba al piano y hacía muestra de su extravagante y magnética forma de tocar. Durante los primeros años de su formación gana varias medallas y premios. Es en esta época cuando comienza a desarrollar su personalidad individualista y afilada, con un sentido del humor ácido que le acompañó durante el resto de su vida.
En el verano de 1879 se presenta una oportunidad para Debussy, que le permite pasar unos meses como pianista al servicio de Nadezhda von Meck una importante y rica dama, que era protectora de Chaikovski. Esta experiencia, que repitió a lo largo de otros tres veranos, abrió enormemente los horizontes del joven compositor, que acompañó a la familia von Meck en sus viajes por Rusia, Italia, Suiza y Austria, descubriendo las tendencias musicales que reinaban en cada lugar.
El 27 de junio de 1884, otro acontecimiento vuelve a alterar la vida y la carrera de Claude Debussy, cuando se alza con el codiciado Premio de Roma, gracias a su cantata El niño prodigio, que le concede la estadía de dos años en la Villa Mèdicis, en la capital italiana.
Pese a que los años de juventud no habían sido muy prolíficos compositivamente para Debussy, durante su estancia en Roma decide utilizar la libertad que le proporciona la lejanía con el Conservatorio y con su rutina habitual para dedicarse a su propia música y empezar a descubrir un mundo de sonidos que posteriormente se convertirían en su seña de identidad.
Su regreso a París, en 1887, supuso para el compositor la vuelta a una realidad en la que no tenía un trabajo fijo, y seguía viviendo en la casa familiar, lo cual, tras sus dos años disfrutando de la vida de la capital italiana, cobrando la beca que le correspondía por el Premio Roma, fue un duro golpe para Debussy. Es durante esta época cuando entabla amistad con varios poetas simbolistas y otros artistas cuya influencia fueron imprescindible para su obra. Pero, sin duda alguna, la influencia decisiva es, cómo no, Richard Wagner.
El joven compositor peregrinó a Bayeruth en 1888 y 1889 para poder escuchar in situ las óperas de Wagner, sintiendo especial admiración por Tristán e Isolda y Parsifal. Este viaje dejó a Debussy absolutamente admirado, pero también consciente del poder que tenía esa música sobre él, y la cautela que debía tener para que no le dominara en su propia obra.
A comienzos de la década de 1890, vive junto a su amante Gabrielle Dupont en el barrio bohemio de Montmartre, donde está en continua relación con los movimientos artísticos, que le llevan a conocer al poeta Mallarmé, en cuya obra encontró la inspiración para su célebre pieza Prélude à L’après-midi d’un faune, que fue estrenada en 1894, y que posteriormente fue coreografiada por el célebre bailarín Valsav Nijinski, con el patrocinio del gran empresario del mundo de ballet, Serguéi Diáguilev. Sin embargo, es su ópera Pelléas et Mélisande, estrenada en la Opéra-Comique de París en abril de 1902, y con libreto del poeta belga Maurice Materlinck, la que le dio la fama de la noche a la mañana y le convirtió en un icono a nivel internacional. A partir de este momento, Debussy se gana la vida como compositor y crítico musical gracias a los ingresos que le proporciona su editor.
La vida privada de Debussy siempre fue muy tempestuosa, y estuvo fuertemente marcada por su complicado carácter y su personalidad individualista. Después de que su amante Gabrielle le abandonara en 1898, se casó con la modelo Lilly Texier al año siguiente. Sin embargo, en 1903 se enamoró de la cantante Emma Bardac, que había tenido un affair con el también compositor francés Gabriel Fauré, y con la que tuvo un hijo en 1905 y se casó en 1908.
Para entonces, Debussy estaba ya completamente establecido como el compositor moderno más destacado de Francia, habiendo estrenado obras orquestales como La mer o Images, y piezas para piano que pasaron a formar parte con inusual rapidez del repertorio habitual.
La Primera Guerra Mundial, junto al diagnóstico de un cáncer en 1904, fueron devastadores para el espíritu del compositor. Compuso algunas obras más, y debido a dificultades económicas, se vio obligado a viajar a Italia, Holanda, Bélgica e Inglaterra. Finalmente, falleció el 25 de marzo de 1918 en su ciudad natal, París.
Influencias. Música y literatura
El universo sonoro creado por Debussy es muy complejo, y fue construido gracias a la diversidad de estímulos tanto musicales como de otras disciplinas artísticas que el compositor atesoró a lo largo de su vida. Su música ha sido a menudo llamada impresionista, en analogía a los pintores impresionistas que fueron sus contemporáneos. Sin embargo, Debussy detestaba esta denominación, considerando más acertado el término simbolista, que explicaba por su conexión y amistad con los poetas simbolistas, en cuyos textos se inspiró para la composición de canciones y obras dramáticas.
La música de Debussy suele evocar un estado de ánimo, un sentimiento, o incluso una atmósfera. Al igual que en la poesía simbolista, la atención del oyente se ve arrastrada hacia imágenes individuales que construyen el significado de la obra. Esta imagen musical es construida a base de motivos, armonías, escalas exóticas o timbres instrumentales muy ricos, en una compleja combinación de todos ellos. Los motivos no necesitan desarrollarse, sino que se repiten con pequeños cambios, como un objeto observado desde diferentes perspectivas, y las tan comunes disonancias que aparecen en la obra del compositor, no necesitan ser resueltas.
La época de esplendor de Debussy estuvo fuertemente marcada por la escuela wagneriana, pero a diferencia de algunos de sus contemporáneos como Mahler o Strauss, Debussy decidió alejarse de la grandilocuencia de la música alemana para hacer una música más personal y sensible. Pese a la consciencia que Debussy tenía de que no debía dejarse llevar por la fuerte influencia wagneriana, encontramos en sus obras estructuras armónicas de Wagner, como el uso de la armonía cromática, la continuidad de cadencias interrumpidas, o incluso la complejidad de su escritura.
Otra de las grandes influencias que Debussy fue Chopin. Su maestra de niño, Mme. Mauté, aun sin poder verificar si realmente fue alumna de Chopin, claramente formó a su alumno siguiendo las directrices del maestro polaco. Posteriormente, cuando Debussy comenzó a estudiar en el Conservatorio de París, comprobó que la enseñanza pianística de la institución se encontraba en una línea absolutamente chopiniana. A lo largo de toda su formación tuvo muy presente la figura de Chopin, pero el punto en el que más claramente se ve la conexión entre los dos genios es en los Preludes que ambos escribieron, habiendo estudiado a fondo Debussy los del polaco para escribir los suyos propios.
Otras importantes figuras que se encuentran dentro del mundo referencial de Claude Debussy son Franz Liszt, Olivier Messiaen, Ígor Stravinski, o Béla Bartók, así como contemporáneos suyos como Pierre Boulez. En sus viajes a Rusia, gracias a su trabajo con la familia von Meck, pudo acercarse a la sonoridad de los compositores rusos como Balákirev, Rimski-Kórsakov, Borodin o Músorgski.
Debussy sentía especial inquietud respecto a la música medieval y no europea, y en la Exposición Universal de París de 1889 encontró la oportunidad de acercarse a la música del Lejano Oriente, que fue decisiva en la composición de algunas de sus más bellas obras como Pagodes o Fantaisie.
Por otro lado, el plano literario generó en Debussy una enorme fascinación, siendo la poesía simbolista donde el compositor encontró una voz propia que inspiró multitud de obras. La forma en que Charles Beaudelaire generaba una atmósfera de ensueño y era capaz de plasmar en su poesía la melancolía y la angustia fue decisiva para el mundo referencial de Debussy, así como la capacidad expresiva de la intimidad en Verlaine. De igual forma, utilizó los textos de otros muchos poetas para ilustrar sus composiciones, como por ejemplo Théophile Gautier, Theodore de Banville, Alphonse de Lamartine, Jules Barbier, Dante Gabriel Rossetti o el ya mencionado Stéphane Mallarmé.
Un nuevo lenguaje
Claude Debussy es considerado uno de los compositores más influyentes en el desarrollo de la música del siglo XX, y esto se debe en gran parte al carácter revolucionario de su lenguaje y su visión de la estética musical. Debussy desarrolla su obra en una época en la que el espíritu romántico está en plena decadencia, y él mismo muestra rechazo hacia el tipo de estructuras clásicas empleadas. Esto supone el clima idóneo para que Debussy explore los límites de su nuevo lenguaje.
Podemos hacer una división de la obra compositiva del francés en tres grupos: la música para piano, la música orquestal, y las canciones y la música escénica.
La música para piano de Debussy es, de alguna forma, una insignia de su estilo compositivo. En ella encontramos todos los rasgos propios de su lenguaje musical. Los estilos armónicos de Wagner y Liszt influyeron en su uso de acordes cromáticos y de tonos enteros, sin embargo, en Debussy la premura por resolverlos está ausente. En su lugar, se regocija en el disfrute de cada momento tal como llega. Debussy solía mantener un centro tonal, pero con un continuo desafío de las relaciones tonales convencionales entre los acordes, dando a cada acorde un grado de independencia.
Muchas de las piezas para piano de Debussy tienen títulos evocativos que sugieren con frecuencia una imagen visual como Estampes de 1903 o los dos grupos de Images, compuestos entre 1901 y 1907. En ocasiones, los títulos de las obras evocan estilos musicales característicos, como es el caso de Pagodes, la primera pieza de Estampes, comentadas con anterioridad, transmite una atmósfera asiática imitando las melodías pentatónicas y las texturas en varias capas propias del gamelán javanés que había escuchado en la Exposición Universal de 1889. Por otro lado, los veinticuatro Preludios, dos libros escritos entre 1909 y 1913, son piezas cuyos títulos pintorescos están colocados más bien al final que al principio de cada pieza, para que de esta forma el oyente pueda formar sus propias imágenes. Otras obras son relativamente abstractas, como la Suite bergamasque de 1890 o Pour le piano, entre 1894 y 1901, las cuales ponen al día la tradición francesa de la suite para teclado.
La música orquestal de Debussy muestra las mismas características que sus obras para piano, con el elemento añadido del timbre instrumental. Sus obras requieren una gran orquesta, pero no para proyectar sonidos fuerte, sino para ofrecer una gran variedad de colores tímbricos y texturas. Debussy trató la música como un arte de los sonidos, deleitándose en el amplio espectro de los sonidos disponibles de la orquesta.
El célebre Prélude à L’après-midi d’un faune (1891-1894,) basado en un poema simbolista de Mallarmé, está tratado exactamente igual que lo hicieron los poetas simbolistas, evocando un estado de anímico mediante a la sugestión, la connotación y la indirecta, en lugar de hacer uso de una intensa expresión emocional.
A lo largo de los tres Nocturnes, escritos entre 1897 y 1899, podemos ver muy claramente representada la técnica orquestal de Debussy, con una instrumentación tenue y apagada en Nuges, el brillo de la orquesta al completo en Fêtes, y la fusión de la orquesta con el coro femenino sin texto en Sirènes, que se basa en las sirenas de la mitología griega. Por otro lado, La mer (1903-1905), capta los movimientos del mar a través de imágenes musicales que se alternan con rapidez.
Por otro lado, cabe decir que Debussy trabajó con textos durante toda su vida, teniendo en cuenta que además fue crítico musical. Por ello no es de extrañar el particular interés que sentía hacia la palabra escrita y su combinación con la música. Sus canciones más notables son aquellas compuestas a partir de los poemas de los más grandes poetas franceses, como hemos comentado con anterioridad, Baudelaire y Verlaine, pero también destaca el uso que hizo de las baladas del poeta del siglo XV François Villon, y que son una muestra del enorme interés que despertaba la época medieval en el compositor francés.
Debussy buscó proyectos dramáticos una y otra vez, desde la música incidental para el misterio teatral de Gabrielle d’Annunzio El martirio de San Esteban, compuesto en 1911, el ballet Jeux que estrenó en 1912, en colaboración de nuevo con el coreógrafo Nijinski, y el empresario teatral Diáguilev, o numerosas obras que nunca llegó a concluir. La única ópera completa de Debussy es Pelléas et Mélisande (1893-1902), y es una clara respuesta a Tristán e Isolda de Wagner. En ella encontramos veladas alusiones a imágenes del texto, una pieza de teatro simbolista del escritor Maurice Materlinck, y que encuentra un paralelo en las armonías complejas y a menudo modales, los colores apagados, y la expresividad contenida de la música. Las voces de esta ópera son mayormente un recitativo fluido que aprovecha la prosodia de la lengua francesa, y que están siempre acompañadas por un continuo fondo orquestal, mientras que los interludios instrumentales aportan una sensación misteriosa y lejana.
Debussy para la posteridad
La forma de entender la música de Debussy, así como sus usos armónicos y orquestales lo han convertido en una de las fuerzas más influyentes de la historia de la música. Prácticamente todos los compositores de principios y mediados del siglo XX han recibido su fuerte influjo, desde Ravel, Messiaen y Boulez en Francia, hasta Puccini, Strauss, Scriabin, Bartók, Stravinski o Falla en el resto del continente. Su música ha sido esencial para comprender el desarrollo del jazz entre los músicos norteamericanos y la música popular. Además, su concepto de la sonoridad y sus posibilidades, abrieron las puertas a las exploraciones de compositores como Cage o Varèse.
En definitiva, Claude Debussy fue capaz de cambiar la perspectiva de la música en un momento en el que había una tremenda necesidad de frescura y revolución del lenguaje. Su concepto de la tonalidad ha sido imprescindible para el posterior desarrollo de la música a lo largo de todo el siglo XX.
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