El próximo 26 de mayo, se celebrará el concierto Carta Blanca a Gabriel Erkoreka, en la Sala Sinfónica del Auditorio Nacional.
El compositor vasco ha incluido dos de sus obras más recientes, que se ofrecerán en estreno en Madrid: por un lado el Concierto para Violonchelo y Orquesta “Ekaitza” (Tempestad), cuyo solista será Jean-Guihen Queyras; y por otro Tres Sonetos de Michelangelo, para contratenor y orquesta, que cantará Carlos Mena.
Estas obras irán precedidas por Une Barque sur l’ócean y Alborada del gracioso, orquestadas por el propio Maurice Ravel.
El concierto culminará con el estreno en España de Jonchaies de Iannis Xenakis.
Concierto para Violonchelo y Orquesta “Ekaitza”
Este concierto para violonchelo y orquesta está planteado en tres secciones que se interpretan sin interrupción. Al inicio, profundiza en el empleo del registro grave de la orquesta y del instrumento solista, que es el más natural del violonchelo; el cual puede integrarse y diferenciarse dentro del entramado orquestal en distintos grados de agitación. Se crea así una relación de tensiones donde la orquesta funciona como una enorme caja resonante, que prolonga o anticipa diferentes efectos de ataques y resonancias. Podría decirse que la obra posee un rumor inquietante que la envuelve, y hay cierta tendencia hacia los movimientos descendentes y sonoridades extremas, que en el segundo movimiento establecen una tempestuosa relación entre solista y orquesta. En su momento más gráfico y atormentado, el violonchelo es engullido literalmente por la creciente masa orquestal, en la que apenas puede asomar la cabeza para respirar. Tras su destrucción, surge una sonoridad irreal, casi como si estuviera sumergida en el agua. En el último movimiento, el cello renace y se transforma en un instrumento popular ancestral de cuerda frotada de la cornisa cantábrica: el Rabel, que con su pulso obsesivo, reivindica ingenuo y orgulloso su fragil existencia.
Tres Sonetos de Michelangelo
La obra consta de cinco secciones que se ejecutan sin interrupción, donde las secciones correspondientes a los tres sonetos elegidos aparecen enlazadas por dos pequeños interludios orquestales. Los elementos compositivos de las tres partes cantadas establecen paralelismos con las Artes en las que se manifestó el genio de Miguel Ángel. Así, la música del primer Soneto simboliza la Escultura mediante variaciones de densidad y volumen, en las que el cuerpo homogéneo -casi marmóreo- de las cuerdas es tallado mediante percusiones metálicas. El segundo se refiere a la Pintura, haciendo énfasis en el color diferenciado de los instrumentos de viento a través de una traducción musical de técnicas de perspectiva, como el escorzo. Finalmente, el tercer Soneto se relaciona con la Arquitectura, y en él aparecen diversos efectos de eco y reverberación, así como estructuras simetrícas donde tanto dinámicas como registros aparecen tensados al máximo. Los dos interludios se basan a su vez en sus reflexiones en torno a los grandes temas del amor y la muerte, que aparecen recogidas en sus Sonetos y Epitafios. La instrumentación incorpora dos cornettos renacentistas, que entablan diálogos con el contratenor, por su excelente cualidad de asemejarse a la voz humana, alterando así la fisonomía orquestal y propiciando la convivencia de dos contextos temporales distintos y alejados.
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