La ópera Carmen será representada en el Teatro de la Maestranza de Sevilla en una serie de funciones que tendrán lugar los próximos meses de mayo (días 24, 27, 29 y 30) y junio (días 1, 3 y 5).
Se trata de un montaje del propio Teatro de la Maestranza en coproducción con el Teatro dell’Opera di Roma, con dirección de escena de Emilio Sagi y dirección musical de Anu Tali. En los roles principales se alternarán Ketevan Kemoklidze y Sandra Ferrández como Carmen, Sébastien Guèze y Antonio Corianò como Don José y María José Moreno y Raquel Lojendio en el papel de Micaela.
Por Diego Manuel García
La creación de una obra maestra
Georges Bizet (París, 1838-Bougival, cerca de París, 1875), dedicó gran parte de su corta vida a componer óperas. Llegó a iniciar hasta treinta proyectos operísticos, dejando inconclusos la mitad de ellos. Solamente se conservan las partituras de seis de sus óperas: La Guzla de L’Emir (1862), Les Pêcheurs du Perles (1863), Iván el terrible (1865), La jolie fille de Perth (1866), Djamileh (1871) y Carmen (1875).
El proyecto de composición de Carmen se inició en 1873, cuando Adolphe de Leuven y Camille du Locle, directores de la parisina Opéra-Comique, encargaron a Bizet la composición de una ópera, asignándole como libretistas a Henri Meilhac y Ludovic Halévy. Bizet sugirió como temática una adaptación de la novela Carmen de Prosper Mérimée. El libreto y la composición musical estuvieron concluidos en la primavera de 1874, y durante el verano Bizet realizó la orquestación. Por tanto, a comienzos del otoño de 1874 la ópera estaba terminada.
A partir de entonces, a Bizet se le presentaron muchas dificultades para montar en escena su ópera. En primer lugar, las mezzos de la época se negaron en rotundo a interpretar un personaje como el de Carmen. Finalmente, la mezzo Célestine Galli-Marié aceptó el papel, aunque exigiendo a Bizet modificar su aria de entrada en escena. Después de diferentes intentos fallidos que no complacían a la cantante, el compositor adaptó una habanera del compositor vasco Sebastian Iradier llamada ‘El arreglito’, con texto del propio Bizet, que gustó mucho a Galli-Marié. Bizet también tuvo dificultades con el coro femenino de cigarreras, que se negaba a cantar y al mismo tiempo actuar en escena. La ópera contenía diálogos teatrales que se insertaban en los fragmentos cantados.
Carmen se estrenó en la Sala Favart de la Opéra-Comique el 3 de marzo de 1875 y, aunque en aquella temporada fue representada en cuarenta y cinco funciones, los resultados no pasaron de muy discretos. Ante el relativo fracaso de la obra, Bizet se decidió a hacer modificaciones para convertir los diálogos teatrales en recitativos con música, firmando un contrato con la Ópera de Viena para que Carmen fuese representada en ese teatro con el nuevo formato y traducida al alemán. La muerte repentina del compositor el 3 de junio de 1875 (justamente tres meses después del estreno), impidió que realizase esas modificaciones, que le fueron encomendadas a Ernest Guiraud, un compositor amigo de Bizet. Esta nueva versión obtuvo un gran triunfo cuando fue representada en Viena, en octubre de 1875. Desde entonces, el éxito de Carmen se extendió por todo el mundo, llegando a convertirse hasta la actualidad en una de las óperas más representadas en toda la historia lírica. En España fue estrenada en el Teatre Líric de Barcelona en 1881, con Celestine Galli-Marié, la Carmen original. En 1964, el musicólogo alemán Fritz Oeser publicó una edición crítica en base a la partitura original de Bizet que restituía los diálogos teatrales originales. Esta versión se fue poco a poco imponiendo, aunque también se sigue escenificando la versión de Ernest Guiraud.
La Carmen de Merimée recreada en la ópera de Bizet
Era una belleza extraña y salvaje, una cara que sorprendía al principio, pero que no se podía olvidar. Así describía Prosper Merimée a Carmen en su novela homónima, publicada en 1845. El libreto elaborado por Henri Meilhac y Ludovic Halévy adapta el capítulo tercero de la novela, donde el narrador, el propio Merimée, escucha en la cárcel el relato que le hace Don José (un cabo que por su amor a Carmen desertó del ejercito y se convirtió en contrabandista y asesino), la víspera de ser ejecutado por haber asesinado a Carmen: una triste historia de amor y celos de trágica conclusión.
La ópera sigue bastante a la novela, aunque se establecen una serie de diferencias: la acción en la novela se desarrolla en Sevilla, la Sierra de Ronda, Gibraltar y vuelta a la Sierra de Ronda, lugar donde Don José asesina a Carmen, la entierra y posteriormente se entrega a las autoridades confesándoles su crimen. Por su parte, la ópera se desarrolla en Sevilla durante los dos primeros actos; en un paraje abrupto y rocoso durante el Acto III; retomándose la acción en Sevilla en el Acto IV. En la novela, cuando Carmen conoce y establece relaciones con Don José, está casada con un contrabandista, García (el tuerto). Se trata de una mujer de muy baja catadura moral: ladrona, mentirosa y muy promiscua. Su conducta siempre es errática. El último de sus amantes es un picador de toros llamado Lucas, cuya relación con Carmen hará que Don José finalmente la mate. En la ópera, el personaje de Lucas (muy secundario en la novela), se convierte en el gran torero Escamillo, uno de los protagonistas, cuya relación con Carmen, tendrá como consecuencia que el celoso Don José acabe matándola frente a la plaza de toros de Sevilla.
En la ópera se nos presenta a Carmen como una mujer seductora y de gran sensualidad, pero mucho más dignificada que en la novela, ya que nunca miente y muestra una absoluta coherencia con sus convicciones; no está casada y, por tanto, mantiene relaciones con quien le apetece. Se enamora de Don José, ignorando que es tremendamente posesivo y coarta su libertad. Al conocer a Escamillo (personaje que asume los riesgos de mantener una relación con Carmen), su amor por Don José se va deteriorando hasta desaparecer. Por último, en la ópera aparece un personaje que no figura en la novela: la joven Micaela, antigua novia de Don José, cuyo candor e inocencia contrastan con la personalidad fogosa y agresiva de Carmen.
Una extraordinaria partitura
En Carmen, la orquesta tiene un gran protagonismo interpretando una extraordinaria música desde la misma ‘Obertura’, estructurada en forma de rondó y que contiene tres temas recurrentes que irán reapareciendo a lo largo de toda la ópera: un brillantísimo y luminoso tema inicial que representa el ambiente festivo de una corrida de toros, que se repite hasta en cuatro ocasiones y donde puede escucharse un tutti orquestal, con el sonido vertiginoso de la cuerda, maderas y metales, junto a las continuas intervenciones de platillos y timbales. La tercera repetición da paso a otro tema recurrente de gran musicalidad: la ‘Canción del toreador’, donde la cuerda con ritmo acompasado es acompañada por el sonido sincopado de los metales. La cuarta repetición da paso al tema sombrío del destino, asociado al personaje de Carmen, con el sonido de los chelos en conjunción con los metales sobre un fortísimo trémolo de violines y violas, produciéndose un crescendo orquestal que bruscamente se corta y da entrada al comienzo de la ópera, marcado por una música alegre y desenfadada, con un coro de niños y, sobre todo, el coro de las cigarreras, sin duda, una de las páginas más bellas de esta ópera, con una música suave y acariciante. En fuerte contraste, poderosos acordes marcan la entrada en escena de Carmen, que precisa de una mezzosoprano de amplio registro, unido a una gran capacidad teatral para dotar a su canto de un tono sensual en la ‘Habanera’, que muestra la psicología del personaje y su visión del amor (palabra que repite hasta en doce ocasiones), junto al tono mordaz y seductor ante Don José cuando interpreta la ‘Seguidilla’, donde manifiesta que su corazón es libre como el aire. Aunque Don José se resiste, al final cae rendido a sus pies. En contraste con las insolentes y sensuales intervenciones de Carmen, puede escucharse el amplio dúo de intenso lirismo entre Don José (tenor lírico-spinto) y Micaela (soprano lírica), una muchacha dulce y candorosa muy enamorada de Don José.
El preludio orquestal del Acto II (la ‘marcha de los Dragones de Alcalá’) se inicia con el sonido rítmico de los dos fagotes y el tambor. Las flautas, así como todo el conjunto de maderas, tienen importantes intervenciones; y, sin solución de continuidad, puede escucharse una música en forma de danza, con el sonido en pizzicato de violas y chelos incorporándose las flautas junto al sonido del arpa, insertándose diálogos de maderas graves y agudas que dan entrada a la tercera intervención solista de Carmen, la ‘Chanson bohème‘, página de gran exigencia vocal, sobre todo en la franja aguda y en las agilidades, que se inicia lentamente y va desarrollándose cada vez a mayor velocidad, hasta adquirir un ritmo frenético, aún más acentuado en la coda orquestal conclusiva.
En este Acto II hace su irrupción escénica el torero Escamillo (barítono o bajo-barítono, con un canto altamente expresivo), que interpreta su canción ‘Toréador, en garde‘, con la música escuchada en la ‘Obertura’. También destaca sobremanera un quinteto, con muchas dosis de humor, donde intervienen Carmen, junto a sus amigas Frasquita (soprano ligera) y Mercedes (mezzo) y los contrabandistas el Remendado (tenor) y el Dancaire (barítono), donde se establecen unos brillantes juegos de voces en conjunción con el sonido orquestal. El momento culminante de este Acto II es el dúo entre Don José y Carmen, quien baila y canta, tocando las castañuelas, algo muy importante y que pocas intérpretes realizan. Dentro de ese dúo, Don José interpreta la famosa romanza de flor ‘La fleur que tu m’avais jetée‘, que exige una depurada línea vocal y un canto de intenso lirismo pleno de matices, teniendo el tenor que elevar la voz a un Si bemol. Este Acto II concluye con un magnífico concertante, verdadero canto a la libertad donde se conjugan música orquestal, coro y voces solistas.
El interludio orquestal que introduce el Acto III es de una sublime belleza, con el sonido conjuntado del arpa y la flauta al que se unen el clarinete y toda la cuerda, con las violas en pizzicato, para concluir maderas y cuerda en un etéreo pianissimo. En continuidad, puede escucharse el comienzo del Acto III con la ‘Marcha de los contrabandistas’, introducida por los acordes de las trompas y donde, de nuevo, brillan los sonidos de las maderas en conjunción con la cuerda, insertándose el coro y las voces solistas que intervienen en un brillante sexteto, que deriva a otro de los grandes momentos de esta ópera, la llamada ‘escena de las cartas’, con el alegre dúo de ‘Melons! Coupons!‘ de Frasquita y Mercedes, donde se echan las cartas para saber su futuro amoroso; también Carmen prueba fortuna con las cartas, ‘Voyons, que j’essaie mon tour… En vain, pour éviter les réponses amères‘, para descubrir que su futuro es la muerte; aquí la cantante tiene que conferir un gran dramatismo a su interpretación, trabajando mucho el registro grave. Otro momento importante de este Acto III es la intervención solista de Micaela en el recitativo-aria ‘C’est des contrebandiers… Je dis que rien ne m’épovante‘. El recitativo es introducido por el sonido del clarinete, y en el aria las trompas tienen gran protagonismo. Se trata de una página de intenso lirismo que exige una muy depurada línea de canto y gran exigencia en el registro agudo con subidas al Si4. Destacar también, el dúo-enfrentamiento de Don José y Escamillo.
El interludio musical con el que se inicia el Acto IV es el polo (canción popular) ‘Cuerpo bueno, alma divina’, compuesto por el famoso tenor sevillano Manuel García. Se trata de una música alegre y festiva donde destacan varios tutti orquestales y tienen importantes intervenciones el oboe y las flautas, junto al sonido constante de la pandereta. En este acto reaparecen los temas de la obertura inicial: la corrida de toros y la ‘Canción del toreador’; se produce un breve dúo de Carmen y su nuevo amor Escamillo. La ópera concluye con el largo dúo de Carmen y Don José ‘C’est toi! – C’est moi!… Où vas tu? – Laisse-moi!‘, de gran intensidad dramática, con momentos de ‘contracanto’ donde se superponen las voces con diferentes mensajes. El tema del destino planea constantemente en este dúo. Y, al final, la muerte de Carmen a manos de un enloquecido Don José, que debe dotar a su canto de patéticos y desgarradores acentos.
Deja una respuesta