Durante el Festival Castell de Peralada de 2014, estábamos listos para ver la ópera Andrea Chénier cuando una voz por megafonía anunció la muerte del tenor Carlo Bergonzi. El público se levantó para un minuto de silencio. Bergonzi, uno de los grandes tenores del siglo XX, había fallecido en Milán el 25 de julio de 2014. El 13 de julio se cumpliría el centenario de su nacimiento.
Por Diego Manuel García
Un gran cantante
La voz de Carlo Bergonzi no era especialmente bella ni voluminosa, aunque con su gran técnica lograba proyectarla muy bien, en grandes teatros como el viejo Metropolitan de Broadway o la inmensa Arena de Verona, escenarios donde cosechó muchos éxitos. Durante sus primeros quince años de carrera su extensión era considerable, entre el grave Do2 y el agudo Do4. A partir de finales de los años 60 sus ascensos a la zona aguda resultaban menos fluidos, algo que se fue acrecentando con el paso del tiempo.
Donde Bergonzi no tuvo rival fue en su elegantísima línea de canto, con un fraseo cincelado y pleno de matices, que daba relevancia a cada frase, a cada palabra cantada, alternando la emisión entre piano y forte. Tenía un gran dominio del fiato para ligar con arte soberano largas frases. Maestro en la regulación de las intensidades y en sombrear las notas, poseía una gran capacidad para los claroscuros. Ofrecía un color homogéneo en todos los registros. En suma, un auténtico estilista, lo que le valió el apelativo de ‘catedrático del canto’.
Temprana vocación musical
Carlo Bergonzi nació en Polesine de Parma el 13 de julio de 1924. En 1940, cuando contaba con 16 años, se produjo su ingreso en el Conservatorio de Pesaro, siendo discípulo de Ettore Campogalliani (años después también fue profesor de Mirella Freni y Luciano Pavarotti), quien clasificó su voz como barítono. Después de tres años de estudios, fue movilizado para servir en el ejército. Por sus actividades en favor de la resistencia fue arrestado y deportado a un campo de concentración en Alemania, donde estuvo confinado, en duras condiciones, entre septiembre de 1943 y la finalización de la guerra.
En 1945 retoma sus clases en Pesaro y en 1948 se produce su debut como barítono, interpretando Fígaro de El barbero de Sevilla de Rossini en el Teatro de Lecce. Durante dos años desarrolla una incipiente carrera como barítono. En septiembre de 1950 estaba interpretando en Livorno el papel de Sharpless en Madama Butterfly y en uno de los descansos, vocalizando en su camerino, comprobó que podía ascender al Do4 y, por tanto, con esta extensión en el agudo su voz no era de barítono, sino de tenor. De manera totalmente autodidacta y en secreto —lo desconocía hasta su propia esposa— estuvo trabajando el reajuste vocal a la tesitura de tenor. En enero de 1951, en el Teatro Petruzzelli de Bari, interpretó el papel para tenor de Andrea Chénier de la ópera homónima de Umberto Giordano, consiguiendo bastante éxito.
Una extensa y muy brillante carrera
Esas funciones de Andrea Chénier supusieron para Carlo Bergonzi el inicio de una carrera muy brillante y extensa, que ocupó prácticamente toda la segunda mitad del siglo XX. También en 1951 fue requerido por la RAI, para participar en varias retransmisiones radiofónicas, coincidiendo con el cincuentenario de la muerte de Verdi. Se programaron algunas de sus óperas juveniles, totalmente olvidadas como e I due Foscari y Giovanna D’Arco, que interpretó junto a Renata Tebaldi; y otra ópera más conocida, Simón Boccanegra. Ese mismo año también debutó el papel de Canio en Pagliacci de Leoncavallo, y en dos roles verdianos esenciales en su carrera: Riccardo de Un ballo in maschera y Don Alvaro de La forza del destino.
En 1952, en las Termas de Caracalla, escenario estival de la Ópera de Roma, interpretó Fausto en el Mefistófeles de Arrigo Boito. En 1953 se produjo su debut en el Teatro Regio di Parma con Un ballo in maschera y realizó su primer viaje a América para debutar en el Teatro Colón de Buenos, incorporando a su repertorio tres nuevos papeles: Don Carlo de la ópera homónima de Verdi, Radamés de Aida y Mario Cavaradossi de Tosca, junto a una ya muy famosa Renata Tebaldi, interpretando Aida y Floria Tosca. Ese mismo año se produjo su debut en el Teatro alla Scala en el estreno mundial de la ópera Masaniello de Giacopo Napoli. Finalizando 1953 debutó en España, concretamente en Bilbao (ese año se puso en marcha ABAO), donde Bergonzi interpretó Un ballo in maschera y Andrea Chénier. En 1955 viajó por primera vez a EE. UU. para debutar en la Ópera de Chicago con dos nuevos personajes, Luigi en Il tabarro de Puccini y Turiddu de Cavalleria rusticana de Mascagni. También volvió al Teatro alla Scala para interpretar una función de la La forza del destino.
El año 1956 es de gran importancia en su carrera, pero antes es preciso relatar una pequeña historia. Corría el mes de julio de ese año y Bergonzi estaba interpretando Manon Lescaut en el Teatro del Casino de Enghien-les-Bains (distrito de París), cuando al final de la función se presentó en su camerino el tenor Mario Del Monaco (ya muy consagrado) para elogiar su interpretación y ofrecerle la posibilidad de debutar en el Metropolitan de Nueva York, donde Del Monaco iba a interpretar Aida e Il trovatore, cediéndole dos funciones. Bergonzi debutó en el Metropolitan con Aida el 13 de noviembre de 1956 y tres días después interpretó su primer Manrico de Il trovatore. En ambas funciones obtuvo un gran éxito y supusieron el comienzo de su larga e intensa relación con el teatro neoyorkino, escenario fundamental de su carrera, donde actuaría ininterrumpidamente hasta 1983, volviendo en 1987 y 1988. Allí intervino en 324 representaciones, que incluían prácticamente todo su repertorio. De Giuseppe Verdi: las ya citadas Aida e Il trovatore, junto a Un ballo in maschera, La forza del destino, Ernani, Macbeth (MacDuff), Luisa Miller (Rodolfo), Simón Boccanegra (Gabrielle Adorno), Rigoletto (Duque de Mantua), La traviata (Alfredo Germont) y la Misa de Réquiem. De Giacomo Puccini: Manon Lescaut (Des Grieux), La bohème (Rodolfo), Tosca (Mario Cavaradossi) y Madama Butterfly (Pinkerton). A los que hay que añadir La Gioconda (Enzo Grimaldo) de Ponchielli; Pagliacci (Canio) de Leoncavallo; Lucia di Larmmermoor (Edgardo) y L’elisir d’amore (Nemorino), ambas de Donizetti; Andrea Chénier de Giordano; y Norma (Pollione) de Bellini. Su despedida del Metropolitan fue con Lucia di Lammermoor, el 12 de noviembre de 1988.
En 1958 debutó con Aida en la Arena de Verona, otro de los escenarios esenciales de su carrera. En Verona actuará casi ininterrumpidamente hasta 1975, con cerca de 100 funciones. Además de Aida, interpretó sus tres clásicos títulos verdianos: Un ballo in maschera, La forza del destino e Il trovatore, junto a La traviata. También Cavalleria rusticana, La Gioconda y Mefistófeles. Ese mismo año se produjo su debut en el Gran Teatre del Liceu con Aida. Al año siguiente, con esta misma ópera, cantó por primera en la Staatsoper de Viena. Con La forza del destino debutó en el londinense Covent Garden en 1962 (teatro con el que tuvo bastante relación) y en la Ópera de San Francisco en 1969.
Durante los años 60, además de sus continuas apariciones en el Metropolitan y en la Arena de Verona, volvió triunfalmente al Teatro alla Scala, después de seis años de ausencia, para actuar ininterrumpidamente entre 1963 y 1968. Allí interpretó sus esenciales títulos verdianos: Aida, La forza del destino (inauguración de la temporada 1965-66), Ballo in maschera e Il trovatore, junto a la Misa de Réquiem y también Mefistófeles, Lucia di Lammermoor y L’elisir d’amore.
En los años 70 siguió triunfando en escenarios de todo el mundo. En los 80 sus representaciones operísticas disminuyeron, centrando su actividad en los recitales. Su última interpretación operística se produjo en 1993, en la Lyric Opera Baltimore, con otra de sus magníficas creaciones, el Nemorino de L’elixir d’amore.
Un gran tenor verdiano
Carlo Bergonzi es considerado el mejor tenor verdiano de la segunda mitad del siglo XX por su absoluto dominio de ese característico estilo de canto que demandaba el compositor de Busetto. He insistido mucho en sus cuatro óperas esenciales: Aida, Un ballo in maschera, Il trovatore y La forza del destino.
Aida fue la ópera que más veces interpretó a lo largo de toda su carrera, con mas de doscientas funciones, la mitad de ellas entre el Metropolitan y la Arena di Verona. Destaca su grabación de estudio, en 1959, junto a Renata Tebaldi (Aida) y Giulietta Simionato (Amneris), con Herbert von Karajan dirigiendo a una suntuosa Filarmónica de Viena. También cabe citar otra Aida tomada en directo desde el Metropolitan, en 1963, magníficamente dirigida por Georg Solti, donde Bergonzi realiza una extraordinaria interpretación de ‘Celeste Aida’, e incluso llega a apianar el Si bemol conclusivo. Está excelente en los dúos con la magnífica Aida de Leontyne Price (compañera ideal de Bergonzi en las óperas verdianas), con su bonita voz oscura, aterciopelada y sensual.
Bergonzi abordó el personaje de Riccardo en Un ballo in maschera, una de sus más referenciales creaciones, existiendo cantidad de grabaciones. Cito su versión de 1966, dirigida por Erich Leinsdorf. En esta grabación, Bergonzi está sensacional en todas sus intervenciones solistas y en el gran dúo del Acto III, junto a Leontyne Price (Amelia). Destaca también la toma en vídeo realizada en Tokio, en 1967, con Bergonzi interpretando a Gustavo III (montaje sueco de Un ballo in maschera), junto a Antonietta Stella (Amelia).
Manrico de Il trovatore fue otra de sus grandes creaciones. Nadie como él ha interpretado de manera más perfecta el aria ‘Ah, si, ben mio‘ siguiendo todas las indicaciones de Verdi, incluso insertando los trinos que figuran en la partitura. En la famosísima cabaletta ‘De quella pira‘ emite muy bien las complejas notas ligadas-picadas, y canta a tono, emitiendo los pertinentes Do4. Se le puede escuchar en la grabación de estudio de 1962, dirigida por Tullio Serafin, junto a Antonietta Stella (Leonora), Fiorenza Cossotto (Azucena) y Ettore Bastianini (Conde de Luna).
Don Álvaro de La forza del destino fue otra de sus grandes creaciones. Muy recomendable escuchar la toma en directo en el Teatro alla Scala, en 1965, junto a la magnífica soprano Ilva Ligabue (Leonora), Piero Cappuccilli (Don Carlos de Vargas) y Nikolái Giaúrov (Padre Guardiano). Bergonzi interpreta de manera extraordinaria su recitativo-aria del Acto II, ‘La vita e un inferno all infelice… O tu che in seno agli angeli‘, y está sensacional junto a Ilva Ligabue en el gran dúo del Acto I. También en sus dúos con Piero Cappuccilli y en el impresionante trío final junto a Ligabue y Giaúrov.
Otras creaciones verdianas de Bergonzi altamente reseñables son el Duque de Mantua de Rigoletto y Alfredo Germont de La traviata, personajes que no interpretó mucho en teatro, pero de los que nos legó grabaciones referenciales: el Rigoletto magníficamente dirigido en 1964 por el checo Rafael Kubelík; y sus dos Traviatas, con Joan Sutherland, en 1962, dirigidos por Thomas Schippers, y con Montserrat Caballé, en 1967, dirigidos por Georges Prêtre.
Destaca su gran creación de Ernani, junto a Leontyne Price (Elvira) que se puede escuchar en una referencial toma en directo desde el Metropolitan, en 1962, con dirección de Thomas Schippers. Y, su gran interpretación de Rodolfo en Luisa Miller, junto a una magnífica Anna Moffo (Luisa), tomada en estudio en 1965, con dirección de Jonel Perlea. Todas estas grabaciones pueden escucharse en YouTube.
En otros repertorios resulta excelente su creación de Mario Cavaradossi en Tosca, la ópera de Puccini que más veces interpretó, y que se puede escuchar junto a una ya decadente Maria Callas en una grabación de 1964 dirigida por Georges Prêtre. Resaltan las muy buenas interpretaciones de sus otros tres personajes puccinianos: Rodolfo en La bohème, Pinkerton en Madama Butterfly y Des Grieux en Manon Lescaut. Excelentes son sus creaciones de Edgardo y Nemorino, respectivamente de Lucia di Lammermoor y L’elisir d’amore, ambas de Gaetano Donizetti. Diferentes versiones de estas óperas de Puccini y Donizetti interpretadas por Carlo Bergonzi están disponibles en YouTube.
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