El debate inacabable sobre la renovación de los públicos de la música académica lleva resonando desde hace una década en diferentes espacios. La teoría de la asociación de este género musical con una clase social determinada como defendía Pierre Bourdieu se pone en la actualidad en entredicho desde la omnivoridad musical, generando una conversación desde distintas posturas para un cometido final: procurar que la música clásica continúe viva.
Por Lorena Jiménez Martínez
Proyectos y debates sin fin
Desde distintas instituciones como el Teatro Real, el Teatro de la Zarzuela o el Auditorio Nacional de Música, existen diversos proyectos destinados hacia los más jóvenes, así como descuentos destinados al rango de edad de entre 18 a 35 años. El Sistema Última Hora, el Sistema Último Minuto, Universidad en Escena, el Proyecto Zarza o los conciertos pedagógicos son algunos de ellos. Por otra parte, diálogos como ÁGORA, celebrado este 2024, pretenden ofrecer una visión global desde el punto de vista de varios expertos con la misma intención. ¿Cuál es el problema entonces cuando hablamos del imaginario de las instituciones que albergan lo que se engloba como música clásica si los distintos agentes se implican en ese cambio? ¿Es el público joven el principal objetivo de atracción o lo son otros? ¿Hay espacio para esos otros?
Este artículo no solo pretende responder a estas preguntas, sino también establecer un nuevo significado al conjunto de nuevas audiencias y su concepción. Si bien es cierto que debe existir una regeneración de la butaca, también deben regenerarse los patrones ya establecidos, creando una dinámica que garantice el derecho fundamental a la cultura de todos los segmentos de la población, independientemente de su procedencia geográfica, económica o cultural.
¿Cuál es la audiencia actual de la música clásica?
Para saber cuál es la nueva audiencia que se quiere atraer, debemos saber cuál es la que se tiene, para así conservarla sin rechazar la apertura a nuevos públicos. A través de una encuesta realizada a 72 personas a la salida del Auditorio Nacional de Música, el Teatro de la Zarzuela y el Teatro Real vamos a aproximarnos hacia el público objetivo del género que nos atañe.
Comenzando con el capital escolar, o titulación poseída, a simple vista se desdibuja una línea que pueda diferenciar un público de otro, existiendo una tendencia más diferencial en el caso del Auditorio Nacional de Música y el Teatro Real. Finalmente, 55 de los 72 encuestados disponen de un grado o posgrado universitario, lo que supone un 76,4 % del total de los asistentes.
Por otra parte, es necesario comprobar cuál es la diferencia principal entre la asistencia a conciertos de géneros no académicos y los géneros que nos ocupan. Un sesgo principal es el conocimiento musical previo a través de estudios reglados o no. En el caso del Auditorio Nacional de Música son 15 de los 24 encuestados los que han estudiado música, ya sea en academias, conservatorios, escuelas municipales o de manera autodidacta. Es la evidencia de que el espacio ya se percibe como un lugar al que asistir implica tener un conocimiento previo. Lo mismo sucede con el Teatro Real, donde 16 de los 24 encuestados han estudiado de una manera u otra música académica, con un menor número de autodidactas. Aunque en el caso del Teatro de la Zarzuela este número no sea tan elevado, hay prácticamente un reparto equitativo en esta cuestión. En general, 39 de los encuestados, el 54,16 %, tienen conocimientos musicales, ya sean en conservatorio, escuela municipal o de manera autodidacta. Es algo estándar que cualquier asistencia a un concierto, independientemente de su género, cuente con una cierta sensibilidad musical previa, sin embargo, no lo es tanto que el 50 % o más de los asistentes sean músicos o hayan estudiado música.
Una de las intenciones también es demostrar si se presenta una variedad en los géneros musicales que escuchan los asistentes o, por el contrario, se limitan a los académicos. Comenzando por el Teatro de la Zarzuela, se observa una evidente tendencia al género que se va a asistir, así como a la música instrumental, el teatro musical, la ópera e incluso el pop y el rock. Es, sin embargo, notable analizar los segmentos que escuchan otros géneros como pueden ser el jazz, el trap, el rap, el reguetón o el techno.
En el gráfico del Auditorio Nacional de Música, el panorama está mucho menos distinguido. Los asistentes escuchan en su mayoría música instrumental y ópera, formando otros géneros como el rock, el pop, la urbana, el flamenco, el jazz o la zarzuela una minoría en los resultados.
En el Teatro Real también ocupa en la mayor parte de los encuestados una predilección por la música académica, ya sea música instrumental, ópera o zarzuela. No obstante, también había una inclinación en alguno de los encuestados por géneros totalmente ajenos a lo que se escucha en el teatro, destacando el R&B, metal y rock.
Estos datos demuestran cómo el concepto de omnívoro musical se ajusta más al perfil de los asistentes del Teatro de la Zarzuela y, en menor variedad, al Teatro Real, mientras que no tanto al Auditorio Nacional de Música, mostrándose menos receptivos y versátiles en la escucha. Con todo, en los tres hay una predilección por la música académica reservada a los espacios a los que se asiste.
La atracción de nuevas audiencias en las instituciones, un objetivo permanente
Macarena Cuenca relata cómo en el primer cuarto del siglo XX, tanto los palcos como las butacas estaban ocupados por personas de la aristocracia, que contaban con abonos para toda la temporada (Cuenca, M. (2013). ‘La ópera como actividad de ocio a lo largo de la historia’. Revista de Humanidades, vol. 28, núm. 2, págs. 301-314). Otros autores como Miguel Ángel Aguilar, ya en 2002, hablan de los cambios de perfil de estas instituciones como ‘un lavado de imagen democrático burgués (…) pero igualmente ‘discriminatorios y elitistas’, si es que estas variables no constituyen una constante de la naturaleza humana’ (Aguilar, M. (2002). ‘Las pasiones desenfrenadas o el eterno secuestro de la ópera’. Cuadernos del Ateneo, núm. 13, págs. 127-131).
Lejos de las críticas externas, directores del Teatro Real como Miguel Muñiz de las Cuevas expresaban que ‘el acceso de nuevos públicos y de los jóvenes a la ópera es un objetivo permanente de todos los teatros’ (Teatro Real de Madrid (2008). Memoria del Teatro Real 2007-2008). Pese a que de esa declaración ya han pasado más de 15 años, el acceso a los nuevos públicos continúa siendo un objetivo primordial y aunque ‘la edad media de los asistentes del Teatro Real ha descendido en los últimos años, no quiere decir que esos esfuerzos se hayan parado (…) Es muy importante para nosotros romper esas barreras, esos prejuicios’, comunican desde el departamento de Nuevas Audiencias.
En el caso del Teatro de la Zarzuela, y en palabras de Francisco Prendes, coordinador de Actividades Educativas y Culturales, pretenden ‘demostrar que es un teatro público abierto a todos los públicos. Es decir, no se trata tanto de generar nuevos púbicos para el futuro como demostrar que el teatro está abierto a todos los públicos’.
Imagen e identificación
Tanto en el Teatro Real como en el Teatro de la Zarzuela se maximizan los esfuerzos para reflejar los valores que se asemejan a una juventud enmarcada en una sociedad progresista. Los cambios de libreto en obras como La violación de Lucrecia dejan ver que ‘es muy importante entender que la zarzuela siempre ha estado viva’ y que ‘pensar que en el siglo XIX alguien escribió un libreto y que ese libreto no se puede tocar, es impensable’, en palabras de Francisco Prendes. Otra de las tácticas que Javi Alonso (creador de contenido) contempla es la contratación de comunicadores como él para atraer al público, en concreto ‘gente que sepa crear contenido y que además sepa del género’. Y es que, respecto a este último punto, es relevante entender cuál es el papel de los comunicadores no solo como objeto de atracción del público sino de una divulgación fiable.
Tanto Francisco Prendes como los representantes del departamento de Nuevas Audiencias del Teatro Real, así como Javi Alonso, tienen claro cuál es una de las raíces del rechazo a la asistencia a los actos: el desconocimiento. Javi Alonso impulsaba la idea de que lo que separa al espectador joven o de clase obrera de asistir a una ópera es que ‘la persona media que va por la calle no sabe qué es una ópera, no sabe cómo luce, cuánto dura, en qué idioma se canta, no sabe que es un espectáculo teatral como cuando van a ver El Rey León‘. Además, habla de la ópera como ‘un arte que ha hecho tanto para separarse de la clase media y baja para tener ese aire elitista que ahora se han dado cuenta de que en esa esfera no hay tanta gente para llenar el teatro y para justificar que una producción sea de un elevado coste’.
Mientras tanto, desde el Teatro Real expresan lo siguiente sobre las estrategias del teatro: ‘El Real lleva a cabo diversas estrategias para mostrar a los jóvenes que la ópera no es solo para personas de una cierta edad o de un determinado nivel socioeconómico, sino que ellos también pueden sentarse en la Sala Principal del Teatro comprando entradas de último minuto por 20 o 35 euros. El problema no es el dinero, sino el desconocimiento y los prejuicios sobre todo lo que rodea al arte más completo que existe, pero esa es nuestra misión: emocionar y seducir con nuestras propuestas al público del futuro’.
Nuevas audiencias, no son audiencias más jóvenes
Aunque la edad es un elemento de interés en las iniciativas y políticas de diversas instituciones, hay una variable que debe añadirse y puede ser incluso más importante: el estrato laboral, social y educativo que el usuario ocupa. Por otra parte, la educación es un factor fundamental para la adquisición de hábitos musicales y detrás de la falta de audiencia de rentas más bajas hay un factor de reclusión que se quiere mantener, un sello de distinción sobre cuáles son las músicas que debe escuchar cada clase social en un estado donde la polarización es cada día mayor. Regeneración en este caso no se refiere tan solo a la edad, sino a la creación de distintas capas de audiencias que no están usualmente asociadas con la música que incumbe esta indagación.
Después de analizar datos y perspectivas, queda confirmado un incremento de público joven por parte de las instituciones, tanto en datos cuantificables como los que no. Pese a ello, aún hay un gran porcentaje de asistentes jóvenes que poseen el mismo perfil, es decir, universitario y conocedor de la música a través de sus estudios. No se diferencia del público más envejecido, generando nuevas capas de audiencia, pero tan solo en lo que a la edad se refiere.
Existe una burbuja entre los asistentes a los eventos, independientemente de su edad, en cuanto al capital escolar medido en nivel de estudios, la inclinación hacia los estudios musicales, las profesiones, así como los gustos y preferencias musicales. Que los perfiles sean tan herméticos e inamovibles hace que existan pocas iniciativas dirigidas a nuevas capas de audiencias ajenas tanto a los jóvenes como a los adultos en situación de desempleo o personas en un umbral de renta más baja, sin estudios superiores y con una predilección por otros géneros musicales. Esto refuerza la idea del habitus y cómo los diferenciados hacen que no se sientan cómodos dentro de espacios donde tradicionalmente se les ha excluido.
Cualquier propuesta se debe centrar en mejorar la difusión y atractivo de la música académica y de las instituciones culturales. Plantear la cultura como un medio de interacción social y construcción de identidad, pero también como una forma de entretenimiento. Propuestas que supongan una actualización de los valores y discursos de las instituciones culturales para alinearse con los movimientos sociales actuales, reflexionando sobre la renovación o legitimación de los valores tradicionales asociados a la música clásica.
Este artículo es resultado de la investigación realizada por la autora para su Trabajo de Fin de Máster en Industria Musical y Estudios Sonoros de la Universidad Carlos III: ‘Configurando nuevos públicos en la música académica. Los casos del Auditorio Nacional, Teatro Real y Teatro de la Zarzuela de Madrid’ (2023), dirigido por Alejandro Barranquero.
Agradecimientos de la autora: Francisco Prendes (Teatro de la Zarzuela), Paloma Alvar (Teatro Real) y Javi Alonso (La Butaca Barata).
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