Bomarzo es una ópera en dos actos y quince escenas en la que se relatan ciertos momentos de la vida de Pier Francesco Orsini. Cada escena mantiene una estructura narrativa evocando la forma de los clásicos griegos: exposición, crisis y resolución, dotado de un preludio y catorce interludios. Tanto la ópera como la novela mantienen una narración en primera persona, que nos sugiere una unificación temporal entre el siglo XVI y el XX. La ópera inicia el relato desde el final con la agonía del duque envenenado, y de ahí surge el recuento de sus desgracias: la muerte de su esposa, el desprecio, su deformidad, etc.
Por Fabiana Sans Arcílagos
Argumento
Acto I
La acción se desarrolla en Bomarzo, Florencia y Roma en el siglo XVI. Se oye a un niño pastor cantar: relata que prefiere quedarse pobre que ser el duque de Bomarzo, con su joroba cargada de pecados.
Pier Francesco Orsini, recostado en la Boca del Infierno —una de sus piedras talladas—, habla con su astrólogo Silvio y su sobrino Nicolás Orsini. Silvio le promete que le otorgará la inmortalidad a través de una poción mágica. El duque la bebe, pero se da cuenta de que lo han envenenado y empieza a recordar los pesares de su vida.
En el segundo cuadro, evoca la niñez de Vicino (también es conocido por este nombre). Sus hermanos le atormentan, le disfrazan de bufón y de mujer y se mofan de su joroba. Su padre le condena preguntándose qué será él en la vida, nada más que un mísero jorobado. Ahora el joven Francesco teme por su vida, sabe que su padre le odia y que probablemente no le deje vivir. Pero a pesar de que el horóscopo asegura su mortalidad, Silvio de Narni invoca a través de la magia negra a los demonios para protegerlo.
Un mensajero anuncia que Gian Corrado Orsini, el gran duque, ha sido herido. Para burlarse de la virilidad del joven Vicino, el duque malherido le envía a la alcoba de Pantasiela. Esta observa que es hermoso, pero no se ha percatado de su joroba. Él se mira en el espejo y se aborrece. Sale mientras ella acaricia el collar de zafiros que el joven le ha llevado. El gran duque, cada día más débil, no apacigua al joven Francesco, ya que él sabe que su hermano también le odia y será el heredero.
Su abuela y protectora, Diana, disfruta con Vicino cerca del Tíber; Girolamo se jacta de su fuerza antes de bañarse y resbala con una roca, golpeándose en la cabeza. El jorobado intenta salvarlo, pero su abuela lo frena: ¡ahora eres el duque de Bomarzo para siempre! Fallece el viejo duque y Pier Francesco, en una magnífica ceremonia, es proclamado duque. Diana le presenta a su nieta Julia Farnese y les convence de que su unión será de beneficio para las familias. Se lleva a cabo la celebración de la boda: Pier Francesco se identifica con las piedras y cumple su sueño de poseer Bomarzo. Se inmerge en un sueño ideal: Julia, Pantasiela y Abul bailan y luchan para poseerlo.
De vuelta a la lucha contra Carlos V, Vicino admira el cuadro de Lorenzo Lotto que lo ha inmortalizado con una imagen idealizada de él. Pero de pronto se descorre el lienzo y su reflejo es proyectado por un espejo que le recuerda su imagen real.
Acto II
En una sala del Palazzo Galeano está Julia Farnese, rodeada por sus doncellas, cantando. Maerbale canta madrigales y toca la zanfoña, mientras Vicino, celoso, se acerca y derrama una copa de vino tinto en el vestido de la joven. La mancha se ve como un presagio.
Julia y el duque de Bomarzo comparten alcoba. Se ha celebrado la boda y una vez juntos en la cama nupcial él empieza a tener visiones demoníacas. En la misma alcoba, Julia duerme, mientras Vicino se lamenta por no haber conseguido lo que quiere. Regresa la pesadilla y el baile erótico del joven: hombres y mujeres desnudos se abrazan, él posee a Julia en el sueño.
El duque sale de la alcoba, entra en la galería de los bustos y abraza a la estatua del minotauro cuyo rostro está destruido. Su ambigua sexualidad le aleja de sus antepasados y se identifica a través de un beso con el destino de la criatura mítica. En el jardín, el duque y Silvio comentan sobre la supuesta relación de su esposa con Maerbale y crean un plan para que este se acerque a la alcoba de Julia. Ya en el sitio, la joven lo recibe extrañada y Abul apuñala con una daga a Maerbale.
Ya tallados cada uno de los grotteschi en el parque de monstruos de Bomarzo, Pier Francesco se congratula con su creación. Silvio, el astrólogo, lleva la poción inmortal que ha preparado para Vicino. En las sombras, Nicolás Orsini, que ha visto cómo asesinaban a su padre, mezcla la poción con veneno y tras los ruegos del duque empiezan a aparecer monstruos, y el duque cae muerto en la Boca del Infierno. El pastor que canta le besa en la mejilla entonando su lamento.
Conversaciones con Mujica Láinez
Bomarzo es considerada una de las novelas más relevantes del siglo XX. Su autor, el argentino Manuel Mujica Láinez ‘Manucho’, la publica por primera vez el 8 de junio de 1962 y con ella gana al año siguiente el Premio Nacional de Literatura. Con esta obra, Mujica Láinez se introduce en la novela histórica a través de lo fantástico, completando el ciclo de esta vertiente con las novelas El Unicornio y El Laberinto, ambientada en la España del siglo XVI.
‘Manucho’, como era llamado por sus amigos, conoce la existencia del bosque por un artículo de prensa en el que entrevistaban a Salvador Dalí, que contenía algunas fotografías del bosque. Su impresión fue tal que, unos años más tarde de esta lectura, viaja a Italia y aprovecha la ocasión para conocer Bomarzo. Mujica comenta —en una grabación realizada por la Radio Nacional de Argentina— que no recordaba el nombre del lugar, y tras una larga búsqueda entre conocidos y amigos, el joven arquitecto Nato Frascá le da la ubicación de tan preciado lugar.
Fue al bosque el domingo 13 de julio de 1958, acompañado por el pintor Miguel Ocampo y por Guillermo Whitelow, a quienes dedica su novela: ‘cuando bajamos al parque ese de los monstruos, que nos acompañaba un chico como de 8 años que nos guiaba entre esa espesura con los monstruos totalmente destruidos, un día de mucho calor, con muchas moscas, mi impresión fue esa, que yo había estado antes. Y entonces les dije a ellos: yo voy a escribir una novela que va a suceder en este sitio […] y se la voy a dedicar a ustedes dos’.
En la misma grabación se puede conocer de primera mano la concepción de la historia, en la que nos dice que gran parte es imaginación y otra real; esta última no es la más amplia, pero ‘ha servido como base para la construcción de todo el personaje. Lo que se sabe de Francesco Orsini, recogido en libros de genealogía y en libros de historia, lo sitúa […], y se sabe lo más importante de todo, que es a él a quien se deben los bosques de piedra de Bomarzo’. Por otro lado, la parte imaginaria procede del encuentro del escritor con el sitio; relata que él tuvo la impresión de haber estado antes en ese lugar, de haber vivido ahí una vida. Así, Mujica rescata esa sensación a través de la imaginación, conjugando los dos elementos. Deja ver en la entrevista que se siente totalmente identificado con la vida del duque, llegando a relatar que a pesar de que su libro esta hecho sobre documentos con un gran rigor, él es la reencarnación de Francesco Orsini.
Siete cuadernos de apuntes, notas e impresiones se transforman en las primeras líneas de la novela. Dos años después de su primera visita, regresa el escritor al bosque en el que conoce el Palazzo Orsini, que servirá de inspiración al Castillo de Bomarzo. En esa misma visita, el autor encuentra otra fuente de inspiración, el cuadro de Lorenzo Lotto que vio en su visita a la Academia de Venecia. Relata: ‘con ese cuadro me pasó exactamente lo mismo que me había pasado en Bomarzo. […] Iba de sala en sala, y ya estaba imaginando a ese personaje. Entro en una sala y veo ese gran retrato de Lorenzo Lotto de un personaje desconocido y entonces le dije a mi amigo: ‘ese es el duque de Bomarzo’. […] Y entonces ese retrato me fue muy útil cuando yo hacía el libro, porque de una serie de elementos que hay en el retrato, yo saqué varios temas para el libro. Por ejemplo, […] el sombrero que está colgado atrás tiene una medalla, de ahí sale la medalla que yo hago que le regalen al muchacho jorobado’. Mujica Láinez termina de escribir su novela el 7 de octubre 1961, ‘en el aniversario de la batalla de Lepanto’, importante suceso en la vida de Pier Francesco Orsini.
Op. 32 y Op. 34: de la cantata a la ópera
Alberto Ginastera es recordado por ser uno de los compositores latinoamericanos más importantes del siglo XX. Miembro de la Academia de Buenas Artes de Argentina y fundador de la Liga de Compositores y de la Escuela de Altos Estudios Musicales del Instituto Di Tella en Argentina, fue un alto representante del nacionalismo argentino, aunque en su último período destaca por entrelazar elementos propios con otros más vanguardistas como el dodecafonismo, siendo de esta última etapa sus tres óperas Don Rodrigo, Bomarzo y Beatriz Cenci.
La primera idea de musicalizar la novela de Mujica se hace latente el 1 de noviembre de 1964 con el estreno de la Cantata Bomarzo para narrador, cantante (barítono) y orquesta de cámara Op. 32 de Alberto Ginastera, estrenada en la Biblioteca del Congreso de Washington (quien había hecho el encargo) y posteriormente en el Teatro Colón de Buenos Aires (Argentina) el 29 de agosto del mismo año. La cantata se divide en seis números: ‘El horóscopo’, ‘La angustia metafísica’, ‘El retrato’, ‘La búsqueda del amor’, ‘Los monstruos del sacro Bosque’ y ‘Eternidad de Bomarzo’. Estos números se entrelazan entre aria y recitativo, música, poesía (del mismo Mujica Láinez) y prosa narrada en primera persona. La textura musical, propia de las vanguardias compositivas, crea una simbiosis entre las sonoridades antiguas con la utilización de instrumentos como el clave o la viola de amor y, las más novedosas como la batería o los clusters.
Ese mismo año Hobart Spalding, presidente de la Opera Society, le solicita a Ginastera la composición de una ópera para la celebración del décimo aniversario de la sociedad lírica de Washington. Este acepta y junto a Mujica se embarcan en la realización del libreto, finalizándolo en 1966.
Finalmente, la ópera Bomarzo es estrenada el 19 de mayo de 1967 en el Auditorio Lisner en Washington, con libreto de Manuel Mujica Láinez y música de Alberto Ginastera; la obra se catalogará con el Op. 34 y va a tener gran éxito. El elenco de esta primera función estuvo integrado por Salvador Novoa, Isabel Penagos, Claramae Turner, Richard Torigi y Joanna Simon, conducido por Julius Rudel y dirigido en la escena por Tito Capobianco. Seguido a este estreno, un año después, Bomarzo será estrenada en el Lincoln Center de Nueva York con el tenor Salvador Novoa y en 1970 en Suiza y Alemania. En Argentina no se estrenará hasta 1972.
La orquesta (igual que en la cantata) está dotada de instrumentos antiguos como el clavicordio, la viola de amor, zanfoña; populares, como la mandolina; y novedosos, como la gran variedad de instrumentos de percusión, sesenta y ocho para ser exactos. El coro, colocado en el foso de la orquesta, también forma parte de este desdoblamiento entre la antigüedad, lo renacentista y actual; algunas veces cumple la función de comentarista de la tragedia, otro de coro tradicional o llega a emplear técnicas como silbidos, zumbidos, gritos, etc., que sugieren, por ejemplo, susurros en escena.
A nivel compositivo, Ginastera está inmerso en su tercer período —en el de las vanguardias— y lo expone magistralmente a través de series dodecafónicas, microtonales y procedimientos aleatorios que podemos escuchar tanto en la cantata como en la ópera. Además, texturas orquestales como ‘nubes’, ‘constelaciones’ y clusters de acordes estáticos análogos a la intemporalidad de las rocas talladas. Además, podemos encontrar pasajes que nos evoquen a otras óperas, por ejemplo el Lamento de Tristán, que canta el niño pastor al principio y al final de la ópera. También se encuentran ‘motivos’ realizados a través de un conjunto de modalidades de doce notas básicas subordinadas a otras doce notas que nos presentan las formas opuestas como la inocencia y la culpa, el sueño y la realidad, la belleza y la deformidad. Por su parte la voz recorre desde el canto en su forma más clásica, pasando por el recitado, el cantado-hablado y la narración.
…Y, ¿en Argentina?
Después de su gran éxito en los Estados Unidos, Bomarzo sería llevada a los teatros argentinos. Con esta primicia, el director del Teatro Colón anuncia que la ópera de Ginastera tendrá su gran estreno en Suramérica en la temporada de 1967, programada para el 4 de agosto de ese año. Previo al estreno para el público, se realiza el 9 de julio una función de gala, a la que asisten, entre otros, el presidente argentino Juan Carlos Onganía. Durante dicha función, el presidente ordena al intendente de la ciudad que elimine inmediatamente Bomarzo de la programación y publica la prohibición de la ópera en el decreto 8276: ‘[…] prohíbe la representación en el Teatro Colón de la ópera Bomarzo […] Considerando […] que a raíz del estreno de Bomarzo en Washington, esta Intendencia Municipal recién pudo tomar conocimiento cabal de los aspectos característicos de dicho espectáculo, en cuyos quince cuadros se advierte permanentemente a referencia obsesiva al sexo, la violencia y la alucinación, acentuada por la puesta en escena, la masa coral, los decorados, la coreografía y todos los demás elementos […]’.
Este acto trajo consigo gran repercusión pública y rechazo al gobierno argentino por actos de esta índole, no solo contra Bomarzo, sino con el arte en general ya que tanto Ginastera como Mujica eran miembros de la Academia de Bellas Artes y grandes representantes de la cultura argentina. Uno de los grandes críticos ante este acto fue el compositor Luigi Nono, quien prohibió la ejecución de sus obras en este recinto mientras se mantuviese la censura. A este reclamo se le suma una protesta realizada en el Instituto Di Tella, con un acto público presidido por Nono y Ginastera, que llevó a la renuncia del intendente de la ciudad, el coronel Schettini.
Finalmente, y tras años de decaimiento del gobierno, el 29 de abril de 1972 se estrena en Argentina Bomarzo, en las voces de Salvador Novoa, Renato Cesari, Jorge Algorta, entre otros, con la dirección escénica de Capobianco —igual que en su estreno— y bajo la batuta de Antonio Tauriello.
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