La mayoría de nuestros lectores habrán reparado en que este año se le ha prestado especial atención a una compositora veneciana, barroca, a quien se le ha tildado como la primera compositora ‘profesional de la historia’. Se trata de la gran e inigualable Barbara Strozzi, una de las autoras de música vocal profana más prolíficas de todo el Barroco que, si bien ha pasado casi de puntillas por los libros de historia de la música, cuando no ha sido directamente omitida.
Por Fabiana Sans Arcílagos & Lucía Martín-Maestro Verbo
La vida de la Strozzi es inusual desde el primer momento: hija de una sirvienta, Isabella Garzoni, más conocida como ‘La Greghetta’ y de padre desconocido, fue en principio bautizada como Barbara Valle aunque posteriormente se convertiría en la figliuola elettiva o hija adoptiva del poeta y libretista Giulio Strozzi. Las malas (o buenas) lenguas dicen que el motivo de esta adopción no puede ser otro que una manera de reconocer su paternidad, teoría avalada por el hecho de que este nombraría a Barbara su única heredera, siempre que sobreviviera a Garzoni, lo cual alimenta la sospecha de que pudieran ser amantes. Sea como fuere, es algo que a día de hoy no podemos asegurar y que, llegados a este punto, es casi del todo irrelevante, pues a pesar de sus orígenes, Barbara pudo llegar a ser quien fue solo gracias a su excelso trabajo.
Lo que sí que debemos reconocer es que, probablemente, gracias a Giulio, Barbara pudo gozar de una educación impensable para las mujeres en esa época. Inmersa y rodeada por un mundo literario y musical del más alto nivel, tuvo la oportunidad de poder formarse como cantante y además, el gran privilegio de estudiar composición ni más ni menos que con el celebérrimo Francesco Cavalli. Ya en 1634, con tan solo 15 años, la encontramos como cantante y compositora asociada a la Accademia degli Incogniti, fundada por Giovanni Francesco Loredano y a la que pertenecía Giulio. En esta academia, Barbara ofrecía conciertos y amenizaba las tertulias de sus invitados. Pocos años después, en 1637, su padre fundaría la Accademia degli Unisoni, la Academia de los Unísonos, donde los múltiples talentos de Barbara como cantante y laudista eran importantes atracciones. En dicho entorno, la compositora era reconocida por su intelecto e ingenio, llegando incluso a presidir las reuniones y debates, siendo ella quien decidía los temas a tratar. En 1638, la academia publicó un informe de las reuniones celebradas por el grupo durante el año anterior, bajo el título Le Veglie de’Signori Unisoni y es en este documento donde se la nombra, por primera vez, como Barbara Strozzi, el nombre con el que editó sus publicaciones.
Las habladurías no tardarían en aparecer, y pronto se le acusó a Strozzi de ser una ‘cortesana’, es decir, una prostituta de alto standing vinculada a la vida artística veneciana. Posiblemente este bulo corriera en parte a causa de un retrato que circuló en el que la autora mostraba un pecho. Un semidesnudo que representa a una joven muy atractiva con cabello castaño oscuro y una mirada desafiante y directa, aunque si le damos otra lectura, bien podría representar su poder y temperamento artístico, así como su maternidad.
Pero los rumores no frenarían ni lo más mínimo a esta apasionante mujer que, a la edad de 20 años, ya contaba con una fortuna tal que podía permitirse no solo prestar grandes cantidades de dinero sino, además, mantener a su padre y a sus hijos.
La obra de Strozzi es especialmente llamativa por el delicado nexo que establece entre texto y música, posiblemente influenciada por la poesía de su padre. Su producción consta, fundamentalmente, de música vocal profana, y está en su mayoría escrita para soprano solista con bajo continuo, lo cual nos hace pensar que probablemente escribiera para sí misma. La práctica totalidad de sus ochenta y dos piezas publicadas llevan título ‘cantata’, y son obras largas, conformadas por distintas secciones contrastantes, aunque también publicó obras bajo el epígrafe de ‘arias’, que eran canciones más sencillas, estróficas y usualmente con estribillo.
El estilo de su maestro Cavalli se hace patente en la obra de Barbara, sobre todo en los cambios fluidos en la música, ligados a los cambios expresivos en el texto. Su estilo es claramente más lírico que declamatorio, y se caracteriza, entre otras cosas, por emplear largos melismas en sus composiciones. Además, el lenguaje armónico que emplea es de lo más arriesgado para la época, con un exquisito trato de las disonancias.
Las primeras composiciones de Barbara se basarían en textos de su padre, editando en 1644 la primera de sus ocho publicaciones: un volumen de madrigales que, además, firmaría con su propio nombre. Se trata de una de las primeras mujeres que pudo firmar su propia obra y que no fue obligada a usar el pseudónimo de un nombre masculino.
Pero pronto aceptaría desafíos de los miembros de la Academia, quienes le proporcionarían textos con el objetivo de que ella les pusiera su música. A menudo estos textos eran poesías amorosas, con contenido irónico y burlón, escritos en estilo marinista, con gran virtuosismo, cargados de juegos de palabras y sensualidad con el objetivo de dejar sorprendido o far stupire al oyente. Barbara adaptaría su trabajo con gran destreza, pues tiene una innegable habilidad para exprimir la expresividad de los textos y para cambiar del recitativo al arioso siempre que sea necesario. El ritmo de publicaciones sería exponencial y tras la muerte de su padre, en 1652, llegó a multiplicarse, siendo su último volumen publicado en 1664, aunque en 1665, escribió una colección de canciones para Carlo II, Duque de Mantua. A partir de entonces, su biografía comienza a ser difusa. Se sabe que para entonces, y desde hacía algunos años, ya tenía cuatro hijos cuya paternidad, de al menos tres de ellos, ha sido atribuida a Giovanni Paolo Vidman, un amigo de Giulio. Sin embargo, Barbara, por elección propia, nunca llegó a casarse, algo también insólito para la época.
Fernando dice
Creo que el dato de ser la primera mujer en publicar es incorrecto. Maddalena Casulana ya publicó algunos de sus madrigales en 1568 con ayuda de Isabel de Medicis.
Melómano Digital dice
Estimado Fernando:
Efectivamente, Maddalena Casulana fue la primera mujer en la historia en publicar. A pesar de que alguna de sus obras ya habían aparecido en antologías como la de Giuglio Bonagiunta, fue en Venecia, en 1568, cuando publica su Primo libro de madrigali a quattro voci, dedicado a Isabel de Médici, el que contiene una importante dedicatoria resaltando el valor de la música escrita por mujeres.
Lamentamos profundamente el error, ya que lo que se buscaba resaltar es que Strozzi fue «una de las primeras mujeres que pudo firmar su propia obra (…)».
Gracias por leer Mulierum y por el interés en los artículos. Esperemos atraerlo con otros títulos y ayudar en la difusión de las mujeres en la música.
Saludos,
Fabiana Sans Arcílagos y Lucía Martín-Maestro Verbo