Este año 2021 conmemoramos los 100 años del nacimiento de Astor Pantaleón Piazzolla, genial compositor que consiguió hacer trascender el tango de lo popular a las salas de conciertos más prestigiosas del mundo y consolidarlo como parte del repertorio académico más singular. Sus composiciones son muy originales, poseen un aroma especial y característico, y son muy versátiles y adaptables a múltiples tipologías de conjuntos.
Su obra nos ha aportado un aire fresco inusitado y ha adquirido un sabor particular en manos de los mejores intérpretes, consiguiendo un importante espacio en lo que denominamos música culta. Y es ahí donde radica la importancia de su música, un reto para cualquier manifestación popular que se precie. El propio Piazzolla lo definió en los siguientes términos: ‘Soy hombre de tango. Mi música hace pensar: a los que aman el tango y a los que quieren la buena música’.
Por José Manuel Gil de Gálvez
Fundación Hispania Música-Concerto Málaga
El tango
Si en la actualidad tratamos de encontrar el significado del origen del tango, no cabe duda de que pondremos el foco en el tango argentino rioplatense, que desde comienzos del siglo XIX comienza a recoger los elementos populares argentinos para convertirse en su arte musical por excelencia, santo y seña del país, tanto dentro como fuera de sus fronteras, donde causa furor y aglutina legiones de aficionados en países tan distantes a nivel geográfico y cultural como pudiera ser Finlandia o incluso el lejano Japón. Por ello, hoy día lo consideramos como una expresión de la humanidad que atañe a los parámetros de la música y la danza. Desde 2009 se incluye en la lista del Patrimonio Mundial Inmaterial de la UNESCO.
Dicho esto, y con el afán de buscar eslabones que pudieran indicarnos algún tipo de antecedentes relacionados con esta singular expresión artístico-popular, habremos de irnos a lo que en España se ha entendido por tango, un palo básico del flamenco. De nuestro tango flamenco, o como se conoce el estilo ‘por tangos’, existen variadas modalidades, entre las que destacan las de Granada, Cádiz, Triana, Jerez y Málaga. Respecto del origen de este, diversos autores señalan que el nacimiento del tango flamenco se reparte entre Cádiz y Sevilla, desde donde desplegó su influencia hacia América del Sur, pudiendo cristalizar en lo que posteriormente se denominó tango rioplatense. Por otro lado, también tenemos en España ‘el tanguillo’, cante aflamencado con copla que se aproxima en cierta manera al tango flamenco. Concretamente este es un cante genuinamente gaditano y, desde su origen, ‘el tanguillo’ o ‘tango de Cádiz’ fue muy aceptado por el público debido a sus características letras alegres y jocosas, sátiras populares de extensión a otras provincias andaluzas.
Quizá, por qué no decirlo, todo este concepto del tango flamenco pudiese tener algo que ver como germen antecesor de los orígenes del tango que nació en los arrabales de Buenos Aires y, que desde entonces hasta ahora, ha alcanzado cotas de popularidad inusitadas convirtiéndose en un elemento de identidad nacional argentina, con presencia en prácticamente el mundo entero. Sea como fuere, sin lugar a dudas, comparten un nexo indubitadamente común que sitúa sus orígenes en el ámbito popular como medio de expresión social que manifiesta un claro sentimiento profundo de comunidades con un gran pasado común.
Por otro lado, centrándonos en el concepto del tango en el ámbito de la música académica, hemos de decir que encontramos un primer gran hito esencial en el ‘Tango’ perteneciente a la Suite España (Seis hojas de álbum opus 165) de Isaac Albéniz. Es conocido el paso de Albéniz por Argentina, y su más que previsible disfrute de estos sones, así como también sus diferentes visitas a Cádiz y profundo conocimiento de su acervo musical popular. Obviamente no es necesario explicar el trabajo y la habilidad de este gran compositor español para poner las melodías populares al servicio del arte pianístico, y en su ‘Tango’ quizá se encuentra el mejor nexo común entre este estilo de ida y vuelta, pues no deja de ser un tango antiguo con aromas gaditanos.
Una vez expuestos los antecedentes del tango, es sin duda la figura del genial Astor Piazzolla la que recoge en sus primeros años las tradiciones del tango argentino más tradicional, haciéndolo evolucionar a parámetros jamás vistos con anterioridad, una innovación que produjo mucha controversia entre los más puristas.
Astor Pantaleón: orígenes y formación
La vida de Piazzolla parte de orígenes muy humildes. Él mismo decía: ‘yo nunca pasé hambre, pero sé mucho de andar sin un mango en el bolsillo’. Desde esta realidad, su relación con el tango comenzó concretamente en Nueva York, escuchando los discos de su padre emigrado de Argentina. Fue su primer maestro, Wela Bilda, un pianista húngaro vecino de la familia, quien le dio sus primeras lecciones serias de música.
Pero lo que marcó su vida musical y artística fue su contacto y amistad con Carlos Gardel siendo aún muy joven. De hecho, con solo 13 años actuó en la película El día que me quieras con el propio Gardel. Allí en Nueva York estuvo trabajando con él durante un año y medio por diversos teatros y, como recordaba el propio Piazzolla, ‘por una indisposición, Castellanos (el pianista de Gardel) no pudo tocar, y entonces Gardel actuó casi solo, es decir, sin más acompañamiento que el de mi bandoneón… cantó todas las piezas de la película El día que me quieras…’. Es precisamente este contacto con el más grande cantante de tangos lo que produjo un gran impacto musical en el joven Piazzolla, que durante toda su vida alabó sus melodías como únicas y geniales.
Siguiendo con su formación, por mediación de Arthur Rubinstein pasa a estudiar con el compositor Alberto Ginastera, su primer maestro, el cual curiosamente tuvo a Piazzolla como su primer alumno. Este le dio la base clásica, lo instruyó en orquestación y además logró transmitirle el humanismo y la estética de sus mensajes, logrando hacerle ver la importancia de que un músico no debía quedarse únicamente en sus partituras, sino que debía ser una persona culta con conocimientos sobre pintura, literatura, teatro o cine. Este aspecto fue un impacto de alto voltaje para Piazzolla, pues por entonces, y según sus propias palabras, ‘con sus amigos de la banda de Troilo solo hablaban de fútbol…’.
Su siguiente parada formativa fue ni más ni menos que Nadia Boulanger, consideraba entonces como una de las mejores pedagogas que había en el espectro de la música académica, discípula de Ravel, Copland, Bernstein, entre muchos otros grandes. Esta fue la que descubrió al verdadero Piazzolla, la que lo puso en el camino y acabó con su confusión. Cuenta el propio Piazzola que tras tocar un tango para ella por primera vez y con mucho rubor, le dijo: ‘Astor, esto es hermoso, me gusta mucho, aquí está el verdadero Piazzolla, no lo abandone nunca’. Como gran maestra, estas palabras supusieron la gran revelación de su vida musical.
La innovación del tango argentino a pesar de la resistencia de los puristas
Para nosotros, la importancia de Piazzolla radica justamente en los elementos de innovación que le procura al tango, haciéndolo evolucionar de lo popular a lo académico, y dándole rango a un estilo que consigue transformar en un crisol de piezas de primer orden, que se perpetúan en el repertorio de los mejores intérpretes y salas de concierto del planeta como autor digno de estar entre los mejores de la historia de la música universal.
Esta innovación produjo una controversia con los más puristas que le persiguió toda la vida. En una ocasión, en la Buenos Aires de los años 70, tras uno de sus conciertos, se realizó un debate entre público y músicos, algo de moda por entonces, y alguien le preguntó: ‘maestro, ahora que terminó el concierto, ¿por qué no se toca un tango?’. La reacción de Piazzolla fue tirarle una carpeta. Para entender este contexto, él mismo nos dice al respecto: ‘yo hice una revolución en el tango, rompí con viejos moldes, y por eso me atacaron y tuve que defenderme diciendo a veces una palabra de más… He sido un artista muy discutido en mi país y, por el contrario, muy elogiado en el exterior, donde nadie se le ocurrió pensar si mi música era tango o no’. Efectivamente, en muchas ocasiones tuvo que defenderse con palabras que no agradan a parte del público habitual del tango clásico, rasgo indubitable de su carácter y arrojo, y prosigue: ‘el problema es que en Argentina todo se puede cambiar menos el tango… el tango es considerado casi como una secta, hacer siempre lo mismo… a mí se me ocurrió cambiar y tuve muchísimos problemas… Yo estoy en contra de todo lo que se repite y de todo lo que es fácil… El tango no tiene por qué ser lacrimógeno como decía Borges’.
Y el tiempo le dio la razón, conceptuado a la perfección por Osvaldo Golijov: ‘Piazzolla es uno de los grandes de la segunda parte del siglo XX, su música y su nombre van a perdurar más que los de otros compositores, mucho más que el nombre de otros que hace treinta, cuarenta o cincuenta años parecieran que iban a ser los que perduraran’.
Un catálogo de obras para las mejores salas de conciertos
Piazzolla nos lega un crisol de piezas que se han convertido en grandes clásicos, no hay más que recordar piezas como Libertango, Las Estaciones Porteñas o El Gran Tango, por citar algunas de las más significativas. Pero destacan sobremanera dos piezas, tanto por el motivo de su composición como por su posterior proyección, pues adquieren en la historia un significado especial: Adiós Nonino y Oblivion. La primera de ellas es uno de los temas mas emblemáticos, sino el que más, el cual tiene una historia muy humana y bella en su creación. Esta se sitúa tras el fallecimiento de su padre y su vuelta a casa en Nueva York tras una gira. Según su esposa, tras llegar a casa y asumir la triste noticia, comenzó a tocar en su cuarto su tema ‘Nonino’ y después trascendió una melodía desgarradora y triste, que acabó inmortalizada como Adiós Nonino. Además, añade que cuando terminó de tocar el bandoneón lo escuchó llorar como nunca antes y después. Esta pieza contiene un importante detalle, fue la única que compuso desde el bandoneón, pues siempre empleó el piano.
La segunda pieza que destaca, es la milonga Oblivion, que significa ‘olvido’, compuesta durante la década de los 80. Una melodía cargada de nostalgia que atrajo al director de cine Marco Bellocchio, que la incluyó dentro de la banda sonora de Enrico IV, consagrándola como una de sus melodías más populares que aportó un enorme impulso a su carrera.
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