Aroldo constituye una importante revisión de Stiffelio, sensiblemente mejorado, sobre todo en materia de orquestación. No en vano han transcurrido siete años desde el estreno de Stiffelio en 1850 (último título de los llamados ‘años de galera’) y el Aroldo, donde el compositor de Busetto realiza una recreación tamizada a través de los hallazgos que supusieron su trilogía popular: Rigoletto, Il Trovatore y La Traviata, seguida de Las Vísperas sicilianas y ya, como preámbulo, de una ópera de verdadera entidad como Simón Boccanegra. Un Verdi rico y famoso ha conseguido trabajar mucho más lentamente, revisando a conciencia su escritura musical que, en última instancia, va a propiciar su espléndida etapa de madurez.
Por Nieves Pascual
La génesis
Desde su estreno en Trieste, Stiffelio había tenido muchos problemas con la censura y dificultades para ser representada. Los censores provocaron el cambio de título y argumento, convirtiendo al pastor protagonista en un ministro, Guglielmo Wellingrode, en las producciones de Roma, Nápoles o Palermo. Todo ello contribuyó a que esta obra desapareciera pronto de los escenarios y predispuso a Verdi a revisarla con ocasión de la inauguración del Teatro Comunale de Rímini.
Verdi permaneció en Italia los siete primeros meses de 1856, trabajando en las revisiones de Stiffelio y La bataglia di Legnano. El libretista, Francesco Maria Piave, viajó a Santa Ágata el 28 de marzo para trabajar en el futuro Aroldo. Apenas hay documentación sobre esta transformación: la falta de correspondencia está justificada por el trabajo conjunto de los dos autores en la villa. Durante la primavera completaron buena parte de la tarea, confiando en que la nueva obra ya no fuera objeto de censura. Las vacaciones veraniegas sirvieron a Verdi para recuperarse de esta dura época. Llegó a París en agosto y allí siguió trabajando en el Aroldo. Ya en otoño comunicó a Piave que no regresaría a Italia, pero le envió una sección del texto y le solicitó una nueva cabaletta para el tenor.
Fue el encargo del Simon Boccanegra el responsable de que el trabajo en Aroldo se retrasara. Sin embargo, en julio de 1857 la partitura ya estaba acabada y dispuesta a ser estrenada en Rímini. En esa época la población estaba regida por la autoridad pontificia, por lo que la eliminación de las polémicas escenas del Stiffelio había tenido que ser llevada a cabo con gran atención y la identidad del protagonista, transformada en la de un cruzado medieval.
Rímini era entonces una localidad poco poblada, pero que gozaba de una importante cultura operística. A su teatro acudían espectadores de otras localidades, por lo que su aforo ya resultaba insuficiente y había surgido la necesidad de edificar un nuevo teatro.
Un auténtico éxito
Fue precisamente con ocasión de la inauguración de este nuevo Teatro Comunale cuando se estrenó Aroldo. La dirección musical estaba a cargo de Angelo Mariani, con quien Verdi entabló a partir de este momento una estrecha amistad que marcaría los siguientes años. Los cantantes elegidos para la ocasión no eran excepcionales, pero dieron lo mejor de sí. En una carta con fecha de julio del 57 a Ricordi, Mariani afirmaba: ‘Los ensayos con piano van viento en popa, y Verdi y yo nos turnamos en este trabajo’. Un mes más tarde comenta: ‘El primer ensayo orquestal con los cantantes y los coros fue espléndido y lo hicimos sin interrupción, desde el principio hasta el fin. Verdi estaba muy satisfecho con la orquesta y la elogió en más de una ocasión, diciendo bravi, bravi, e molto… Como siempre, los cantantes han obligado a Verdi a trabajar como un burro para enseñarles sus partes…Verdi se siente muy, muy feliz, y yo también’.
Mariani tenía reservas acerca de la soprano, Marcellina Lotti Della Santa, a la que, a pesar de haber sido elegida por Verdi, definía como ‘una voz preciosa pero carente de sentimientos artísticos’.
No obstante, el estreno del 16 de agosto fue un éxito. Rímini recibió numerosos visitantes de Toscana y Umbría, que aplaudieron haciendo que el autor saliera a saludar veintisiete veces, siguiéndolo luego con vítores hasta su apartamento. En palabras de Mariani: ‘Aroldo provocó euforia. No hubo una sola pieza que no fuera aplaudida; el maestro fue llamado al escenario un sinfín de veces. Se siente muy feliz de que la representación haya cosechado un éxito tan extraordinario’. Este éxito se propagó a otras ciudades como Turín, Treviso y Venecia.
La obra
Aroldo es un melodrama en cuatro actos con libreto de Francesco Maria Piave basado, fundamentalmente, en dos textos de Walter Scott: The Betrothed (1825) y el poema The lady of the lake. Toma también elementos de otras fuentes, como es el caso de los nombres de algunos personajes, inspirados en Harold, the last of the Saxon Kings, de Edward George Bulwer-Lytton (1848).
El tema de la ópera, al igual que la de su predecesora Stiffelio, es el adulterio y posterior perdón marital. Los tres personajes principales, en los roles del tenor, soprano y barítono, presentan perfiles psicológicos muy bien definidos.
El tenor protagonista es Aroldo, cuyas numerosas intervenciones, en las que predomina el estilo recitado (véase el discurso interválico en ‘Vi fu in Palestina’ –primer acto-, donde predomina el unísono), se sitúan mayormente en el registro central. Los pasajes con grandes saltos (ascenso de octava en ‘Io volli in pace vivere’ – tercera escena del cuarto acto- ) sugieren reacciones descontroladas y enérgicas, aproximándose al estilo vocal que suele asignarse a los llamados tenore di forza, dentro de ese característico estilo de canto verdiano.
Mina, su arrepentida esposa, tiene voz de soprano. El perfil de su papel se asimila al estilo belcantista (‘Ah dal sen di quella tomba’ –segundo acto-). A lo largo de las diferentes intervenciones se va definiendo su logrado perfil psicológico, que adquiere casi tanto protagonismo como el de su compañero masculino.
Hay que destacar también el rol de Egberto, suegro de Aroldo y padre de la adúltera Mina. El perfil psicológico de este papel responde al tópico del vengador de la honra. En cuanto a los otros papeles, cabe destacar los personajes del piadoso ermitaño Briano (bajo) y de Godvino (tenor), amante de Mina, cuyo papel se limita al de mero desencadenante de los hechos, sin poseer gran importancia dramática, si exceptuamos su duelo con Egberto del Acto III.
Mucha música de Stiffelio se respetó y se conservó prácticamente intacta para su transformación en Aroldo, si bien con un estilo más cuidado y depurado. Así, por ejemplo, aun conservándose los actos segundo y tercero casi íntegros, el primer acto se hará más fluido. También se mantuvo la obertura –la más larga compuesta por Verdi, con casi diez minutos de duración- en el que sólo se incluyeron algunos detalles, como es el caso del motivo en el andante de las trompetas, que aparecerá posteriormente en otros momentos de la obra.
Ya en el segundo acto hay que destacar el cambio de la trivial cabaletta de Mina por el ‘Ah dal sen di quella tomba’, mucho más acorde con el dramatismo y la fuerza de penetración de su personalidad. En efecto, la dificultad técnica requerida en este pasaje es alta, condicionada por un rápido salto entre las zonas media y aguda. La supresión del final del tercer acto está justificada por la inclusión de un acto más en Aroldo respecto a Stiffelio, el cuarto, de factura completamente nueva.
Argumento
Acto I
La escena se sitúa en el castillo de Egberto, donde se celebra un banquete y un coro de voces masculinas da la bienvenida a Aroldo a su regreso como cruzado de Tierra Santa. Sin embargo, la alegría de Mina, su esposa, está turbada por los remordimientos que le causan su infidelidad con Godvino, un huésped de su padre, en ausencia de Aroldo. Éste llega con su amigo, el ermitaño Briano, y advierte la extraña actitud de su esposa. Aroldo narra las aventuras de su viaje y en su relato se hace patente el amor a su esposa, que le ha ayudado a superar todos los peligros. Aroldo comprueba que su esposa no lleva puesto su anillo, a lo que ella no puede contestar; Mina se derrumba y se dispone a escribir una carta explicando lo ocurrido a Aroldo, pero su padre, Egberto, la disuade alegando que la honra familiar debe permanecer a salvo.
Ante la mirada de Briano, Godvino deja una carta secreta para Mina entre las páginas de un libro. Durante la celebración, Enrico, primo de Mina, encuentra el libro y lo coloca en la biblioteca entre los demás. Los invitados a la fiesta celebran el regreso de Aroldo y le solicitan que cuente las aventuras del Rey Ricardo en las Cruzadas. La historia contada por Aroldo narra cómo un hombre traiciona a su amigo a través de un mensaje oculto en un libro; para ello, toma el libro usado anteriormente por Godvino, del que cae la carta, que recoge Egberto y se niega a dar a conocer. Aroldo se enfurece y Egberto cita privadamente a Godvino para un duelo.
Acto II
Mina llega a la tumba de su madre en el cementerio del castillo de Kent, ante la que se postra rezando por el perdón. En este momento aparece su amante, al que rechaza y solicita que le devuelva su anillo. Mina parte tras la entrada de su padre, que se ha retado en duelo con Godvino. Aroldo, que ha escuchado la pelea, acude y hace que ésta se interrumpa, dándole la mano al amante de su esposa. Es en este momento cuando Egberto confiesa la traición; Mina se disculpa ante Aroldo y confirma con este acto su adulterio. La furia de éste y sus deseos de venganza sobre Godvino se calman, sin embargo, cuando escucha a lo lejos un canto religioso, tras lo cual el caballero abandona el lugar.
Acto III
La escena se sitúa en una de las estancias de la fortaleza. Egberto considera el suicidio tras haber descubierto una carta en la que Godvino propone a Mina reunirse con él. La trama de acontecimientos a lo largo de los cuales se enfrentan Aroldo y Godvino culmina con el retiro del primero, que se desplaza a un monasterio en compañía de Briano. Godvino resulta herido y muerto en un duelo con Egberto, que ha vengado de este modo el honor de la familia. Mina se desmaya, turbada por los sucesos presenciados.
Acto IV
Sobre un paisaje rural escocés, los pastores bajan de las montañas y se reúnen al caer el día. Se desata una fuerte tempestad y Mina llega a este lugar, en el que transcurre el retiro de su marido, en compañía de Briano. Escucha la voz de su esposo, que la rechaza; Mina únicamente le solicita su perdón para poder morir en paz. Aconsejado por Briano, Aroldo finalmente muestra piedad por ella, triunfando de este modo el amor entre los dos esposos.
Una tardía recuperación
Tras el gran éxito cosechado en su estreno, Aroldo se paseó por diferentes teatros italianos y extranjeros, manteniéndose con bastante regularidad hasta 1870 (tuvo bastante mejor fortuna que Stiffelio). Se representó en Viena y Sevilla (1858), Lisboa (1859), Buenos Aires (1860), Montevideo (1861) y en Nueva York (1863). A partir de 1870 su programación fue mucho más esporádica, hasta desaparecer por completo de los circuitos operísticos.
Fue a partir de los primeros años cincuenta del pasado siglo, y coincidiendo con el cincuentenario de la muerte de Verdi, cuando se produce la recuperación de diferentes óperas que habían caído en el más completo de los olvidos, entre otras: Macbeth, I due Foscari, Giovanna d’Arco y también Aroldo. En diciembre de 1985 se pudieron contemplar las representaciones conjuntas de Aroldo y Stiffelio en La Fenice de Venecia, con una mayor aceptación de Stiffelio que, desde entonces, y sobre todo con las interpretaciones de José Carreras y Placido Domingo, ha sido representada con cierta asiduidad en grandes teatros como el Covent Garden y el Metropolitan, con sendas grabaciones en DVD comercializadas respectivamente por los sellos PIONEER y DEUSTCHE GRAMMOPHON.
Dentro de ese gran proyecto ‘Tutto Verdi’ que está desarrollando ABAO en los últimos años, Aroldo se está representando en las mismas fechas de salida del número de abril de nuestra revista. Se trata de la famosa producción de Pier Luigi Pizzi, representada en Piacenza el año 2003, comercializada DVD por el sello BONGIOVANNI, y que será comentada entre las grabaciones recomendadas de Aroldo.