Richard Strauss (Múnich, Baviera, 11 de junio de 1864-Garmisch-Partenkirchen, Baviera, 8 de septiembre de 1949) consiguió su primer gran éxito operístico con Salomé, estrenada en 1905. La etapa más brillante de su carrera en este género se produjo en el período comprendido entre 1909 y 1919, con cuatro títulos que pueden considerarse verdaderas obras maestras: Elektra (1909), Der Rosenkavalier (El caballero de la rosa) de 1911, Ariadne auf Naxos (de 1912, con una segunda versión en 1916) y Die Frau ohne Schatten (La mujer sin sombra) de 1919. En todos ellos intervino como libretista el famoso poeta y dramaturgo austriaco Hugo von Hofmannsthal, cuyo talento como escritor fue el complemento ideal para la música compuesta por Strauss.
Por Diego Manuel García
Una combinación de teatro y ópera
El gran éxito obtenido en su estreno por El caballero de la rosa en enero de 1911 se debió a la música de Strauss, al texto de Hofmannsthal y también a la puesta en escena realizada por el austriaco Max Reinhardt, el productor y director escénico más famoso de la época. Hofmannthal había traducido al alemán la comedia-ballet El burgués gentilhombre de Molière, con música del famoso compositor del Barroco francés Jean Baptiste Lully, estrenada en 1670, ante el rey de Francia, Luís XIV.
Hofmannthal quería realizar un homenaje a Max Reinhardt y, en marzo de 1911, le propuso a Richard Strauss poner música a un nuevo proyecto consistente en combinar su adaptación de la comedia de Molière con una operita de unos treinta minutos de duración, en cuyo libreto, y de manera originalísima, Hofmannthal realizaba una interacción de ópera seria y bufa, con la trágica historia de la princesa griega Ariadna abandonada por su amante Teseo en la Isla de Naxos, siempre doliente y apesadumbrada, a quien intentan consolar y divertir personajes de la Commedia dell’Arte, encabezados por Zerbinetta, junto a sus cómicos compañeros: Harlekin, Brighella, Scaramuccio y Truffaldin. Finalmente, Ariadne es rescatada por el dios Baco y ambos se juran amor eterno.
En la comedia de Molière, la música de Lully era sustituida por otra compuesta por Strauss, dentro de un cierto estilo barroco. En el proceso de composición, la ópera adquiere dimensiones mucho mayores de las previstas, llegando a unos noventa minutos de duración. El estreno se produjo en el Hoftheater de Stuttgart, el 25 de octubre de 1912, con dirección musical del propio Richard Strauss y escénica de Max Reinhardt. El estreno tuvo poco éxito, ya que la duración del espectáculo con sus correspondientes intermedios se alargaba a más de cinco horas. Los aficionados que acudían a escuchar la nueva ópera de Strauss tenían que esperar más tres horas. El montaje resultaba muy caro ya que se requerían una compañía de teatro y otra de ópera. Por estas circunstancias Strauss y Hofmannsthal decidieron realizar una revisión de la obra.
Segunda versión
La revisión consistió en eliminar la obra teatral y sustituirla por un Prólogo, previo a la representación de la ópera, cuya estructura musical y escénica se mantenían con mínimas variaciones. La acción se trasladaba de París a Viena, para desarrollarse en el palacio de un noble considerado el hombre más rico de Viena, que nunca aparece en escena y delega en un servil mayordomo, personaje que no canta, solamente actúa con una absoluta frialdad y que manifiesta verdadero desprecio al dirigirse a los artistas. En sus dos importantes intervenciones comunica, en primer lugar, que a la representación de la ópera seria Ariadne auf Naxos seguirá un divertimento cómico, lo que produce el estupor del maestro de música, amigo del joven Compositor de la obra, quien también muestra su indignación. El mayordomo en su solemne segunda aparición escénica, poco tiempo antes del comienzo de la representación, comunica a todos los involucrados en la obra (Compositor, Maestro de música, Maestro de baile, la Prima donna que interpretará a Ariadna, el Tenor que interpretará a Baco, y al grupo de cómicos encabezados por Zerbinetta) las nuevas directrices impuestas por su señor: la ópera se representará simultáneamente con el divertimento cómico, para lo que serán necesarios reajustes en la partitura.
Esta nueva situación genera una absoluta repulsa por parte del Compositor, quien se niega en rotundo a modificar su partitura, siendo finalmente convencido por el pragmático maestro de música de que es la única solución para poder cobrar. El cínico maestro de danza, que desprecia la partitura, sugiere al Compositor que más vale ofrecerla con cortes a que no pueda ser nunca representada. Pueden constatarse las mezquinas reacciones de la Prima donna y el Tenor, ella diciéndole al maestro de música que se acorte la parte del Tenor, quien también le demanda que se haga lo propio con la correspondiente a la soprano. ‘¡Esa señora no puede estar continuamente en escena!’. Zerbinetta y los cómicos se adaptan rápidamente a las nuevas circunstancias. Todo ello muestra la gran capacidad teatral de Hofmannthal, y su habilidad para mostrar la psicología de cada uno de los personajes.
Esta segunda versión fue estrenada con gran éxito en el Teatro Hofoper de Viena el 4 de octubre de 1916, dirigida por Franz Schalk, con la famosa soprano checa María Jeritza como Ariadna, la austriaca Selma Kurz (una de las máximas sopranos de coloratura de la época) como Zerbinetta, y el Compositor fue interpretado por la entonces joven soprano alemana Lotte Lehmann, destinada a una futura gran carrera. La ópera fue pronto representada en los principales teatros de todo el mundo. En España fue estrenada en el Liceu en 1943.
Música y vocalidad
En Ariadne auf Naxos la orquesta es de corte camerístico, está integrada por apenas treinta y ocho instrumentistas: una reducida sección de cuerda formada por seis violines, cuatro violas, cuatro violonchelos, dos contrabajos y dos arpas. Maderas: dos flautas, dos oboes, dos clarinetes y dos fagotes. Metales: dos trompas, trompeta y trombón. Percusión: timbales, pandereta, triángulo, címbalos y bombo. Teclados: piano (muy importante en esta ópera), armonio y celesta.
El Prólogo comienza con una breve introducción orquestal donde se exponen cantidad de temas recurrentes, y que se inicia con un redoble de timbal (tema relacionado con el personaje del mayordomo), al que sigue un vigoroso motivo ascendente de la cuerda, que se repite hasta en tres ocasiones, la última enlaza con un tema descendente de cuerda y maderas, ambos —sobre todo el primero— reaparecen en numerosas ocasiones y están relacionados con la presencia del Compositor.
Otros dos temas de gran lirismo están asociados al personaje de Ariadne, y pueden escucharse en el transcurso de la ópera, durante el monólogo de Ariadne y en su gran dúo final con Baco. La introducción orquestal del prólogo concluye con una rápida fusión del tema ascendente inicial y del rondó perteneciente a la gran escena de Zerbinetta, durante la ópera.
El gran protagonista del Prólogo es el Compositor, personaje travestido que requiere una soprano con buen dominio de todos los registros, importante extensión entre el Si 2 y el Si 4 (puede ser interpretado por una mezzo lírica) y debe poseer una gran expresividad para plasmar sus cambiantes estados anímicos: euforia, desesperación, frustración y melancolía. Interviene en recitativos y ariosos, destacando ‘Du, Venus Sohn…‘ (‘Tú, hijo de Venus…’), de un encendido lirismo. En contraposición al apasionado e ingenuo Compositor aparece el personaje de Zerbinetta: alegre, astuta, frívola y procaz. Personaje fundamental durante toda la obra, y que requiere una soprano lírico-ligera de incisivo fraseo y gran expresividad, con poderosos agudos y sobreagudos y, sobre todo, con un extraordinario dominio de la coloratura, que mostrará durante la ópera en su gran escena. Sin embargo, junto al Compositor interpreta un precioso dúo donde le abre su corazón, ‘Ein Angenblick ist menig…‘ (‘Un momento es poco, pero una mirada es mucho, para quien me quiere mirar (…) En el teatro interpreto a una coqueta, ¿pero quién dirá que mi corazón está en la comedia? Brillo alegre pero me siento triste, estoy rodeada de gente y me encuentro sola’). En el transcurso de este dúo, Zerbinetta eleva varias veces la voz al agudo en pianissimo, como si se tratase de suspiros, que provocan en el Compositor un verdadero sentimiento amoroso, que le hace olvidar todos sus problemas, entonando un aria que comienza ‘Sein wir wieder gut…‘ (‘¡Está todo bien!…’), cantada con gran fuerza y efusividad, a la que sigue una parte de encendido lirismo donde define qué es la música, ‘Musik ist eine heilige kunst…‘ (‘La música es un arte celestial (…) La más sagrada de las artes, ¡la divina música!’), donde debe subir a un contundente Si 4. Y, después, la cruda realidad, donde, de nuevo, el Compositor, muestra con su canto, rabia y desesperación ante la manipulación de su obra. Así concluye el Prólogo.
La Ópera comienza con una obertura que introduce un tema de suave y acariciante sonido camerístico, ejecutado por la cuerda, que va in crescendo con la incorporación de las flautas que dejan paso a los clarinetes que establecen intermitentes diálogos con la cuerda, para derivar a otro bellísimo tema con la intervención solista de los clarinetes flanqueados por la trompa y el fagot. En la parte final de la obertura se produce un fuerte contraste, con una música llena agitación donde predomina el sonido de la cuerda grave y las maderas.
La ópera está dividida en tres partes: la primera dedicada al personaje de Ariadne, que requiere una soprano lírico-spinta, con una buena gama de graves, donde incluso ha de bajar a un cavernoso Sol 2 y elevarse hasta un Si 4. Necesita una intérprete que ofrezca un matizado fraseo y que regule el sonido con alternancia entre forte, piano y pianissimo. Tiene tres importantes intervenciones solistas: ‘Ach! Wo war ich? Tot?‘ (‘¡Ay! ¿Dónde estoy? ¿Muerta?’), donde tiene que moverse en el registro centro-grave.
En su gran escena ‘Ein Schönes war: hie Theseus-Ariadne‘ (‘Qué bello fue decir Teseo-Ariadne’), introducida por el sonido predominante de las trompas y con la mayor parte de la música que aparece en la obertura, tiene que dotar a su canto de un alto grado de melancolía, cuando evoca su relación con Teseo, donde debe elevar la voz al Si 4 y ofrecer un complicado salto de octava del Si 3 al Si 4 en piano. Los cómicos intentan consolarla y Arlequin (barítono lírico), entona una alegre serenata que no sirve para animar a la abatida Ariadne, quien entona su famoso monólogo donde solo desea morir ‘Es gibt ein Reich… einen Namen: Totenreich‘ (‘Existe un reino… su nombre: El reino de los muertos’), donde sobre la palabra ‘Totenreich‘ y, para darle un mayor énfasis, la voz debe bajar a un Sol 2. En su interpretación debe moverse en la franja central-aguda, con acentos y ondulaciones de gran lirismo, preciosas frases de carácter intimista emitidas a media voz y subidas al La 4 y Si 4. Después de este monólogo, se inicia una segunda parte de la ópera dominada por el personaje de Zerbinetta, quien interviene de manera muy importante en dos deliciosos quintetos, con música de sabor a opereta vienesa, donde canta y baila junto a sus compañeros: Harlekin (barítono), Brighella (tenor), Scaramuccio (tenor) y Truffaldin (bajo). Entre estos dos quintetos, interpreta la más importante página solista de esta ópera, ‘Grossmächtige Prinzessin…‘ (‘Grande y poderosa Princesa…’), con más de once minutos de duración y de una tremenda exigencia vocal, donde Zerbinetta intenta conversar con una Ariadne —que la ignora completamente— de sus experiencias con los hombres, resaltando una manifiesta infidelidad hacia a sus muchos amantes y siempre a la espera de la llegada de ese hombre ideal que como un Dios la conquiste para siempre. Aquí, con el predominante acompañamiento del piano, la soprano debe mostrar una depurada línea de canto, con un incisivo fraseo y gran expresividad en el largo recitativo inicial para, poco a poco, adentrarse en una compleja coloratura con todo tipo de adornos, escalas ascendentes y descendentes, subidas a un agudísimo Mi 5, notas picadas, trinos sobre notas agudas, de muy difícil ejecución, para concluir con un imponente Re 5, mantenido varios compases.
La tercera parte de la ópera va a estar dominada por un largo dúo de claro estilo wagneriano entre Ariadne y el dios Baco, que requiere un tenor heroico de voluminosa voz y que se mueva bien en la franja aguda Sol 3 y La 3, con capacidad para efusiones líricas y emitir notas en pianissimo.
Resaltar las intervenciones de las tres ninfas que acompañan a Ariadne: Nayade (soprano), Driade (mezzo) y Eco (soprano), al comienzo de la ópera, y sobre todo en la escena de la llegada Baco, con su bellísimo canto melismático en ‘Töne, töne, süe Stimme‘ (‘Suena, suena, dulce voz’).
Esta extraordinaria ópera concluye con la vibrante frase de Baco dirigida a Ariadne ‘Sterne, eh denn stübest aus meinen Arm‘ (‘Antes morirán las estrellas que tú entre mis brazos’).
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