La acción de Arabella se sitúa en la Viena de 1860, y muestra la historia de la familia formada por el conde Waldner (empedernido jugador de cartas que ha dilapidado su patrimonio), su esposa Adelaide y sus dos hijas, Arabella y Zdenka. Esta última debe vestirse con ropas masculinas simulando que es un chico ya que los escasos recursos económicos de la familia se destinan a que la hermosa Arabella pueda desarrollar una vida social que le permita encontrar un marido rico. Los pretendientes que se acercan a ella —un modesto militar y tres ricos nobles— no le interesan. Arabella acabará enamorándose de Madrika, un terrateniente croata, sincero, muy directo y alejado de la falsedad del ambiente vienés.
Por Diego Manuel García
La última colaboración de Richard Strauss y Hugo von Hofmannsthal
La intensa relación entre Richard Strauss (Múnich, 11 de junio de 1864-Garmisch-Partenkirchen, 8 de septiembre de 1949) y el gran literato, dramaturgo y poeta Hugo von Hofmannsthal (Viena, 1 de febrero de 1874-Rodaun, 15 de julio de 1929), entre 1909 y 1929, se materializó en seis magníficas óperas: Elektra (1909), Der Rosenkavalier (El caballero de la rosa) de 1911, Ariadne auf Naxos (de 1912, con una segunda versión en 1916) y Die Frau ohne Schatten (La mujer sin sombra) de 1919, Die Ágyptische Helena (Elena Egipciaca) en 1928 y Arabella (1933), que constituyó la última colaboración entre Strauss y Hofmannsthal.
En 1927, cuando ya estaba concluida Helena Egipcíaca, el compositor pidió a su libretista que buscase el argumento para una nueva ópera de ambiente vienés, en un intento de reverdecer el éxito de El caballero de la rosa. Hofmannsthal pensó hacer una adaptación de su obra Lucidor, escrita en 1910, que se desarrollaba en Viena hacia 1870, y cuyas protagonistas eran Frau von Murska (una aristócrata arruinada) y sus dos hijas Arabella y Lucile, a quien su madre viste con ropas masculinas para simular que es un chico de nombre Lucidor, y de esta manera poder dedicar sus pocos recursos a la puesta en sociedad de su hija mayor, Arabella. Un noble y rico ruso, Wladimir, está enamorado de Arabella, quien no está interesada por él, y se siente atraída por Herr von Imfanger, un elegante tirolés, mitad campesino, mitad gentilhombre. Lucile-Lucidor está secretamente enamorada de Wladimir; y, suplantando a su hermana, le escribe apasionadas cartas amorosas. Lucidor consigue una cita intima con Wladimir, haciéndose pasar por Arabella. Cuando Wladimir descubre que Lucidor es una chica, se siente atraído por ella. Hofmannsthal no aclara el final de esta historia, donde Arabella era un personaje secundario.
Hofmannsthal se pasó la primera mitad de 1928 escribiendo el texto del Acto I de la nueva ópera, aún sin título, donde el personaje de Frau von Murska era sustituido por el arruinado conde Waldner, junto a su esposa Adelaide y sus hijas Arabella y Zdenka (Lucidor en la obra original). Wladimir pasaba a ser el teniente Matteo, con el añadido de otros tres nobles y ricos pretendientes: Elemer, Dominik y Lamoral. El tirolés Her von Imfanger, del que Arabella estaba enamorado en la obra original, es sustituido por el rico terrateniente croata Madrika.
En la primera redacción del Acto I, Hofmannsthal daba mayor importancia a Madrika que al personaje de Arabella, lo que no gustó a Strauss, quien sugirió a su libretista que revisase el texto, añadiéndole una gran dúo con las intervenciones de Arabella y Zdenka, así como una extensa página solista para lucimiento de Arabella, como final del Acto I. Hofmansthal realizó todas las modificaciones propuestas por Strauss; el 10 de julio de 1929 le envió la redacción definitiva, que el compositor recibió el 13 de julio, contestándole mediante un telegrama en el que le decía: ‘me parece perfecto este Acto I’. Hofmannsthal nunca llegó a abrir el telegrama: su hijo Franz se había suicidado ese mismo día, 13 de julio, y cuando acudía al funeral sufrió un derrame cerebral, muriendo el 15 de julio.
Strauss quedó fuertemente impresionado por la muerte de su gran colaborador y abandonó la composición de Arabella, que no volvería a retomar hasta finales de 1931. Strauss y su gran amigo y colaborador el director de orquesta Clemens Krauss, basándose en los esbozos que Hofmannsthal había dejado, realizaron la redacción definitiva del resto del libreto: el Acto II, con fuertes influencias de la opereta vienesa, se desarrollaba en el Fiakerball (baile de los cocheros), evento que se producía en Viena durante el Carnaval y cuya gran animadora era la Fiakermilli, una cantante que existió en realidad y cuyo nombre era Emilie Turecek. El desarrollo del Acto III, pleno de equívocos y confusiones, tiene ciertas semejanzas con el argumento de Lucidor, aunque con un claro final feliz de las dos parejas Zdenka-Matteo y Arabella-Madrika. Si originalmente el comienzo del Acto III era cantado, Clemens Krauss convenció a Richard Strauss para que incluyese un preludio orquestal. La partitura estuvo concluida en octubre de 1932.
Argumento
Acto I. Se desarrolla en un hotel de Viena hacia 1860, donde se hospeda el arruinado conde Waldner junto a su esposa Adelaide y sus dos hijas Arabella y Zdenka (siempre ataviada con ropas de chico). Zdenka está enamorada de su amigo y confidente Matteo, un teniente que ama apasionadamente a Arabella, quien lo ignora totalmente, para desesperación del militar, hasta el punto de querer suicidarse. Zdenka, muy alarmada, intenta retenerle y, para que siga manteniendo la ilusión por Arabella, le escribe apasionadas cartas amorosas suplantando a su hermana. Arabella tiene otros tres pretendientes nobles y ricos, Elemer, Lamoral y Dominic, con los que coquetea, aunque no siente interés por ninguno y espera encontrar a su gran amor, a quien reconocerá a primera vista. El conde Waldner, desesperado por su situación económica, escribe una carta a un rico terrateniente croata, antiguo compañero en el ejército, llamado Madrika, adjuntándole una foto de su hija. Ante el conde se presenta un enigmático personaje que dice llamarse Madrika, que asombra a Waldner, ya que se trata de un hombre joven, que le confiesa ser heredero de su fallecido tío, también llamado Madrika. El joven croata se muestra totalmente embelesado por el retrato de Arabella, pidiéndole a Waldner que le conceda la mano de su hija. Waldner dice a Madrika que se la presentará esa misma noche en un baile.
Acto II. Una gran sala de baile. Madrika conoce a Arabella y ambos, a través de un amplio e intenso diálogo, sienten una gran atracción mutua. Arabella acepta la proposición matrimonial de Madrika y le pide una hora de tiempo para despedirse de su vida de soltera. Matteo, siempre vigilante de los movimientos de Arabella, se queda totalmente desconsolado, y Zdenka le entrega un sobre que incluye una llave; ella le dice que es de la habitación de Arabella, donde lo espera. Madrika ha escuchado la conversación y se siente engañado.
Acto III. Vestíbulo del hotel donde habita la familia Waldner. Arabella llega del baile y Matteo al verla se sorprende, convencido de haber tenido relaciones íntimas con ella en su habitación. Ella no comprende sus insinuaciones. Discuten, y Mandrika, que también acaba de llegar al hotel, lo interpreta como una riña de enamorados y reta a Matteo a un duelo. Aparece Zdenka ataviada con ropas de chica y aclara todo lo ocurrido. Finalmente, Matteo entiende que su verdadero amor es Zdenka. Arabella perdona a Madrika por sus celos y desconfianza, y le ofrece un vaso de agua cristalina, que es el gesto ritual con el que las muchachas croatas aceptan el compromiso de boda.
Música y vocalidad
Como en todas las óperas de Richard Strauss la orquesta tiene un gran protagonismo, en Arabella tremendamente concatenada con las intervenciones vocales. Destacar el preludio del Acto III, de fuerte aliento sinfónico, donde brilla la extraordinaria capacidad orquestadora de Richard Strauss. Página de escritura contrapuntística, con imponentes intervenciones de todo el conjunto orquestal, realzadas por el atronador sonido de las trompas. La música, por su gran fuerza expansiva, recuerda momentos de Elektra, y va, poco a poco, atemperándose, hasta derivar a suaves y melodiosas sonoridades dominadas por la cuerda a ritmo de vals. En el final del Acto II se van entrelazando sonidos orquestales, con el coro, voces solistas y también con diferentes instrumentos, que reproducen una situación escénica bastante confusa.
Esta ópera es muy exigente en el plano vocal: Arabella precisa de una soprano lírica-ancha, con gran dominio del canto ligado, extraordinaria flexibilidad fraseadora y facilidad para las medias voces, las regulaciones, junto a una amplia extensión del Si2 al Si4 natural. Aparte de magnífica cantante, debe ser una gran actriz. El complejo personaje de Madrika requiere un barítono que conjugue un canto poderoso de fuertes acentos (propios de un hombre directo, sincero y apasionado), con momentos líricos de gran sutileza expresiva. Debe dominar todos los registros y por arriba llegar al Sol3. Zdenka requiere una soprano lírica-ligera con una depurada línea de canto, dominio de las medias voces y una fuerte expresividad para mostrar su alto grado de apasionamiento a lo largo de toda la ópera. Su extensión es parecida a la de Arabella, teniendo que llegar al Do5. El siempre doliente Matteo, lo debe interpretar un tenor lírico de gran fuerza expresiva, con una buena franja aguda en sus tres dúos con Zdenka (Actos I y II) y el que interpreta con Arabella (Acto III). La Fiakermilli, personaje que solo aparece en el Acto II, requiere de una soprano ligera, con características de cantante popular tirolesa, que debe afrontar una complejísima coloratura con ascensos al Re5. La pareja formada por el conde Waldner (bajo) y su esposa Adelaide (mezzo) tiene intervenciones de cierta relevancia sobre todo en el Acto I. El conde Elemer debe exhibir una bella voz tenoril en su apasionado dúo con Arabella, en el Acto I. Episódicos los roles de los condes Dominik (barítono) y Lamoral (bajo).
En el Acto I, cabe destacar el gran dúo ‘Aber der Richtige, wenn’s einen gibt für mich‘ (‘El hombre indicado para mí’) de Arabella y Zdenka, cuyo tema musical (adaptación de una canción popular croata) será recurrente durante toda la ópera. Primero interviene Arabella, que debe mostrar su capacidad para ligar largas frases con una depurada línea de canto, que no debe alterarse cuando la soprano eleva la voz en escala ascendente al La4, para bajar por estratos al Do3 y subir al Sol4, lo que requiere un amplio fiato. Después interviene Zdenka, quien debe exhibir un canto muy matizado, con excelente uso de las medias voces y moverse muy bien en el registro agudo emitiendo las sucesivas notas: Sol4, Si4 y La4, en paulatino descenso hacia el registro grave. Finalmente, ambas juntan sus voces en contrapunto con bellísimos efectos.
Mandrika irrumpe en escena en su muy largo dúo con el conde Waldner (que de hecho interviene muy poco), donde el rico terrateniente croata realiza un retrato de sí mismo y sus propiedades ante el codicioso Waldner, junto a su deseo de conseguir la mano de su hija: alternando un canto conversacional, con recitativos y ariosos que requieren gran capacidad vocal y expresiva. Este Acto I concluye con la gran intervención solista de Arabella ‘Mein Elemer‘ (‘Mi Elemer)’, pagina de gran lucimiento, donde se produce una perfecta interacción de orquesta y voz, con reiteradas intervenciones solistas de viola y oboe, también de la trompa, trombón con sordina, violín y de la orquesta en pleno que van ligando las introspectivas frases de Arabella (cuando menciona a sus pretendientes Elemer y Matteo) y sus momentos de mayor expansión vocal con subidas al La4 en pianísimo, al recordar a un misterioso extranjero que solamente ha visto de lejos. El aria concluye con incisivas frases de la cantante interpretadas a ritmo de vals que la orquesta en pleno retoma en un brillantísima coda.
El extenso dúo de Arabella y Mandrika del Acto II, plagado de melodías populares croatas, es otra de las grandes páginas de esta ópera, con un conjunto de brillantes ariosos, donde Arabella vuelve a retomar el ‘Aber der Richtige‘ del Acto I, esta vez elevando la voz al Si4 natural. El dúo va derivando a diálogos cada vez más intimistas, con el acompañamiento musical de un quinteto de cuerdas, para concluir con la conjunción de las voces que crean un momento de auténtico embelesamiento, que enlaza con un postludio orquestal de sublime lirismo, donde se amalgaman los sonidos en piano de cuerda y maderas con acompañamientos de trombón y arpa.
La escena conclusiva de la ópera comienza con otra bellísima página orquestal que precede al aria de Arabella ‘Das war sehr gut, Mandrika‘ (‘Me alegro Mandrika)’, donde realiza suaves y melancólicas bajadas al registro grave, regulaciones del sonido y reiteradas subidas al agudo hasta llegar al Si4 natural. El aria enlaza con el dúo final de Arabella y Mandrika. Todo acaba felizmente y la ópera termina con una vibrante coda orquestal.
Arabella se estrenó el 1 de julio de 1933 en la Ópera Estatal de Dresde, con Viorica Ursuleac (soprano favorita de Strauss) como Arabella y dirección orquestal de su marido, Clemens Krauss. En España se estrenó el 7 de enero de 1962 en el Liceu de Barcelona, con Monserrat Caballé como Arabella, lo que suponía su debut en ese teatro.
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