Aquel Trovar presenta su nuevo disco, Canciones de la vieja Europa grabado en la Iglesia de Santa Eufemia de Cozollos de Olmos de Ojeda, Palencia, durante el pasado mes de agosto.
Las obras seleccionadas están interpretadas por Delia Agúndez, soprano; Antonio Torralba, flautas; Ignacio Fernández, guitarra y bandurria renacentistas y Daniel Sáez Conde, rabel bajo y colascione.
Las piezas del disco han sido seleccionadas por dar cuenta de avatares viajeros a través de tiempos y espacios, pero también por su capacidad de ser ventanas abiertas. Abiertas cada una a su istoria, según el concepto genial de L. B. Alberti: «La historia moverá el alma del observador cuando cada persona representada allí muestre claramente los motivos de su propia alma». Un arte hecho a la medida inmensa del ser humano.
Puede que la música haya unido a Europa más y más temprano que la política. Siglos antes de que los gobernantes de un puñado de países en permanente conflicto ensayaran, mediante acuerdos y tratados, la construcción europea, las artes, y muy especialmente la música, habían logrado un sofisticado lenguaje común. Ganando acaso las batallas que perdían los ejércitos, los músicos de los siglos XV y XVI desarrollaron un estilo en buena medida internacional. Las voces antiguas que cantaban en castellano, inglés, francés, flamenco, portugués o alemán entonaban, paradójicamente, una lengua musical relativamente común.
El núcleo principal de las canciones y aires instrumentales de este disco es reflejo de los intensos contactos migratorios que muestran los cancioneros, los tratados de danza, los libros de tecla, arpa, guitarra, laúd o vihuela.
A pesar de la prosperidad de las primeras décadas del siglo XVI, con los cuatro poderosos reyes Maximiliano, Carlos, Enrique y Francisco, la Europa de los Reinos, teóricamente cohesionada por el cristianismo, no acababa de cuajar como conjunto. El lamento de Erasmo de Rotterdam seguiría pareciendo una realidad insalvable: «…vemos al francés que odia al inglés, sólo porque él es francés; el escocés al inglés, sólo porque él es escocés; el itálico al alemán; el suabo al suizo, y así todos los demás. Una región odia a otra y una ciudad a otra ciudad».
Por deseo de aventura y conocimiento, pero también y sobre todo como aves en busca de alimento, muchos músicos del Renacimiento viajaban de un lado para otro intentando mejorar de mecenas o patrón. Nomadismo, invasiones, dispersiones, irrupciones … son algunos de los nombres que los etólogos dan a los movimientos de ese tipo con que también se dibuja la Historia.
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