El pianista y pedagogo Antonio Soria dedica su vida a la música española y a la investigación sobre la teoría de la interpretación. En la actualidad, combina su actividad como concertista con la música de cámara y la impartición de docencia en el Conservatorio Superior de Música de Castilla-La Mancha y en Forum Musikae. También dirige la Fundación Sociedad de Conciertos de Albacete, que organiza una temporada musical de enorme calidad y el Congreso Internacional de Pedagogía e Investigación Performativa y Creatividad Musical (COIN).
Por Susana Castro
Empecemos por su carrera como pianista. Ha ofrecido recitales en numerosos países del mundo y ha tocado con muchas orquestas de diversa formación y tamaño. ¿Qué cambios cree que se han producido en relación con la figura del concertista a lo largo de estos años?
En todo el tiempo que llevo ofreciendo conciertos, lo que más noté fue el declive a partir de la crisis de 2008. Recuerdo que tenía un concierto en un festival muy importante de Belgrado que dependía del gobierno y se suspendió de repente. En general, empezaron a anularse compromisos, uno detrás de otro. A nivel económico, la actividad bajó en un noventa por ciento, un auténtico disparate. Pasada esa crisis y la pandemia, parece que ahora empezamos a remontar. Estoy contento porque sigo funcionando, pero ha sido muy difícil, y mucha gente muy valiosa se ha quedado en el camino.
El mundo ha cambiado muchísimo, la forma en la que se ‘consume’ cultura también. A nivel musical, ¿cree que ha habido cambios?
Puede que sí, en cuanto al grado de especialización de los intérpretes. En mi caso, como me dedico a un nicho concreto, me empezó a ir muy bien a partir de la publicación de la integral de la obra de Joaquín Turina. Tengo una tarjeta de presentación bastante concreta, siempre me piden Turina y, por extensión, música española. He intentado introducir muchos autores, desde Blasco de Nebra a Soler pasando por Montsalvatge, y todo el repertorio que me va interesando. Si toco con orquesta, también trato de tocar los conciertos que más me gustan, como las Noches en los jardines de España de Falla o el Concierto en Sol de Ravel, que es un compositor que me fascina.
¿Por qué cree que ha sentido siempre tanta conexión con los autores españoles?
Mis líneas de investigación son el modernismo musical y la teoría de la interpretación. En cuanto a repertorio, no solamente me interesa la música española, pero como español me siento obligado a defenderla y a ponerla en valor; principalmente aquello que me gusta y que considero que tiene calidad como para trascender. Hay muchísimo repertorio, no solamente desde que se empieza a tocar el piano, sino bastante antes. Tuve la suerte de tener formación organística y pude disfrutar de la calidad de la literatura musical de los grandes españoles del Siglo de Oro.
A nivel de lenguaje, hay mucha riqueza emocional, es una música con mucho mensaje artístico, y pianísticamente hay cosas muy bien escritas, por ejemplo, por Granados, Albéniz o Turina. Este último sigue siendo más desconocido en España que en el extranjero, donde su música se valora muchísimo, tiene una factura pianística de primer nivel. En un concierto que ofrecí hace poco en Wyoming, al terminar, un estudiante de máster me dijo: ‘ya sé lo que voy a tocar en mi doctorado, la Sinfonía sevillana de Turina, ¡qué obra, ha sido fantástico!’. Fue muy satisfactorio para mí. Se conocía mucho la versión orquestal de la obra, pero la versión original para piano la estrené yo en el año 1999, no se había tocado nunca.
Hay otros muchos autores que merecen la pena. El espíritu español e ibérico es fantástico y me interesa muchísimo, pero Bach es lo más, Ravel es enorme, no concibo que un estudiante de piano termine su formación sin estudiar su música. Y otros como Debussy, Rajmáninov, Brahms o Chopin son autores absolutamente imprescindibles, no pueden dejar de estar en la guía docente de un conservatorio. Me sorprendo cuando veo la ausencia de ciertos compositores; es más, Turina no estaba en el plan de estudios del Conservatorio Superior de Música de Castilla-La Mancha, ni en otros, y hubo que arreglarlo.
Nos ha comentado que es una música que goza de gran éxito fuera de nuestras fronteras, ya que usted ha podido constatarlo a lo largo de estos años.
Sí, totalmente. Me gusta hacer programas que tengan una evolución estilística, con contrastes, que aporten, que el público disfrute y que yo me lo pase bien. Es el espíritu de Montsalvatge, quien decía: ‘yo escribo música para que el intérprete y el público disfruten’. Y eso se agradece mucho. Cuando se hace música española, por lo general, es muy bien valorada. Es de gran calidad y es muy universal, todo el mundo se siente identificado o atraído por ella. La música española da mucho juego porque es muy rica, existe mucho repertorio muy bueno y los españoles estamos obligados a ponerlo en valor.
En este 2023 dedica parte de su actividad a la celebración del centenario del nacimiento de Alicia de Larrocha. ¿De dónde viene su relación con ella?
Cuando Xavier Montsalvatge cumplió 80 años se le realizó un concierto homenaje en el Palau de la Música Catalana con Lluís Claret, Victoria de los Ángeles, Alicia de Larrocha y la Orquestra Ciutat de Barcelona. Conocí a Montsalvatge cuando grabé mi primer disco, ya que escribió el prólogo con una amabilidad tremenda. En ese concierto del año 1992 mi mujer y yo compartimos palco con él y su mujer y, al finalizar, me preguntó si quería conocer a Alicia de Larrocha. Me la presentó en el descanso, era una mujer muy amable, pero muy reservada.
En el año 1995, la publicación de mi primer disco sobre Turina tuvo mucho éxito, y el productor me preguntó si me animaba a grabar la obra completa (una barbaridad, veinte horas de música). Fuimos adelante con ello y le pedí permiso a Alicia de Larrocha por escrito para dedicarle mi trabajo. A los dos días recibí un fax que me envió desde Nueva York diciéndome que iba a ser una integral histórica; fue un mensaje muy bonito, en el que aceptó encantada, diciendo que se sentía muy honrada. Después, me llamó por teléfono y me preguntó si quería me enviase el programa de su primer concierto, ya que las notas las había escrito Joaquín Turina. En el primer número, que se llamaba ‘Niñerías’, pusimos la foto de la niña Alicia de Larrocha. Fue muy bonito y ella me tomó mucho cariño. Cuando se cumplió el 100 aniversario de la Academia Granados-Marshall me invitó para impartir una clase magistral y ofrecer un recital.
Tengo muchas anécdotas preciosas con ella. Una vez me llamó por teléfono mientras yo estaba dando clase en Castellón y me preguntó si me iba con ella a un concierto de Pollini en Barcelona para entregarle mi integral de Turina. ¡Fue fantástico! Nunca le pedí nada, pero siempre fue generosa. Al final, me contó que iba a hacer su última gira en Japón y que iba a entregarle mi integral a su agente mundial. Me pareció muy bonito.
Cuando pusimos en marcha en Albacete una sociedad de conciertos y empezamos a organizar el Festival Internacional de Piano, Alicia vino a inaugurarlo y le pedimos que fuese la presidenta de honor de la Fundación.
¿En qué actividades va a participar?
Su hija nos propuso sumarnos a la celebración de la efemérides y por supuesto le dijimos que sí. Nos envió la imagen oficial y todo lo que está haciendo la Fundación durante este año lleva su sello. También mis actividades a título individual, siempre lo envío y en la mayoría de los casos han accedido a incluirlo en el material promocional. Yo nunca se lo hubiera propuesto, llevar el sello de Alicia de Larrocha para mí es un signo de prestigio, no quiero valerme de eso, pero Alicia (hija) me dijo que sería muy bueno que colaborase en la difusión del centenario.
Entre otras actividades, dedicarán el VI Congreso Internacional de Pedagogía e Investigación Performativa y Creatividad Musical (COIN), del cual es director, a su figura. ¿Cuál será el enfoque de este congreso?
Su hija Alicia nos visitará uno de los días. El Congreso estará dedicado a lo mismo que lo ha estado desde el principio, las líneas de investigación engloban cualquier aportación desde el punto de vista de las efemérides musicales en relación con cualquier área de conocimiento; es amplísimo. El primer año se dedicó como monográfico al 100 aniversario del fallecimiento de Debussy, pero a partir de ahí se decidió no cerrarlo, porque un congreso de este tipo es útil, precisamente, porque puede poner en valor cosas que no son tan conocidas. Esto da como resultado que salgan a la luz obras como la Sonata para violonchelo y piano de la compositora Henriëtte Bosmans, que no conocen ni los chelistas, pero que es una maravilla, y que llegó al Congreso al celebrarse el 100 aniversario de su composición. Además, también se pueden traer propuestas de innovación educativa y teoría de la interpretación.
Esta es una muestra más de su implicación a nivel investigador y docente, actividades que ha compaginado siempre con su carrera performativa. En la actualidad es profesor en el Conservatorio Superior de Música de Castilla-La Mancha y en Forum Musikae. ¿Qué es lo que más le interesa de la docencia? ¿Qué le aporta en su carrera artística?
Hay puntos de conexión muy fuertes, ya que siempre se está aprendiendo de los demás y de uno mismo. La manera de comunicarnos con la gente que vive la música, o con quienes la quieren vivir, me parece vital. Es fundamental la investigación performativa, que es el eslabón que falta en el ámbito de la investigación para que un intérprete se pueda doctorar, no solamente desde el punto de vista musicológico, que es importante, sino desde el punto de vista de la teoría de la interpretación. Es un ámbito en el que prácticamente no se entra, hay algunos artículos interesantes, pero está muy por desarrollar en España. El principal problema de los músicos de cualquier especialidad es que estamos hablando todos los días de ‘fraseo’, pero no hay una definición precisa de qué es. Hay que pensar de una manera más científica y artística para llegar a estas definiciones.
Existe una conexión entre la docencia, donde enseñas a aprender y aprendes a seguir aprendiendo, y el hecho puramente musical. En los recitales, si no me lo piden (que casi siempre lo hacen), pido hablar con el público para poner en situación la música y su contexto. Se trata de comunicar la música de la forma más accesible posible para aprender a amarla. Desde el punto de vista de la enseñanza se acabó el mito del maestro que dice lo que hay que hacer y el alumno obedece; esa autoridad ya no sirve. Hace falta una autoridad informada, discutir, como ya hacía Aristóteles. Hay que enseñar a argumentar el pensamiento musical, tal y como lo hace Josu de Solaun, por ejemplo, un artista enorme que sabe hablar y escribir mucho sobre música.
También mantiene una fuerte actividad de cámara, tanto con otros instrumentos como en compañía de cantantes líricos. ¿Con esto combate la soledad del pianista?
Debemos tener cuidado de no convertirnos en un ‘bicho raro’, compartir en la música es un privilegio; la música de cámara me interesa muchísimo. Tengo dos grupos estables que funcionan según la plantilla de los programas. El Reinecke Klavier Ensemble, para instrumentos de viento y piano, con el que hemos tocado muchísimo los quintetos de Mozart y Beethoven, pero también el menos conocido de Heinrich Von Herzogenberg; y el Turina Piano Ensemble, para instrumentos de cuerda y piano. Aparte he hecho muchísimas colaboraciones y, el año pasado, Ángel Luis Quintana y yo decidimos crear el Bosmans Dúo en base a la Sonata para violonchelo y piano de Henriëtte Bosmans que comentaba antes.
También he trabajado mucho con cantantes líricos. Todo empezó de la mano de Salvador Seguí, ya que trabajé estrechamente con Elena Obraztsova en el Curso de Alto Perfeccionamiento Musical para Cantantes que organizaba Seguí en Callosa d’en Sarrià. Como pianistas repertoristas estábamos Miguel Zanetti y yo, y como profesores de canto Elena Obraztsova, Ana Luisa Chova y Robert Expert, un contratenor francés al que llevé yo mismo al curso. Fue una experiencia muy bonita e intensa. En mi etapa de estudiante en Barcelona, para ganarme la vida, acompañaba a cantantes, y aprendí mucho.
No comparto la figura del pianista que toca siempre solo y únicamente obras para piano solo; la formación tiene que ser mucho más abierta, integral, aunque focalizada, tenemos un repertorio inmenso, y es muy enriquecedor trabajar con otras personas.
Antes ha mencionado a la Fundación Sociedad de Conciertos de Albacete, de la cual es el director. ¿Qué tipo de actividades organizan desde esta entidad?
Se trata de una fundación de ámbito nacional que nació en Albacete pero que programa en distintos lugares. Como ejercicio de resiliencia, y por decisión del patronato, se decidió extender la programación a otros espacios, consiguiendo así que en Castilla-La Mancha, que tiene mucho por hacer en material musical, se programen actuaciones conjuntas en Ciudad Real (lunes), Cuenca (martes) y Albacete (miércoles).
La Fundación SOCA vino a llenar el espacio dejado por la Fundación Juan March cuando se marcha de Albacete tras una experiencia piloto magnífica a través de la cual extendió generosamente sus actividades de Madrid a La Rioja y Albacete. El por entonces alcalde de la ciudad, Manuel Pérez Castell, aprovechó el nacimiento de la Fundación para recuperar la programación de repertorio musical de calidad.
Ahora mismo tenemos la sede en el Casino Primitivo de Albacete, un lugar histórico en el que Arthur Rubinstein estrenó en España los Valses nobles y sentimentales de Ravel en la década de 1960. El año pasado compramos un piano y ahí tienen lugar nuestros conciertos.
¿Qué compromisos tiene a la vista?
Acabo de estar en Brandeburgo ofreciendo dos conciertos a cuatro manos con Claudia Sevilla, una antigua alumna, con un programa en torno a la música española, pero incluyendo obras de Bach, Poulenc, Rimski-Kórsakov y Ravel.
El próximo 6 de mayo Ángel Luis Quintana y yo estaremos en el Teatro Auditorio de Cuenca interpretando un programa monumental que consta de tres sonatas de Nikolái Miaskowski, Rajmáninov y Henriëtte Bosmas.
Después, estaré en la Universidad Nacional de Kazajistán impartiendo clases magistrales y como presidente del tribunal de exámenes de grado de la especialidad de piano; las instalaciones son espectaculares. Además, tocaré el Concierto en Sol de Ravel con la Orquesta Sinfónica Estatal, como parte de una temporada brutal en la que interviene, por ejemplo, Mischa Mayski, y en un auditorio con 3500 localidades. También ofreceré un recital en el teatro de la ópera. Este verano tendré recitales en Francia, entre otros, en un festival que se llama NancyPhonies, al cual llevo años asistiendo, y también en Castres, al lado de un parque natural, en un festival que se realiza al aire libre.
Sobre mis compromisos hasta final de año, me gustaría destacar en noviembre mi intervención como jurado en la Roma International Piano Competition, dedicada a Chopin. Es un concurso muy bonito, hecho con mucho cariño y respeto a los concursantes. Después, ofreceré varios recitales en Calabria, también con Claudia Sevilla.
Y, por supuesto, sacaremos adelante el VI Congreso Internacional de Pedagogía e Investigación Performativa y Creatividad Musical (COIN) en Oviedo, del que ya hemos hablado antes.
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