El pianista valenciano Antonio Galera nos abre las puertas de su estudio a través de una videollamada, así lo exige el confinamiento. En su estudio encontramos, además de dos pianos, pequeños detalles, como carteles —entre los que está uno de un concierto de su tía, Mariángeles Sánchez Benimeli—, partituras, discos, y muchos pequeños objetos que le hacen sentirse más cerca de la gente a la que quiere en estos días de encierro.
Hablamos con él sobre sus inicios, su presente y su futuro, que va construyéndose paso a paso en varias facetas: la música de cámara, la docencia, los grandes conciertos sinfónicos, la gestión musical y la investigación. Tras escuchar su primer disco, Prélude, tenemos claro que ese proyecto es un preludio a un futuro brillante.
Por Susana Castro
¿De dónde nace tu vocación musical?
Provengo de una familia de músicos y artistas. Mi tía fue la guitarrista y compositora Mariángeles Sánchez Benimeli, catedrática en la Universidad de las Artes de Berlín durante muchos años. Su madre era pianista, aunque en esa época las mujeres se quedaban en casa al casarse. Su hermana sí que hizo un poco más de carrera como pianista, Carmen Benimeli; estudió con la clavecinista Wanda Landowska en París. De hecho, hace poco tuve acceso a los archivos de Landowska en los que documentaba las clases de mi tía. También hay algún artista de circo y algún actor en la familia.
La música no fue una imposición, vino sola, de manera natural. Además, en Valencia tenemos toda la tradición de las bandas de música, y yo he sido a la vez pianista y flautista.
Así que tus primeros pasos estuvieron totalmente ligados al mundo de la banda…
En la banda de Picanya, mi pueblo. Luego seguí en la música a través del conservatorio y mi familia, porque siempre tuvimos un piano en casa. Yo me sentaba, tocaba con mi bisabuela, con mi tía, y de ahí empezaron a surgir las cosas…
¿Y llegaste a terminar los estudios superiores de flauta también?
Sí, de los dos instrumentos. Al principio no podía elegir; luego la carrera fue la que eligió por mí. Pero muchos de mis amigos siguen siendo del grupo de flautistas con los que hice la carrera desde niño.
Has recibido numerosas becas importantes en tu etapa de formación. ¿Cómo las valoras?
Me han abierto un montón de puertas. Para estudiar en París obtuve una beca de la Comité Roussel y del que es ahora el Instituto Valenciano de Cultura. AIE me dio también una beca de perfeccionamiento. Muchas de estas becas iban asociadas a la posibilidad de hacer conciertos, en el caso del Instituto Valenciano además formé parte de la orquesta joven. Y de ahí iban saliendo más conciertos.
Centrándonos en tu carrera, como solista has tocado con orquestas como la Joven Orquesta de la Comunidad de Madrid (JORCAM), la Orquesta Sinfónica de Bankia o la Orquesta de València, ¿cuál dirías que es tu fuerte dentro del repertorio orquestal?
Al ser también flautista me gusta mucho todo el repertorio en el que no hay una separación entre el piano y la orquesta, aquel en el que el piano está dentro de la orquesta. Me siento muy cómodo con las Noches en los Jardines de España de Falla o con el Concierto en Sol de Ravel. Me gusta muchísimo concertar, la música de cámara, y todos aquellos conciertos que se acercan a ella me hacen disfrutar mucho.
Efectivamente, en el campo de la música de cámara eres muy activo, has colaborado con gran cantidad de músicos de primer nivel, como Miguel Colom, Leticia Moreno o Isabel Villanueva. ¿Te gustaría tener una formación de cámara estable?
En algunas ocasiones he trabajado durante años con la misma gente, pero es algo que exige un compromiso y un sacrificio enormes. Ojalá algún día entre toda esta gente con la que estoy trabajando se creen vínculos estables que duren toda una carrera. Es uno de los objetivos del festival del que soy director artístico en Picanya, el Festival dels Horts, a través de la organización de residencias.
Están funcionando muy bien esos festivales en formato residencia, se establecen unas conexiones muy intensas en pocos días…
Poder trabajar con otros músicos me da la vida. Si no tuviera el diálogo de la música de cámara, estar solo sería terrible, para mí es fundamental.
En el ámbito camerístico, ¿cuáles son tus compositores favoritos?
Es difícil dar nombres, pero Schubert tiene que estar. Me siento muy cercano al repertorio francés, la música de cámara de Ravel, Debussy, etc., por supuesto a Mozart, Beethoven, Brahms, toda la música de cámara alemana también, pero si me preguntas qué es lo que necesito tocar siempre, me quedo con Schubert y con el repertorio francés.
Tu actividad trasciende fronteras y ya te has presentado en escenarios de Inglaterra, Francia o Estados Unidos. Pero me ha llamado mucho la atención que también has tocado en Taiwán, Gabón, Catar, entre otros, ¿cómo se han establecido estas conexiones más ‘exóticas’?
Gabón fue un proyecto muy bonito. Me seleccionaron para el catálogo de AECID (Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo) y me llamaron para hacer un concierto en el Instituto Francés, que es la única sala de conciertos que tienen en Libreville, la capital. Cuando llegué allí estuve trabajando con el director del centro, que sabía bastante música, y nos encontramos con un piano de cola en muy malas condiciones. Los tres días que estuve allí nos los pasamos desmontando el piano, limpiándolo, afinándolo, hicimos lo que pudimos, y el concierto fue muy bien, ya que mezclé repertorio español con repertorio francés.
También he estado, por ejemplo, en Malasia. Ese concierto surgió por otro concierto que había hecho previamente en Oxford, que a su vez surgió tras otro que había hecho en St Martin-in-the-Fields, en Londres. Unos te van llevando a otros, nos pasa a todos.
¿Tienes algún compromiso internacional próximamente?
Ahora tengo una residencia artística en EE. UU. durante tres años, en el Bar Harbor Music Festival. Con todo lo que está pasando no sé cómo se desarrollará, ya que por ejemplo el mes pasado debía haber viajado a Nueva York para ofrecer un concierto benéfico al hilo de este festival, pero quedó suspendido.
¿Has tenido muchos cambios en tu agenda debido a la crisis sanitaria?
Sí, vamos teniendo cambios prácticamente todos los días. De momento se está posponiendo todo, pero sin poder concretar en qué fecha podrán retomarse los compromisos. Si tenemos suerte habrá que acumular toda la actividad cultural en los dos últimos trimestres del año, pero estamos a la espera de fechas. En mayo debutaba en el Festival Internacional de Música y Danza ‘Ciudad de Úbeda’ con Isabel Villanueva y se ha aplazado, me hacía muchísima ilusión.
Mantienes una estrecha colaboración con el Palau de Les Arts, donde has desarrollado proyectos didácticos. También con la Societat Filharmònica ‘Música i Art’ de Picanya. ¿Por qué crees que es tan importante hacer llegar la música clásica a las nuevas generaciones? ¿Te gusta esta parte didáctica?
La disfruto muchísimo. El proyecto en el que trabajo en Les Arts es uno de los que lleva Víctor Gil en el Departamento de Educación y el programa es espectacular. A veces, cuando algunos amigos me decían que la ópera y el Palau de Les Arts estaban muy separados de la sociedad, yo decía: ‘no habéis visto el proyecto didáctico que tienen’; su actividad es brutal. Formo parte de un proyecto de iniciación musical para niños de 4 a 6 años, que salen escuchando la Sonata para dos pianos de Mozart (la interpreto junto a Judit Kertész) y les explicamos qué es una forma sonata y se lo pasan genial. Por otra parte, en mi pueblo también hacemos actividades de este tipo.
Está claro que tienes una clara vocación docente. Ofreces clases magistrales con asiduidad, tanto en España como en el extranjero, y desde 2012 eres profesor invitado del Aula d’Activitats Musicals de la Universidad de Valencia. ¿Cómo te definirías como docente? ¿Cuáles son las bases de tu pedagogía?
Siempre intento ayudar a que los alumnos vayan desarrollando su propia independencia, quiero que puedan aprender de mí herramientas para que ellos mismos puedan crear sus métodos de estudio y trabajo. Cuando dependen de ti, funcionan mientras reciben lo que tú les estás enseñando, pero después, en su casa, no son capaces de adaptar esa información a los siguientes problemas interpretativos o a otras obras.
Normalmente impartes clase online, pero supongo que con la situación actual esto se ha visto incrementado.
Es algo que me está ayudando a poder tener una agenda diaria. Los cursos y las clases magistrales se han parado de momento, pero quedan las clases online, que ayudan a los alumnos a mantener un vínculo y a mantener también un horario, algo difícil en una situación como esta.
Hemos visto que internet está siendo fundamental en esta etapa, pero también la cultura y la música, ¿cómo estás viviendo todas las iniciativas culturales online?
Estoy siendo más observador que activo, y me doy cuenta de que hay gente que reacciona de forma muy proactiva, lo cual me alegra, porque también consiguen sacarme una sonrisa a mí. Pero yo no me siento así, y sé que muchos compañeros tampoco. Yo le doy muchas vueltas a las cosas y esa inmediatez no va conmigo. Me parecen preciosas todas las iniciativas que se han llevado a cabo desde los balcones y desde las casas, pero yo necesito un poco de silencio para procesar todo esto.
Las grabaciones caseras, si bien las estoy disfrutando de otros, me llevan a pensar en el tiempo, esfuerzo y en la cantidad de personas que hay detrás de un trabajo como mi primer disco (producción, fotógrafos, notas al programa, traductores, etc.), y me da miedo que la población general crea que al final, como tenemos nuestros instrumentos, no hace falta nada más.
Recientemente ha sido publicado tu álbum debut con el sello Ibs Classical, grabado en el Auditorio Manuel de Falla de Granada. Nuestro colaborador de la sección discográfica, Francisco Balsera, le otorgó el Melómano de Oro en la revista Melómano de marzo. ¿De dónde surge la idea del proyecto?
El Melómano de Oro fue un regalo. La idea surge precisamente de darle muchas vueltas a las cosas. En mi cabeza tenía una especie de recital que conformaba idealmente lo que sería mi primer disco. No me veía grabando un primer disco dedicado a un único autor y quería que el disco mostrara un ‘preludio a’ qué podría pasar después de sacarlo a la luz. Llevaba ya años conformando un programa en torno a preludios, pero no únicamente a preludios como tal, sino a lo que supone un preludio y a las distintas formas que puede tener la forma preludio, que en realidad no tiene forma en sí, y a todas las consecuencias de ese preludio: los que funcionan de forma autónoma, a los que sucede una fuga, los que sirven de base para la construcción de un coral, etc. El preludio te da una libertad grande. Cuando hablábamos del título del disco, le decía a Paco Moya de Ibs Classical: ‘tiene que ser preludio, en singular, y, además, en francés’.
¿Qué obras encontramos en este disco? ¿Cuál es tu relación con ellas?
Empieza con el primer preludio y fuga del que dije: ‘¡me lo tengo que aprender!’, me ha acompañado desde muy niño, es el ‘preludio a’. Tocando este preludio de Bach (BWV 853) empecé a pensar que quería ser pianista, es el germen.
Después está el Preludio, Coral y Fuga FWV 21 de César Franck, que es una obra de unas dimensiones enormes. Quería que en todo el programa hubiese una cierta reflexión, que cuando lo escuches te haga pensar. He leído en algunas críticas que llama la atención el tempo pausado que utilizo, y yo ni siquiera lo pensé, surgía así. Precisamente porque lo que buscaba era reflexión.
También incluyo una selección de preludios de Debussy, que cierran con La catedral sumergida, cuyas campanas nos llevan al Coral y Variaciones de Henri Dutilleux, que no es una obra independiente, sino que forma parte de la Sonata núm. 1, una sonata dentro de una sonata, que enlaza perfectamente con las campanas anteriores.
¿Qué fue lo que te decidió a embarcarte en un proyecto discográfico en ese momento en concreto?
En realidad es un proyecto que lleva cuatro años dando vueltas. Contacté a Paco en 2017, pero antes yo ya había estado dándole vueltas a cómo, cuándo y por qué lo iba a hacer. Al principio incluso pensé en hacer un monográfico de Debussy, ya que en 2018 se conmemoraba el centenario de su fallecimiento, pero pensé que habría mucha gente haciendo ese tipo de homenajes. Quería que mi primer disco mostrara, por un lado, lenguajes con los que yo me sintiera cómodo y, por otro, lenguajes que pudieran abrirme otras puertas diferentes. El proceso fue largo y la labor de producción ha sido importantísima. Sin esta producción el resultado no hubiese sido este ni hubiese tenido el recorrido que está teniendo. Sentarte y grabarte no es grabar un disco; ahí entra la labor del productor. Grabar este disco ha sido una de las escuelas más grandes que he tenido en los últimos años.
Otra de esas grandes escuelas es, precisamente, el festival que diriges. ¿Cuándo arrancó esta actividad? ¿Cuál es la idea que lo mueve?
El germen del festival se remonta a la crisis económica anterior. Como consecuencia de ella, mi pueblo pasó a no tener programación en el teatro, que hasta ese momento funcionaba más para teatro que para música. Entre varios artistas locales, escritores, pintores y músicos, fuimos llenando esos huecos, haciendo labor social. Nosotros creamos una sociedad filarmónica de cero, pero poco a poco conseguimos que el número de abonados fuese aumentando, con un concierto al mes.
Cuando el número de abonados fue bastante importante pensamos en hacer un festival de verano que cerrase la actividad. Pensamos en poner en valor el patrimonio artístico y arquitectónico que tiene el pueblo, que es una ciudad dormitorio de Valencia, pero que ha conservado su ambiente e idiosincrasia. Al sur tiene unas huertas que aún se mantienen, con sus casas señoriales de principios del siglo XX, y con sus naranjos. Hay un cinturón de ronda de la ciudad que parte esas huertas en dos y siempre hemos pensado: ‘si soterran las vías del tren, esto pasa a ser ciudad’. Así que se trataba de poner en valor la tierra, y de ahí su nombre: Festival dels Horts.
Siempre me ha gustado mucho la gestión y los festivales, me fijaba en el festival Música en Segura, que pone en valor la España vaciada, y pensaba que nosotros teníamos que hacer el camino contrario, que no se perdiese la identidad de Valencia, que siempre ha sido una ciudad agrícola muy ligada a su paisaje no urbano. Ahora hay muchos proyectos de recuperación de la huerta y conservación del patrimonio cultural asociado a ella y nosotros nos enmarcamos ahí.
Tenemos un huerto cedido por la familia Montesinos donde realizamos las residencias del festival. Los artistas viven allí una semana y allí se desarrollan todas las actividades, al aire libre. Esos huertos fueron residencia de niños de la guerra durante la Guerra Civil, así que la idea de este año es recuperar un cuento musical precioso de Elvira Lindo, El Niño y la Bestia, que habla de esto porque su padre fue niño de la guerra, así como La historia de Babar de Poulenc y El cuarteto para el fin de los tiempos de Messiaen, todo un programa en torno a la temática del niño y la guerra.
¿Qué proyectos tienes en mente para los próximos meses?
El más inminente, además de lo que hemos comentado, sería el Festival dels Horts, que en junio celebrará su tercera edición, pero todavía no sabemos qué va a pasar. Después, en julio, voy de nuevo a EE. UU. para la residencia artística, durante tres semanas, y a continuación tengo un recital en San Lorenzo de El Escorial y otro en Sobrado dos Monxes (A Coruña), con motivo de la inauguración de la restauración de su iglesia. A partir de septiembre, todo está un poco en el aire, sí tengo proyectos, pero es precipitado decir ahora fechas concretas. Todavía no sabemos cómo se va a reubicar todo lo cancelado, estamos todos expectantes.
Por otra parte, ahora mismo estoy inmerso en otros proyectos de gestión e investigación. Quizá el más importante fue diseñar el Festival Iturbis el pasado septiembre para la Diputación de Valencia. En esa línea trabajo con la musicóloga Inés Sevilla, y en concreto en la recuperación de la figura de Amparo Iturbi, una de las grandes olvidadas del piano español, así como otros proyectos de recuperación del patrimonio musical valenciano.
En estos días de confinamiento supongo que habrás aprovechado el tiempo para estudiar y estudiar, pero también para desarrollar alguna otra de tus actividades favoritas (si pueden hacerse en casa, claro). ¿Cuáles son?
Me encanta la naturaleza y me encanta nadar en el mar, hago nado de travesía, pero todo está suspendido. Casi todas mis aficiones tienen que ver con esto. Además, tengo un huerto, me encanta toda la actividad al aire libre. Me está costando mucho concentrarme en estos días, así que estoy dando rienda suelta a mi imaginación, sin trabajar nada en concreto. También estoy leyendo, cocinando bastante y haciendo muchas videollamadas, sobre todo porque tengo muchos familiares que son médicos, y además estoy pendiente de mis dos abuelas. Mi mente está con ellos.
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