‘No me considero una mujer directora de orquesta,
me considero una directora de orquesta que resulta ser una mujer’.
Antonia Brico
Por Fabiana Sans Arcílagos & Lucía Martín-Maestro Verbo
Hace dos años, la asociación Clásicas y Modernas, en colaboración con la asociación Mujeres en la Música y la Fundación SGAE, publicaba un importante estudio denominado ‘¿Dónde están las mujeres en la música sinfónica?’. Centrada principalmente en España, esta publicación arrojaba datos tan desalentadores como preocupantes dentro de un mundo que lucha por reivindicar la igualdad. Transcurridos estos dos años, podemos observar cómo, lamentablemente, los datos que se proyectan en nuevos estudios y encuestas no distan mucho del primero, especial y muy preocupantemente, en el ámbito de la dirección orquestal.
Pero este no es un problema local, sino global. Los representantes de las orquestas no acceden a que la batuta sea tomada por las mujeres, ya sea por desconocimiento hacia su trabajo, por ‘tradición’ o por tópicos que preferimos no repetir. A pesar de esto, algunos nombres como el de Alondra de la Parra, María Alsop, Debora Waldman, Barbara Hannigan o Lucía Marín, ya son altamente conocidos, demostrando día a día que la presencia femenina no solo puede sino que debe ser tomada en cuenta y respetada sin que el género sea un impedimento.
Como muestra de esta perseverancia y lucha que empezó hace más de un siglo, nos acercamos a una figura que nos cautivó, no solo por su historia personal, sino por ser un paradigma de que la constancia nos llevará a revertir esos números que hoy siguen siendo tan negativos.
Antonia Brico nace en Rotterdam el 26 de junio de 1902. Con tan solo 6 años parte con sus padres adoptivos a Oakland (California), quienes al acoger a la niña la rebautizaron como Wilhelmina Wolthus. Al parecer, la futura directora no vivió en un entorno feliz ni cómodo, de hecho, salió de su casa adoptiva siendo tan solo una adolescente, dedicando parte de su tiempo a indagar sobre su verdadera familia. Finalmente, Wilhelmina retoma el nombre que le dieron al nacer: Antonia.
Pero más allá de esta ‘anécdota’ biográfica, lo que sin duda caracterizó a Brico durante toda su vida fue la perseverancia, constancia y pasión por la música, tres rasgos que la fortalecieron para enfrentarse a un mundo liderado por hombres y ante una sociedad que no veía con buenos ojos los planes que tenía esta mujer.
Antonia se acerca a la música primero a través del piano, instrumento que estudia desde los 10 años. Con él ofrece algunos recitales, pero finalmente terminaría por convertirlo en su ‘herramienta’ de trabajo, fundamental para la comprensión de la música. En 1919 ingresa a la Universidad de California en Berkeley, institución en la que obtuvo el título en Artes Liberales. Durante este período fue creciendo el interés de la joven por la dirección de orquesta y en 1920 tiene la oportunidad de convertirse en la asistente de Paul Steindorff, director de la Ópera de San Francisco. Finalizados sus estudios, parte a Nueva York y recibe clases de piano con distintos maestros, uno de ellos, y quizá el más relevante, fue el pianista y compositor polaco Zygmunt Stojowski, con quien estudió durante dos años.
Sin embargo, la vocación de Antonia por la dirección era innegable y decide partir a Alemania a la Staatliche Akademische Hochschule für Musik en Berlín, institución en la que se gradúa como directora, siendo, según algunas fuentes ‘la primera norteamericana en salir de esta institución’. En el país germano, Brico logra recibir clases de Karl Muck, famoso exdirector de la Sinfónica de Boston y que, en ese momento, estaba a la cabeza de la Filarmónica de Hamburgo. Gracias a Muck, su gran mentor, la joven directora consigue sus primeras oportunidades en el campo de la dirección, por un lado, como codirectora en Bayreuth y, por otro, al marcar un verdadero hito: debutar como directora invitada de la Filarmónica de Berlín el 10 de enero de 1930 convirtiéndose, según relata Lance Eugene Christensen, ‘en la primera mujer en dirigir esta agrupación’.
A pesar del éxito y la receptividad que ganó Brico en Europa, decidió regresar a Estados Unidos. Allí, se propuso de nuevo enfrentarse a las barreras de la sociedad americana, pero las oportunidades eran limitadas. Tuvo la ocasión de ofrecer algunos conciertos como directora invitada en conjuntos como la Filarmónica de Los Ángeles o la Sinfónica de San Francisco, pero no obtuvo una plaza fija en ninguna agrupación estable.
Sin embargo, y como hemos dicho, su tenacidad fue su principal motor. Así, tras su paso por California decide instalarse en Nueva York, ciudad en la que vuelve a hacer historia. Según se relata en el artículo ‘Pioneering conductor Antonia Brico‘, publicado en el New York Times, Antonia se convierte en ‘la primera mujer en dirigir una ópera de una gran compañía neoyorquina cuando dirigió la producción Hänsel y Gretel de [Engelbert] Humperdinck de la Ópera del Hipódromo de Nueva York’. Pero realmente su consagración llega con el debut como directora invitada de la Philharmonic Symphony Orchestra, conocida actualmente como la Filarmónica de Nueva York.
Ante la mirada atenta de aproximadamente tres mil espectadores, Antonia Brico alzó la batuta el 25 de julio de 1938 para demostrar ‘su dominio técnico y comprensión musical’, situándose a la cabeza de las mujeres en dirigir esta prestigiosa agrupación sinfónica. Durante el concierto se interpretaron la obertura Leonora de Beethoven, la Sinfonía núm. 1 de Sibelius, Romeo y Julieta de Chaikovski, los Mephisto-Walzerde Liszt y, finalmente, el preludio ‘Die Meistersinger‘ de Wagner. En la prensa de la época se pueden leer ‘anécdotas’ como esta: ‘aunque la señorita Brico es más conocida aquí como líder de la Orquesta de Mujeres de Nueva York, parecía bastante cómoda dirigiendo un conjunto de hombres’. Y esto era natural, considerando las muchas veces en su carrera en las que se subió al podio ante orquestas compuestas enteramente por el sexo opuesto. Y otras como esta, en las que se demuestra el valor musical de Antonia: ‘dirigir la sinfonía de Sibelius era, en sí mismo, un trabajo de gran tamaño. La señorita Brico demostró ser muy versada con la partitura, dándole una interpretación tan exitosa en la delineación de su amplia variedad de estados de ánimo que le valió uno de los más espontáneos estallidos de aprobación de la temporada’. (‘Philharmonic Led by Antonia Brico‘).
Pero su empeño y ganas de trabajar eran imparables, y es que esta mujer no quería limitarse a hacer uno o dos conciertos al año, por ello, en 1934 decidió fundar la Orquesta Sinfónica de Mujeres de Nueva York. Para lograr su propósito fue a hablar y buscar apoyo directamente en Eleanor Roosevelt, quien quedó prendada del proyecto. La primera dama relata en una carta un apunte que, si lo traemos a nuestros días, no dista mucho de la realidad actual: ‘en nuestras escuelas de música acogen a mujeres y las forman hasta que son tan buenas artistas como los hombres en el mismo campo, pero los que planifican el personal de las orquestas dicen que el público tiene aversión a las directoras y a las mujeres miembros de las orquestas sinfónicas, y es casi imposible que una mujer joven sea elegida por sus méritos. Parece que se trata de una ocupación particular en la que el sexo cuenta principalmente’.
Antonia también se ganó la confianza y el apoyo del alcalde de la ciudad, Fiorello La Guardia, contando también con su apoyo para la realización de los conciertos de la agrupación. Uno de los primeros se llevó a cabo el 18 de febrero de 1935 en Manhattan, con un éxito rotundo. A pesar de la buena acogida del conjunto, al cabo de cuatro años Brico decidió aceptar hombres en sus filas, modificando el nombre de la orquesta y afectando negativamente al interés del proyecto, que fue decayendo hasta su disolución en 1939.
Años más tarde, Antonia se establece en Denver. En esta ciudad intenta, una vez más, conseguir un puesto como directora titular, pero como en anteriores ocasiones, fue rechazada. Así que, una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, Brico acepta algunas invitaciones para dirigir en Europa, ofreciendo algunos conciertos entre los que destaca una presentación en el Royal Albert Hall de Londres y otro en Helsinki, invitada directamente por Jean Sibelius quien la consideró ‘una directora de orquesta de fuego’.
Regresaría después a Estados Unidos, donde fundaría la Sociedad Bach de Denver y el Conjunto de Cuerdas de Mujeres. Pero lo que realmente la mantuvo en la ciudad fue su cargo como directora de la Denver Businessmen’s Orchestra, un conjunto semiprofesional que se convertiría, desde 1948, en la Orquesta Sinfónica Antonia Brico. Con esta agrupación se mantuvo activa hasta 1985, fecha en la que decide retirarse.
La historia de Antonia tiene un gran impulso en 1974, cuando su antigua alumna, Judy Collins, le propone junto a Jill Godmilow realizar un documental sobre su carrera. De esta idea nace Antonia: A Portrait of the Woman, documental en el que se puede escuchar a Brico en primera persona relatando parte de su vida.
Antonia Brico, directora, pianista y profesora, fallecía en la residencia las Torres Bella Vita en Denver el 3 de agosto de 1989 a la edad de 87 años. Una reseña en el New York Times recuerda que Antonia ‘dedicó su vida a luchar contra los prejuicios hacia las mujeres en el mundo orquestal’ y es justo esto lo que hoy no podemos olvidar.
Finalmente, nos gustaría aclarar que, si bien en todos los documentos consultados en torno a Brico, entre ellos los archivos digitales y la prensa de estas instituciones, figura como la primera mujer en dirigir las dos prestigiosas orquestas de Berlín y Nueva York, existe un nombre que no queremos olvidar y con el que se ‘disputa’ estos honores. Se trata de Ethel Leginska, unos años mayor que Brico, y quien también lidió contra los prejuicios de la época en torno a la dirección. La historia no reconoce a Ethel como la primera directora de estas agrupaciones, sin embargo, hay documentos que prueban que se colocó en el podio poco tiempo antes que ella. Independiente de quién haya sido la primera, ambas son fundamentales para reescribir la historia de la interpretación.
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