Por Sofía M. Gascón
¿Por qué? ¿Por qué callas y me miras desde lejos como para castigarme? Tú, primavera enjaulada, pájaro sin sombra. ¿Por qué tan callada? Amargada, silenciosa y casta. ¿Por qué tanto silencio?
¿No ves lo que siento? Quisiera arrancarte las cuerdas, desatarte. Y que perdamos juntos la cordura. Quisiera abrazarme a tu cintura y que me llevases con la imaginación a la luna. Quisiera tocar tus labios, sentir tu aliento. Oír tu voz, con tu gracioso acento.
¿No ves que así cesaría mi lamento? Y es que, siento en tu pecho un agujero tan hondo y tan negro. Un pozo abandonado, negro y desalmado. Lleno de olvido y de silencio. Sobre todo de eso, de silencio…
Pero amor, solo te pido esto. Quítamelo todo, llévatelo muy, muy lejos, allá donde la locura no alcance. Llévatelo todo,menos tu risa en las noches de verano praderas y estrellas. O esa risa tuya, frenética y loca, de cuando quedamos a ciegas, las luces nos abandonan y nos tienta tocarnos… o nos tocamos a tientas. Ya me pierden las palabras o yo las pierdo a ellas, no lo sé, parezco un loco. Pero también puedes quedártelas. Te las cambio por tus risas mañaneras en las que olvidamos que el desayuno no consiste en devorarnos el uno al otro. Te las cambio por esas risas tuyas de cuando me enfadas y me dices que soy tonto.
Llévatelo todo. Pero, por favor, no me dejes solo. Prométeme tu risa, tu voz, y todo el ruido que tú puedas darme. A cambio yo te prometo abrazarte, quererte, adorarte, tomarte entre mis brazos día y noche hasta que nos fundamos en un infinito sol y luna, luz y sombra. Y volvamos locas a las cigarras, cantando al unísono nuestro eterno zumbido. El mío, el de las cigarras, y el tuyo, el de mi guitarra.
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