Unos números atrás, en esta misma sección, indagamos sobre el trabajo de profundización en el organetto que lleva a cabo Cristina Alís Raurich desde hace más de una década.
Pero, si este instrumento llama nuestra atención, no podemos dejar de lado otros que engrosan la historia de la música, la organología y, sin duda, forman parte de la tradición medieval. Hoy conoceremos la fídula, viella o vihuela de arco, de la mano de Alejandro Tonatiuh y su Tempus Viellatorum.
Por Fabiana Sans Arcílagos
Oriundo de México, Alejandro Tonatiuh Hernández estudió violín moderno en el conservatorio del país norteamericano, pero pronto se sintió interesado en ir más atrás y profundizar en repertorios más tempranos. Esto lo llevó a trasladarse a Barcelona, ciudad en la que reside y donde estudió violín histórico en la Escola Superior de Música de Catalunya (ESMUC) y musicología en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB). Pero, tal y como comenta el mismo Hernández, su gran acercamiento a la música medieval, su práctica y su pasión, fueron creciendo gracias a sus inquietudes y a los conocimientos que obtuvo de Mauricio Molina, uno de los más grandes especialistas en este repertorio y director del Curso Internacional de Interpretación de Música Medieval de Besalú, espacio en el que hoy Alejandro se dedica a la docencia como profesor de fídula.
Conocida también como viella, este ‘instrumento arqueado es uno de los pocos que ha sobrevivido a la Edad Media’. Las fuentes literarias e iconográficas, además de algunos tratados, serán la base para el inmenso trabajo de reconstrucción física y teórica de sus elementos, ‘sonoridad’ y funcionalidad en la sociedad medieval. La versatilidad de este instrumento, además de la variabilidad en su forma, afinación y contorno, llamaron la atención de uno de los principales teóricos del medioevo, Johannes de Grocheio, quien en su tratado describe la fídula como un instrumento ‘que incluye a todos los otros instrumentos […]. Un buen artista puede tocar con la fídula cualquier cantus y cantilena, así como cualquier forma musical en general’.
Fue gracias a este tratado, ‘considerado una de las fuentes más importantes de información de la vida musical parisina de finales del siglo XIII y principios del XIV’, y a otros teóricos como Jerónimo de Moravia, que Hernández decidió profundizar no solo en el instrumento sino en ‘aquellos cantos y cantilenas de los que habla Grocheio los cuales, posiblemente, pudiesen haber sido interpretados con fídula’. Para ello, se propuso poner en práctica esta reconstrucción sonora del instrumento gracias a la ‘gran cantidad de piezas que tenemos para armar el puzle’.
Según nos relata Alejandro, ‘tenemos suerte de que la viella sea el único instrumento del que podemos tener una descripción de su afinación antes del siglo XIV. Jerónimo de Moravia, en su Tractatus de Musica, describe en el último capítulo tres maneras de afinar el instrumento’. Con esto, continúa el músico, ‘tenemos por dónde empezar a construir una propuesta de sonido. Esas afinaciones te llevan a pensar que la fídula es un instrumento de bordón, con sus relaciones de quintas, cuartas y octavas en las que es muy cómodo tocar melodías centradas en los modos y autoacompañadas con el bordón de una de las cuerdas’.
En su tratado, Moravia nos habla de tres tipos de afinaciones: ‘en la primera, el teórico habla muy claramente de que hay una cuerda que tiene que estar por fuera de donde pones los dedos, es decir, por fuera del bastidor. Sobre esta cuerda, que llama bordonus, describe que puede tocarse tanto con el arco como con el dedo pulgar cuando estés tocando otras de las cuerdas. Moravia habla de esta afinación y en la iconografía medieval podemos ver muchas de estas fídulas con esas cuerditas por fuera e internamente las otras cuerdas, como si estuvieran más juntas, como de dos en dos. A partir de aquí, Christopher Page genera la propuesta de que esas cuerdas tal vez sean una especie de órdenes que tú pisas juntas a la vez para generar sonidos, en este caso, cuando pisas las dos cuerdas más graves suena como una melodía octavada y las dos cuerdas más agudas suenan al unísono; con esto vas reposando la melodía al unísono’.
La segunda de las afinaciones que describe Moravia habla ‘de las cinco cuerdas que están todas dentro del mango. Es una afinación muy similar pero la última cuerda se encuentra una cuarta por arriba, con lo cual, ya tienes un rango más amplio. Él describe que este segundo tipo se utilizaba para piezas que pudiesen viajar más por el rango de la mano, haciendo alusión a la mano guidoniana; es decir, que tienes más rango de notas’. La tercera afinación es, a grandes rasgos, ‘un gran bordón con un rango melódico muy pequeñito. Page escribió que esta afinación, probablemente, estuviese vinculada a los cantos de gesta’.
De las tres afinaciones, el fidulista utilizó las dos primeras para reproducirlas en su disco Tempus Viellatorum, dedicado casi de forma exclusiva a mostrar los recursos sonoros de la viella. Cabe destacar que, para poder aplicar estas afinaciones, el músico ha contado con dos instrumentos realizados por el lutier Florian Joungneau. Además, en su disco, tal como se acota en las notas, Alejandro nos lleva por ‘diversos tipos de música: refinadas melodías de troveros y trovadores, conductus y formas de danza como la Ductia y la Estampie’, siendo acompañadas algunas de estas piezas por Mauricio Molina en la percusión, Raúl Lacilla con la musa, y Pepe Morales Luna en la cítola, todos instrumentos representados en la iconografía medieval.
Pero el trabajo de Hernández no solo se ve reflejado en la elaboración de este disco, sino en la reconstrucción del sonido de la música medieval a través del instrumento, como él mismo nos cuenta, desde otros espacios, como, por ejemplo, el que ocupa desde hace una década como profesor de fídula en uno de los cursos más prestigiosos en España centrados exclusivamente en el medioevo, como es el que se realiza anualmente en Besalú.
En estos cursos, crece el interés del alumno hacia la búsqueda de nuevas sonoridades o, para los ya iniciados, se profundiza en el repertorio y los tratados. Para él, el mayor reto es que los alumnos vayan construyendo una base sólida a través de los recursos que él les proporciona como son la notación, pronunciación del texto, aspectos del instrumento, afinación y, a través de ello, profundizar en las fuentes. ‘Partimos de un repertorio monódico, en el que uno mismo se acompaña con bordones. Posteriormente introducimos, por ejemplo, los rondellus del manuscrito Pluteous 29, piezas centradas en los modos, y poco a poco llegamos a los grandes hits de la música medieval, aunque yo siempre intento buscar músicas que no son tan conocidas, pero sí fantásticas y, de alguna manera, fáciles y accesibles. Lo importante es empezar de lo más simple a lo más elevado, comprendiendo lo que se está haciendo y cómo aplicarlo’.
Una de las características en las que incide Hernández es en que todo el que se acerque a la música medieval debe sí o sí profundizar en el texto, ya que, independientemente de que seas cantante o no, la gran riqueza de esta música se encuentra, justamente, en su contenido textual. Además, para la construcción de un planteamiento propio del repertorio, es necesario saber qué y cómo se dice desde las fuentes originales: ‘se trabajan rudimentos básicos para poder interpretar esa pieza desde ese documento, uniendo todos los elementos que puedan estar ahí para ayudarte: la interpretación rítmica y la interpretación del texto, porque a pesar de que es un instrumento melódico, está totalmente vinculado a la voz; por eso yo soy muy insistente en que tenemos que conocer el repertorio a través de la oralidad, entender el texto y el ritmo del mismo, vamos a razonar por qué escribió de tal manera tal parte de la pieza y cómo podemos llegar a representar eso con el instrumento. Eso te abre un camino diferente que vas construyendo; es edificar todo un mundo en torno a toda esa melodía que, si tú quieres, de entrada, a nivel de notas, parece fácil, pero si no tienes todo ese mundo detrás no tienes de dónde tirar’.
Alejandro desarrolla su trabajo como investigador, docente e intérprete a través de los conciertos que ofrece a lo largo y ancho del territorio nacional e internacional. Su programa dedicado a la recreación de la práctica de los juglares y a la reconstrucción de otros repertorios de canciones medievales ha sido galardonado en México. Además, colabora asiduamente con grupos como Sendebar y Magister Petrus en Estados Unidos y España, y dirige el grupo Música Enchiriadis, dedicado a la difusión del acervo medieval.
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