Alejandro Muñoz compagina múltiples facetas en su vida musical. Violinista, violista, director de orquesta, director de coro, programador y gestor, su trabajo siempre responde a cuatro valores universales: preparación, valentía, respeto y confianza. Actualmente se encuentra al frente de la Camerata Gala, el Coro de Ópera de Córdoba y el Gala Fest, y prepara la puesta de largo de una nueva compañía de ópera de cámara.
Por Susana Castro
¿En qué momento decide usted que quiere dedicar su vida musical a la dirección de orquesta?
Empecé dirigiendo a la Camerata Gala con el violín. Era una experiencia muy intensa, ya que se trataba de controlar todo lo que pasaba musicalmente, pero sin tener un gesto para hacerlo. Eso funciona muy bien con determinado tipo de repertorio, sobre todo del Barroco o del Clasicismo, pero llegó un momento en el que la Camerata comenzó a abordar otros repertorios más exigentes en los que era necesaria una técnica de dirección.
Me planteé dar el paso del violín a la batuta. Eso se produce paralelamente a mi interés musical. Siempre había visto la música desde el punto de vista del intérprete, pero la profundidad a la que se llega desde el trabajo de la dirección de orquesta no es la misma, es mucho mayor. No es que hubiera agotado el repertorio del violín o la viola, sino que el repertorio que hay por descubrir desde la dirección de orquesta es increíble. Y a mí me apasiona tener cosas nuevas por hacer. El paso del violín y la viola a la dirección fue lógico en mi desarrollo musical.
Comienza entonces a formarse en la dirección orquestal. ¿Quiénes fueron sus maestros?
Siempre he creído que la música de cámara como herramienta es fundamental en todos los ámbitos musicales, también en el orquestal, ya que a través de ella se ejercita la escucha, que es el centro de todo. Así que decidí buscar a los maestros que más me habían aportado en ese terreno. En primer lugar, acudí a uno de mis grandes maestros y referentes, Michael Thomas. Sus alumnos nos nutríamos de su experiencia como músico de cuarteto, ya que formó parte del Cuarteto Brodsky y con él ofreció conciertos por todo el mundo. Además, veíamos reflejada esa experiencia en sus ensayos con orquesta. Las clases no estaban enfocadas al manejo de la batuta propiamente, sino que trabajábamos cuestiones relativas a la interpretación.
Tras terminar este periodo, me di cuenta de que necesitaba un poco más de formación técnica y me matriculé en un máster de dirección orquestal en el Centro Superior Katarina Gurska. Allí trabajé con Borja Quintas, aparte del resto de maestros del claustro. Esta formación técnica complementó los aspectos musicales que ya había trabajado anteriormente, aunque la formación con Quintas también los incluía, por supuesto.
Lo más importante fue poner en práctica todo esto, esa es la tercera pata que se necesita en esta profesión. He tenido la suerte de trabajar con la Camerata Gala durante muchos años, he experimentado muchas cosas con ellos, y también con la Orquesta Joven de Córdoba, que dirigí durante ocho años. Hicimos gran cantidad de proyectos juntos y aprendí muchísimo. En esos primeros años es muy importante poder dirigir de forma regular, y hacer diez o doce proyectos al año fue increíble.
Su trayectoria está muy ligada a las orquestas jóvenes. Prácticamente todos los directores y directoras a los que he entrevistado me cuentan que algunas de sus mejores experiencias son, precisamente, las que suponen dirigir orquestas jóvenes. ¿Qué opina usted?
Las orquestas jóvenes son fundamentales para la formación de los músicos. No porque en las orquestas de los conservatorios no se de esa formación, sino porque un músico quiere tocar en la orquesta todas las semanas y también en vacaciones.
Los directores que tienen ganas de trabajar con orquestas jóvenes también son jóvenes o quieren sentir lo que sentían en sus años de juventud al formar parte de un proyecto así. A mí me pasa cuando estoy como profesor en la Orquesta Joven de Andalucía. Son años que marcan a los músicos de por vida. Hace veinte años que salí de la última orquesta joven en la que estuve, pero me siento en el atril o cojo una partitura para dirigirla y, al escuchar la música, a mi cabeza vienen los recuerdos y aquellos conciertos, aunque haya tocado esa obra muchas más veces después.
Las personas que gestionan esos proyectos, los profesores y los directores que están con los jóvenes tienen la responsabilidad de hacer que eso sea y vaya a ser ilusionante el resto de su vida y que lo guarden como una experiencia importante.
¿Qué cree que le aporta a su carrera como director de orquesta llevar casi veinte años como músico de atril?
Como músico de orquesta tienes la gran suerte de trabajar con todo tipo de directores. Ver cómo gestionan los programas y el tiempo de ensayo, cómo se comunican con la orquesta, cómo verbalizan y gestualizan su idea musical y si funciona o no. Cuando estás sentado en el atril, puedes recibir la orden y responder, pero también puedes analizar lo que está pasando. Si te planteas el trabajo de la orquesta desde el punto de vista del análisis, la cantidad de información, de conocimientos y de aprendizaje que puedes extraer es impresionante.
Te aporta muchísimo, no solamente con los directores invitados, sino también con los directores que están llevando una orquesta como titulares durante muchos años, ya que te sirve para ver el trabajo a largo plazo, las metas, los objetivos y cómo hacer crecer la orquesta. El director tiene que aprender a detectar, desde un primer momento, en qué estado anímico se encuentra la orquesta y conseguir con ese material humano el mejor resultado posible. Y todo esto, desde el atril, si se quiere ver, se puede ver y analizar.
Habla mucho de análisis ya que, efectivamente, el director está muy expuesto ante la orquesta. Desde el momento en que se sube al podio experimenta el escrutinio de los demás. Ahora que, por fin, se le da tanta importancia a la salud mental. ¿Cómo se gestiona usted a la hora de dirigir?
Para empezar, hay que hablar de preparación. Es imposible subirte al podio si no has trabajado muchísimo antes. Dedicarse a la dirección de orquesta conlleva un sacrifico enorme. No haberse preparado suficiente para dirigir una orquesta no se puede permitir, por respeto a la profesión, a uno mismo y a lo que haces.
La segunda cuestión que entra en juego es la valentía. Hay que ser valiente en la dirección de orquesta, si no, es muy difícil porque los miedos y las incertidumbres son demasiadas. Hay muchas miradas puestas en ti y te sientes juzgado constantemente.
Después está el respeto por las personas que están delante de ti, tanto en orquestas profesionales como en orquestas jóvenes. La falta de respeto puede hacer que todo se derrumbe. Hay que pedir las cosas con respeto y ser consciente de que las personas que trabajan contigo también tienen su carrera, sus estudios, han luchado mucho por llegar ahí y todo eso debe tenerse en cuenta como punto de partida del trabajo.
Por último, la última cuestión a tener en cuenta es la confianza. Uno dirige, pero no emite ningún sonido, así que hay que confiar en lo que la orquesta pueda hacer. Tengo que pensar en que quiero conseguir mis objetivos, pero sabiendo que lo van a hacer a su manera. Hay que dar un margen a la orquesta para que sea ella misma y reaccione como tiene que reaccionar, ya que es un colectivo que está acostumbrado a tocar conjuntamente y tiene características sonoras propias.
Todos estos elementos te permiten asumir imprevistos, como cuando el pasado mes de enero, por una baja de última hora, tuve que ponerme al frente del Réquiem de Verdi con la Orquesta de Córdoba, en un concierto en el que yo iba a dirigir al Coro. Es importante tener la valentía de asumir este tipo de retos, ante un teatro lleno, ya que estas oportunidades pueden surgir sin que te lo esperes.
¿Qué tipo de líder le gustaría ser o cómo le gustaría que le describiesen los músicos a los que lideran?
Me gustaría que los músicos que trabajan conmigo tengan la sensación de que la orquesta ha dado lo mejor de sí o ha crecido. Es importante que sientan que hemos conseguido encontrar cosas en común.
Violín, viola, dirección orquestal, gestión de proyectos, etc. Usted reúne en una sola persona muchas facetas diferentes. ¿Cree que, en la actualidad, los músicos deben ser muy versátiles o, por el contrario, deben especializarse?
Hay muchas voces que piden especialización, pero creo que se debe a que consideran que la no especialización conlleva una pérdida de calidad. Es importante hacer una cosa bien, sí, pero si puedes hacer dos cosas bien, mejor. Y si puedes hacer tres bien, todavía mejor. Yo creo que el músico, en los tiempos que vivimos, debe ser ‘completo’, es decir, que pueda hacer varias cosas en el universo musical a nivel profesional.
Hoy día hay una gran falla entre los estudios y la vida profesional. Creo que no estamos acertando con las claves a la hora de preparar a los estudiantes para lo que se van a encontrar, en muchos aspectos. La prueba es que hay estudiantes que son magníficos o brillantes músicos, pero después no consiguen nada a nivel profesional porque no tienen las herramientas necesarias. Las enseñanzas artísticas deberían estar más conectadas con la vida real, y el músico cuando sale del conservatorio debería estar preparado para cualquier cosa después de catorce años estudiando. Un conservatorio debería ser un lugar en el que se aprendan todo tipo de cuestiones relacionadas con la música. Creo que sobran materias y falta la idea de conexión entre ellas.
Hablemos ahora sobre sus proyectos. En este mes de junio se celebra la tercera edición del Gala Fest, un festival que usted dirige bajo el auspicio de la Fundación Antonio Gala. ¿Con qué objetivo decidieron poner en marcha esta iniciativa?
Soy un apasionado de la música de cámara. Córdoba tiene mucha actividad musical, pero faltan espacios en los que canalizar esas iniciativas. Hace tiempo, por casualidad, ofrecimos un concierto en el Claustro de la Fundación Antonio Gala y nos dimos cuenta de que la acústica era fantástica. Decidimos aunar estas dos cuestiones y poner en marcha un festival que no solamente sirviera para artistas locales, sino también que fuera un punto de encuentro con artistas de otros lugares para fomentar el intercambio musical.
¿Cuál ha sido la acogida por parte del público?
La respuesta del público ha sido muy buena. Los tiempos que nos han tocado vivir han sido complicados a nivel cultural, pero Gala Fest está creciendo y cada vez tiene más apoyo y mayor respuesta del público de Córdoba y de fuera de la ciudad.
Intentamos programar de forma variada, nos gusta que haya canto, que toque la Camerata con algún solista invitado, así como un grupo de cuerda, otro de viento y piano. También nos encanta que haya guitarra porque es el instrumento cordobés por excelencia. Se trata de tocar todos los palos en cada edición y que el público se sienta atraído por la programación.
Estamos muy comprometidos con la juventud de dos formas: a través de un convenio de colaboración con Intercentros Melómano, para ofrecer concierto a sus ganadores; y también con compositores. Para esto último contamos con la labor que realiza la Fundación Antonio Gala con jóvenes artistas. Uno de sus compositores residentes, Pablo Martínez Recio, estrenará una obra en Gala Fest, y la compositora Ana Becerra estrenará otra obra con la Camerata.
La Camerata Gala también es un proyecto amparado por la Fundación Antonio Gala. ¿Cómo describiría el viaje que han realizado en estos diecisiete años?
La Camerata comenzó como un grupo de amigos queriendo hacer música en Córdoba. En 2006, año en el que volví a Córdoba tras estudiar en el Conservatorio Nacional Superior de París, hicimos nuestro primer concierto y fue una experiencia muy positiva. Empezamos a buscar algunos apoyos y la Fundación Antonio Gala nos abrió sus puertas.
Trabajamos mucho repertorio, músicas de nueva creación (hemos estrenado más de cuarenta obras) y hemos realizado nueve grabaciones discográficas (las dos últimas con Ibs Classical). Creemos en la pluralidad de la programación, es una orquesta muy versátil que aborda desde música barroca a Mahler, pasando por ópera de cámara o cualquier proyecto que nos interese. Siempre con música de calidad y favoreciendo la promoción de artistas nuevos.
El desarrollo ha sido increíble —parece que hacemos magia con el presupuesto (risas)—, y hoy en día hemos ofrecido cientos de conciertos y colaboraciones con artistas como Jesús Reina, Isabel Villanueva, Guillermo Pastrana o Raquel Lojendio. Hemos hecho muchos conciertos fuera de Córdoba y en el extranjero, y creo que es algo muy positivo para la ciudad. Cuando los gestores culturales hacen programaciones para una comunidad tienen muy en cuenta lo que va a recibir ese lugar, pero a veces no son conscientes de que los artistas que están creando en esa ciudad también necesitan salir fuera.
¿Cuál es su compromiso más inmediato?
El 10 de julio participaremos por primera vez en el Festival de la Guitarra de Córdoba. Para nosotros es un lujo. Interpretaremos el Concierto de Aranjuez de Joaquín Rodrigo junto a Rafael Aguirre, entre otras obras.
Otra de sus grandes pasiones es la lírica. Desde hace unos meses es el director del Coro de Ópera de Córdoba. ¿Cómo es su trabajo día a día con esta formación?
Dirigir un coro es totalmente diferente a dirigir una orquesta. Los coros semi profesionales, como el que yo dirijo, además del componente musical tienen un componente humano muy valioso. Mientras que una orquesta empieza a montar el lunes el concierto que ofrecerá el viernes, el trabajo del coro lleva detrás meses de preparación. La conexión de cada uno de los cantantes con la obra es muy fuerte; la viven durante mucho tiempo y preparan cada compás con una intensidad; un cuidado y un mimo muy grandes.
Desde que hace un año asumí la titularidad, el Coro ha ofrecido veintiséis actuaciones, entre las que encontramos los réquiems de Mozart y Verdi, quince representaciones en el Palacio de Viana, ‘Zarzuela viva’ por toda la provincia, etc. Es la formación musical más antigua de la ciudad y estar con ellos es una ilusión constante y una gran fuente de aprendizaje. Trabajar con un coro de ópera te permite conocer las óperas desde dentro, trabajarlas en profundidad, también con la escena, los solistas, etc.
Tienen a la vista el lanzamiento de un disco. ¿Qué nos puede adelantar sobre este proyecto?
Córdoba tiene una gran tradición lírica, así que queremos llevar al disco algunos de los grandes coros de zarzuela que forman parte del repertorio del Coro y de la tradición española. Creo que el público está muy interesado en este tipo de proyectos, y la mayoría de las grabaciones que hay son antiguas, por lo que no tienen la calidad que se podría conseguir hoy en día. Uno de mis compromisos con el Coro al inicio de mi titularidad ha sido poder lanzar este álbum. Incluiremos también algunas oberturas orquestales y algunos números con solista, pero el grueso son los coros.
A la vuelta de verano presentarán al público una nueva compañía lírica estable en Córdoba que pondrá en escena ópera de cámara bajo el nombre de 1811. ¿Cómo lo van a articular?
La idea es hacer ópera en Córdoba en formato camerístico. El primer proyecto, que se llevará a cabo en tres representaciones en septiembre en el Claustro de la Fundación Antonio Gala, será La serva padrona de Pergolesi. En esta ciudad solo hay una o dos producciones al año y queremos que el público pueda acceder más fácilmente a la ópera, porque nos consta que hay demanda. Queremos exportar las producciones, y en el caso de esta primera producción en espacios tipo palacios, castillos, etc., lugares que formarían parte del decorado de la ópera. Mi objetivo es que podamos preparar al menos un título escenificado por temporada y que pueda girar por distintas ciudades. Seguramente el próximo título será una ópera como tal y que vaya más enfocado a los teatros.
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