Alcione, de Marin Marais, estaba programada dentro de la temporada del Gran Teatro del Liceu entre los días 16 y 23 de mayo pero, debido a la crisis sanitaria, dichas representaciones han quedado suspendidas. Esta ópera es una nueva coproducción del Gran Teatre de Liceu y la Opèra Comique de París, bajo la dirección musical de Jordi Savall y de escena de Louise Moaty.
Por Fabiana Sans Arcílagos
El renacimiento de una tragedia
Dirigida musicalmente por Jordi Savall y escénicamente por Louise Moaty para la reapertura de la Opéra Comique de París el 26 de abril de 2017, Alcione se presenta como una de las novedades de los últimos tiempos. Para el reestreno, 246 años después de su última presentación en París, contó en los roles principales con las voces de Lea Desandre (Alcione), Cyril Auvity (Ceix) y Marc Mauillon (Pelée). Savall, que alaba el trabajo de Louis Moaty como directora artística, asegura que los dos se complementan bien y que buscan la misma calidad en la puesta en escena. Además, comparten opiniones sobre el carácter y los elementos fundamentales de la ópera.
Una de las novedades de este montaje es la inclusión de acróbatas de circo, lo cual hace cobrar sentido narrativo a muchas partes de la ópera, como la escena de la tormenta que se desarrolla a bordo de un barco: las posibilidades de movimiento de estos acróbatas crean una atmósfera fascinante alrededor de los marineros de la escena. En rasgos generales, se trata de una puesta en escena imaginativa, creativa y moderna, pero a la vez respetuosa con el carácter histórico y particular de esta historia.
Según declaraciones del propio Savall, descubrió a Marin Marais en su juventud, cuando aún era estudiante de violonchelo. Al terminar sus estudios, allá por 1965, fue a la Biblioteca Nacional de Francia, en París, y pudo consultar todas sus piezas para viola, preguntándose a sí mismo por qué esas piezas no eran en general más tocadas, por lo que decidió dedicar varios años de su vida a estudiar y a grabar buena parte de la obra de este autor.
Savall asegura que Marais es uno de los compositores franceses del Barroco que mejor trabaja el lenguaje instrumental. Es alguien que, con su música, con su manera de cantar, y su manera de expresar las emociones, consiguió marcar un cambio con todo lo anterior. Marais creó su propia marca, que consiste en que domina de igual manera la música instrumental y la voz; una de las características principales de su música es el canto a través de la viola da gamba, que es uno de los instrumentos más canoros y que más se aproxima a la voz del ser humano.
A la mezcla de estos elementos hay que sumar la experiencia que Marin Marais había adquirido trabajado como asistente de Lully, a quien ayudaba con la dirección de la orquesta. Además, hay que tener en cuenta que era un buen conocedor de las danzas de la época, y manejaba a la perfección el lenguaje ornamental, así como la dicción, creándose el caldo de cultivo perfecto para el nacimiento de una obra que será en muchos aspectos una de sus grandes obras maestras.
Marin Marais
Hace 305 años falleció en Versalles uno de los reyes más emblemáticos de la historia, Luis XIV. Si bien para Francia ha sido ‘el estado’, el mundo lo recuerda tanto por sus excentricidades como por el aporte innegable que hizo a las artes. El Rey Sol era amante de la danza, arte que cultivó de manera excepcional. Pero nunca dejó de lado la música, el teatro, la pintura, la arquitectura, el buen vestir y la gastronomía; él más que nadie en su corte conocía el valor propagandístico y social que las artes juegan en la difusión de las ideas. No hace falta nada más que ver la transformación del pabellón de caza de Luis XIII en el impresionante Palacio de Versalles como símbolo de supremacía.
Por ello, mantuvo durante su extensísimo reinado influyentes representantes, como el pintor François Rigaud, el coreógrafo Pierre Beauchamp, los dramaturgos Jean Racine y Jean-Baptiste Poquelin o a los músicos François Couperin, Michel-Richard de Lalande o Jean-Baptiste Lully quien, junto a Poquelin o Moliére, como realmente es recordado, estrenaron en la corte la comedia-ballet El burgués gentilhombre, de la que se recuerda la intervención de los tres españoles a través del célebre tema Sé que me muero de amor, evocada por la hermosa versión de Raquel Andueza & La Galanía. Pero, si bien en esta ocasión no nos centraremos en Lully, sí lo haremos en uno de sus célebres alumnos: Marin Marais.
Nacido en París en el seno de una familia modesta, Marin Marais inicia sus estudios musicales gracias a su tío paterno. Este, que era sacerdote y pertenecía a un entorno menos austero que la familia directa del joven, preparó a Marais como monaguillo y, gracias a ello, consiguió su ingreso en el coro de la Iglesia de Saint-Germain-l’Auxerrois. Curiosamente, uno de sus compañeros en la iglesia fue De Lalande quien, tal y como hemos comentado, años más tarde formó parte de la corte del Rey Sol. De sus primeros maestros se conoce a François Chaperon, del que se dice recibió algunas lecciones de viola. Pero, sin duda, fue con Jean de Sainte-Colombe con quien se formó como violagambista.
En muy poco tiempo la gran dedicación y rigurosidad en su formación lo alejaron de su maestro quien, amenazado o condicionado por las altas capacidades del joven, decidió no seguir enseñándole. Acto seguido, el joven ingresó en la orquesta de la Ópera de París. Marais llamó la atención del director de la Ópera o Académie Royale de Musique, que no era otro que el grandioso Lully. Este lo invitó a participar en la primera representación de Atis en la corte en 1676 y, tres años más tarde, se asentó en la residencia real como uno de los músicos del rey.
El legado del músico francés puede dividirse entre sus enormes aportaciones a la viola da gamba, su habilidad como maestro y sus composiciones para ópera. Marais publicó casi 596 para viola, repartidas en cinco libros, entre las que también se pueden encontrar, por ejemplo, piezas para violín y continuo o suites para dos o tres violines, o uno de los primeros ejemplos de tríos en Francia con su libro Pièces en trio pour les flûtes, violons et dessus de viole. También podemos encontrar las 32 variaciones sobre un tema de Corelli, otras piezas dedicadas o cercanas a sucesos de su vida y algunas otras que destacan por ser de gran complejidad técnica. Por otro lado, mantuvo sus ideales del ‘lado francés’, aplicando en su música la grandeza y la sensibilidad artística imperante en la corte de Luis XIV. No se tiene constancia de que el violagambista escribiese algún tratado, pero sí anotaciones en los prefacios con instrucciones vinculadas para el uso de adornos y la digitación.
Alcione, una historia de amor
Tal y como hemos ilustrado, Marais vivió y desarrolló su labor profesional en una época de esplendor y cambios en toda Francia. El Rey Sol era el centro del poder político, intelectual y artístico, por lo cual todo aquel que perteneciera a su entorno se vería favorecido. No obstante, la situación podría no ser tan sencilla si tenemos en cuenta que cualquier músico en esta corte debía ‘enfrentarse’ al monopolio que Lully había ido gestando durante tantos años.
Este es el caso del autor que nos ocupa, quien no solo tuvo que demostrar su valía ante este prolífico compositor, sino que, además, se formó bajo sus directrices. Muestra de ello es la gran calidad no solo de sus obras para viola, sino de sus composiciones para la escena. Marais únicamente compone cuatro óperas o, como se denominaban en la época, tragédie en musique, género introducido por Lully. De estas ‘tragedias’, Alcione es la tercera.
Estrenada el 18 de febrero de 1706 por la Académie Royale de Musique en el Théâtre du Palais-Royal en París, esta tragedia está basada en el mito griego de Ceix y Alcione, tal y como lo relata Ovidio en su Metamorfosis, y es adaptado para su libreto por Antoine Houdar de La Motte. Un prólogo y cinco actos componen esta apasionante historia de amor. De sus números, ‘La Tempestad’ es el más reconocido aunque, sin duda, estamos ante una obra maestra en su totalidad.
Ceix —rey de Trachis— y Alcione están destinados a casarse. Pelée, el mejor amigo del rey, ama en silencio a la joven. El mago Phorbas lanza un hechizo con el que interrumpe la boda del rey y la hija de Eolo, señor de los vientos. Ceix se acerca a la cueva donde se encuentra el mago y le ruega que detenga el maleficio; este le dice al rey que solo el oráculo de Apolo le dirá el veredicto y, para escucharlo, debe trasladarse a la isla de Claros. El joven confía en la palabra del mago y parte en busca del veredicto del dios, sin saber que esto solo acelera su desgracia. El plan de Phorbas es matar a Ceix. Pero el rey, en su ingenuidad, se embarca desde el puerto de Trachines en busca del oráculo. Por su parte, Pelée intenta conquistar a Alcione.
Alcione se dirige al templo de Juno para rezar por Ceix y su pronto regreso. La joven se queda dormida y un sueño (evocado por Sommeil) irrumpe su tranquilidad; ve un barco en peligro, una tormenta en el mar. Temerosa, regresa con Pelée, quien le confiesa su amor por ella. Alcione observa a lo lejos un cuerpo en la playa y, viendo a Ceix, decide quitarse la vida. Neptuno devuelve la vida a los amantes dejando al mar nuevamente en calma.
Tal como comentamos, Alcione es una de esas obras que, sin explicación, ha pasado desapercibida durante muchos años. Lo cierto es que, además de ser aplaudida durante su estreno, podemos decir que fue el mayor éxito del compositor en este ámbito, recibió grandes elogios, llegando a ser considerada como ‘una de las más bellas del repertorio lírico’. Después de su estreno, Alcione se representa en 1719 con algunas modificaciones. Tras la muerte del compositor, en 1728, se mantuvo en los escenarios de manera intermitente hasta 1771, fecha de su última presentación en la época.
Una de las características más relevantes de esta tragedia es su instrumentación. Desde la obertura hasta la chacona del final, la orquesta es trabajada por Marais con gran belleza melódica, refinamiento y precisión. Incorpora danzas y acompañamientos vocales que van trasladándose por el conjunto con acertados ornamentos, tesituras contrastantes, coros ‘de gran habilidad contrapuntística’, armonías evocadoras con osadas disonancias, interludios descriptivos, una gran riqueza rítmica que, en ciertos casos, se acerca a Lully y la inclusión de instrumentos de percusión como panderos y tambores que ‘refuerzan’ el curso del relato.
De Alcione posiblemente el Acto IV sea el más esperado, ya que en él se encuentra la escena más representativa de la tragedia: ‘La Tempestad’. Se cuenta que tal fue su fama que, hasta el mismo Luis XIV, débil por su vejez, solicitó una representación de esta escena en el Castillo de Marly. Para los especialistas, el prodigio del músico queda latente en el efecto creado entre el interludio del sueño y el pasaje que nos lleva a ese mar bravío, ‘la línea de bajo, reforzada con tambores poco tensos producían un ruido seco y lúgubre, que, junto a los violines y oboes con sus tonos agudos, eran capaces de representar la furia del mar y los silbidos del viento’. Además de esto, Marais innova al introducir el contrabajo en la ópera francesa, toda una curiosidad para el público y todo un acierto para él, ya que el instrumento sostenía los sonidos graves, ayudando en la descripción de ese hiperrealismo sonoro e inédito para la época.
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