
Por Fabiana Sans Arcílagos & Lucía Martín-Maestro Verbo
Si ha habido un caso sonado de discriminación en el mundo de la música clásica, este es sin duda el de Abbie Conant, una de las primeras mujeres que se atrevió a denunciar públicamente el sexismo que vivió por parte de la Orquesta Filarmónica de Múnich.
Nacida en Nuevo México (Estados Unidos) el 10 de noviembre de 1955, Abbie Conant ha sido y es uno de los mayores referentes en el tan masculinizado mundo del trombón. Como suele ocurrir en artistas de este calibre, Conant demostró un enorme interés por la música desde su más tierna infancia. Así, a la edad de 4 años comenzó a tocar el piano, aunque pronto mostró sus inclinaciones hacia el trombón.
Con 18 años recibió su primer diploma por la Interlochen Arts Academy, para pasar a estudiar después en la Temple University de Filadelfia, donde obtuvo su Bachelor cum laude bajo la tutela de Dee Stewart. Posteriormente, recibió una beca para cursar un máster en la famosísima Juilliard de Nueva York con Per Brevig. En la prestigiosa escuela neoyorkina se consagra como una virtuosa de su instrumento, a la vez que comienza a luchar contra los estereotipos de género y la discriminación a la que se vio sometida por ser mujer dedicada a un instrumento típicamente masculino.
La preparación de Debbie no se detuvo ahí: más tarde, completaría un Diploma en la Universidad de Colonia y continuaría su formación en el Boston University Tanglewood Institute. Después de esto, destacaría en varias audiciones, incluyendo la de la Orquesta Filarmónica de Colorado, el Instituto de Música de Cámara de Verano de Yale en Norfolk y el Festival de Música de New College. El Festival di Spoleto la llevó a Italia, donde estudió música contemporánea con Vinko Globokar en L’Accademia Chigiana de Siena, y, desde allí, consiguió su primer puesto como trombón principal de la Ópera Real de Turín.
En 1980 decidió postularse para hasta once puestos en diferentes orquestas de Europa, sin embargo, solo obtuvo respuesta por parte de la Orquesta Filarmónica de Múnich. ‘Estimado señor Abbie Conant’, decía el encabezado de la misiva que recibió por parte de la orquesta, un pequeño error que no haría más que anunciar el desastroso capítulo que se desarrollaría a continuación.
La audición tuvo lugar en el Deutsches Museum de Múnich, pues la sede de la orquesta estaba aún en construcción en ese momento. Había un total de 33 candidatos y cada uno de ellos debía pasar su examen detrás de un biombo, lo cual impedía al tribunal ver a los músicos que se estaban presentando (lo que viene a llamarse una audición ‘a ciegas’).
Conant era el número 16. Tocó el Concertino para trombón de Ferdinand David, sin embargo, falló una nota, por lo que se dijo a sí misma ‘ya está’. Entonces, se dirigió al backstage y comenzó a recoger sus cosas. Lo que no sabía es que el jurado estaba absolutamente maravillado, hasta el punto de que el célebre director de orquesta Sergiu Celibidache, que era en ese momento director invitado de la orquesta, exclamó ‘¡esta es la persona que queremos!’, suspendiendo las pruebas y dejando sin tocar al resto de trombonistas que iban detrás. Entonces, alguien fue a buscar a Conant para que se presentase en la sala de la audición, ya sin biombo… y fue entonces cuando comenzó la desastrosa historia.
Para Celibidache, un músico digamos ‘de la vieja escuela’, y tristemente ya conocido por otros episodios sexistas, no era posible que una mujer pudiera tocar el trombón. A continuación, se desarrollaron dos rondas más de audiciones, y Conant las pasó con brillantez, excepto por el hecho de que, ya que el jurado la había visto en carne y hueso, los prejuicios comenzaron a aflorar. Sin embargo, Conant obtuvo un puesto en la orquesta como primer trombón, con un año de prueba. Pasado este año, en mayo de 1981, fue devaluada a segundo trombón, sin más explicación del director que: ‘ya sabes el problema, necesitamos un hombre como trombón solista’.
Ante esta discriminación, Conant llevó el caso ante los tribunales, donde la orquesta argumentó que ‘no tiene la suficiente fuerza física para ser la líder de la sección de trombones’, por lo que se tuvo que someter a diferentes test médicos que demostraban que su capacidad estaba muy por encima de la media. El tribunal falló a favor de Conant, pero las excusas de la orquesta no cedieron, por lo que el juez ordenó una nueva audición frente a otro experto del instrumento, Heinz Fadle, donde tocó algunos de los pasajes más difíciles escritos nunca para trombón. Hubo que esperar hasta 1988 para que se realizase esta prueba que, como no podía ser de otra manera, fue un éxito arrollador. Así, tras ocho años, pudo incorporarse al puesto de primer trombón.
Sin embargo, la batalla legal no terminaría aquí, sino que se alargaría durante otros cinco años más, hasta 1993, ya que la orquesta se negaba a pagarle lo mismo que a sus colegas varones. Afortunadamente, Conant volvió a ganar, especialmente gracias un argumento que fue irrebatible: Celibidache, quien tanto se quejaba de sus ‘habilidades’, la había escuchado en condiciones de imparcialidad gracias al biombo, y fue su objetividad la que le llevó a tomarla en primer lugar, razonamiento que la orquesta no pudo desarmar. Y es que, hay que reconocer que, desde que las audiciones a ciegas comenzaron a generalizarse hace treinta años, el número de mujeres por orquesta se ha quintuplicado, aunque la Orquesta de Múnich nunca más volvería a emplear este sistema, tras el caso de Conant.
Otro episodio lamentable tuvo lugar en octubre de 1992 cuando en una gira por Asia, el asistente de escena le pidió que tocase la parte correspondiente al asistente de primer trombón. Conant preguntó si es que alguien estaba enfermo, a lo que recibió una respuesta negativa. Apoyada por el trompa solista, Eric Terwilliger, ella rechazó la idea. Ante esto, el administrador de la orquesta, Norbert Thomas, escribió una carta de despido que el presidente de la orquesta, Deinhardt Goritzki, se negó a firmar para evitar más problemas legales. Sin embargo, en los meses siguientes, con la intención de forzar su dimisión, recibió varias órdenes de tocar de segunda o asistente, así como amenazas por correo que aseguraban que se iban a tomar ‘medidas’ tras su negativa a tocar posiciones inferiores. No obstante, toda esta presión para hacerla renunciar la estaban haciendo sin saber, efectivamente, que ella ya tenía planes para irse. En septiembre de 1992 había recibido una suculenta oferta por parte del Conservatorio de Trossingen como profesora a tiempo completo, con un sueldo mayor que el de la orquesta y con el beneficio de poder compaginar su carrera docente con su carrera como solista.
A pesar de que Conant aceptó este puesto, no dejó de pelear por sus derechos en la orquesta hasta el final. En su primer año como docente, el 40 % de sus estudiantes eran alumnas trombonistas, varias de las cuales han obtenido puestos en orquestas de renombre como la Filarmónica de los Ángeles, la Sinfónica de Regensburg, la Orquesta de la Ópera de Stuttgart o la Orquesta del Festival de Bayreuth, entre otras.
La vida de Conant tras su paso por la orquesta ha sido de lo más enriquecedora: ha tocado todo tipo de repertorios y géneros, desde música antigua a contemporánea, música para películas y música escénica, en toda clase de agrupaciones, desde el dúo, agrupaciones variadas de cámara hasta solista con orquesta. Ha tenido la oportunidad de llevar su música a más de 200 ciudades en países de todo el mundo y ha ofrecido clases magistrales en instituciones como la propia Juilliard, Yale, la Universidad de Indiana, entre otras muchas. Es una poeta publicada y, además, junto a su marido, el compositor William Osborne, han creado, en sus propias palabras, ‘un nuevo género de teatro de música de cámara’, donde ella, además de musicalmente, contribuye con la creación de los libretos.
Sin duda, el legado de Abbie Conant sobrepasa su maestría en el trombón para convertirse en todo un símbolo de la lucha de los derechos de las mujeres del ámbito musical. Puede parecer que este caso, ocurrido treinta años atrás, fuera imposible a día de hoy, pero lamentablemente gravísimas situaciones de discriminación sexista sucediéndose día tras día en nuestro gremio, por eso no debemos dejarlas caer en el olvido. Gracias, Abbie, por tu valentía y determinación, inspiradora para todas las mujeres en el mundo de la música.
Deja una respuesta