A pesar del momento que estamos viviendo, Carmen Solís no pierde la sonrisa y se nota que su profesión la hace disfrutar enormemente cada vez que se enfrenta a un proyecto. Combina su faceta escénica (con títulos como Pagliacci de Leoncavallo) con repertorio sinfónico (Egmont de Beethoven, la Cuarta de Mahler) porque dice necesitar ambos mundos. En el mes de febrero vio la luz su disco La seduzione, un monográfico de canciones para voz y piano de Verdi que ha encontrado en Rubén Fernández Aguirre y el sello Ibs Classical a sus grandes aliados. Estoy deseando que reprogramen las representaciones de ‘¿Y si nos enamoramos de Scarpia?’ de Boadella en el Teatro Marquina para poder disfrutar de su faceta más cómica.
Por Susana Castro
¿Qué tal está llevando estos momentos de confinamiento? ¿Está participando de forma activa en alguna de las propuestas culturales que se están lanzando en formato online?
Estamos pasando una etapa de muchísima incertidumbre y mucho estrés por no saber qué va a pasar ni cómo va a ser el futuro. Estoy teniendo alguna propuesta para hacer conciertos en streaming para teatros, pero de momento no puedo confirmar nada porque no estoy segura de si se van a llevar a cabo, aunque confío en que sí, porque es una forma de avanzar con nuestro oficio. Por otro lado, participo en un grupo de ‘Artistas en casa’ en el que hacemos vídeos de nuestro día a día, de cómo es nuestro encierro en casa, los ensayos y demás; es algo testimonial.
¿Y cómo es esa rutina ahora mismo? ¿Está aprovechando para estudiar cosas que tenía pendientes u olvidadas?
Siempre hay algo que estudiar, ya sabes cómo es nuestro oficio, hay que estar continuamente estudiando y avanzando con los roles y con los trabajos que vienen en el futuro. Así que sí, estoy estudiando y desempolvando cosas que tenía un poco olvidadas y que hacía mucho que no cantaba. Este grupo de ‘Artistas en casa’ también me da pie a usar mi imaginación, porque ellos proponen un tema, por ejemplo temática relacionada con Lorca o Shakespeare, y tú tienes que mostrar algo siguiendo ese hilo, a veces a capela, a veces con un karaoke de internet (risas) y otras veces te enfrentas al piano y haces lo que puedes.
Eso hace que se mantenga activa…
Sí, ayuda mucho la creatividad, te mantiene la mente ocupada, algo muy importante en este momento.
Su agenda ha sufrido muchos aplazamientos debido a esta situación, en abril participaba en la producción del Teatro Marquina ‘¿Y si nos enamoramos de Scarpia?’, reyerta lírica de Albert Boadella y Martina Cabanas, que se estrenó el pasado noviembre en los Teatros del Canal. ¿Qué nos puede contar sobre esta peculiar producción? ¿Tiene nuevas fechas de programación?
Sobre fechas todavía no sabemos nada. Es una producción estupenda, he disfrutado muchísimo en los ensayos trabajando con Albert Boadella, es un maestro increíble. Ha sido todo un reto para mí poder enfrentarme al público haciendo de cómica. Mi papel es bastante cómico, aunque no sé si la intención de Albert era hacer reír tantísimo. Hay funciones en las que la gente no para de reír, es muy divertido. Es un espectáculo muy completo, en el que los cantantes tenemos que cantar, actuar, tocar el piano, bailar, de todo. Esperemos que se pueda retomar.
Seguro que sí, aunque no se sepa cuándo. La obra es un retrato irónico y cínico sobre el papel de la mujer en la historia de la ópera y en la actualidad, ¿cómo valora usted el momento actual para la mujer en la escena lírica?
Creo que es un momento de mucha exaltación y de reivindicación que nos está haciendo plantearnos muchas cosas y reubicarnos de alguna forma. Como decimos en ‘Scarpia’, lo que importa es la música, muchos de los conflictos que existen ahora y esta lucha de género están bien, pero queda en segundo plano si piensas en la música, en la obra en general. Nuestro papel sigue siendo importantísimo, aunque siempre se nos mate y se nos ponga de locas y suicidas…
Hacer de loca o de suicida da para mucho a nivel escénico.
Claro que sí, son historias que deberían ser eternas. Por el hecho de que Otelo trate sobre un crimen de género no va a dejar de ser una obra cumbre, tanto de la literatura como el Otelo de Verdi. Hay cosas que están muy por encima. Aunque está claro que está muy bien plantearse cosas y reflexionar, pero quedarnos ahí, no podemos censurar.
En mayo iba a poder disfrutar en su tierra de dos citas muy especiales, la primera el día 8 en la Sala Trajano de Mérida con ‘El tiempo que estamos juntos’. ¿Qué se esconde tras esta producción con piano y recitador?
Este proyecto se estrenó en el verano de 2019 en Mérida, en las actividades paralelas al Festival de Teatro Clásico. Tuvimos la suerte de poder hacerlo en el foro romano, un enclave precioso, muy íntimo. Además, el concierto se realizó en el marco de un curso que llevo realizando muchos años con ‘laoctava’, una escuela privada de música que funciona muy bien y que cada año organiza un curso de canto con mucha relevancia, van alumnos de toda España. El curso lo hago conjuntamente con David García, principalmente conocido por ser actor de doblaje, pero también es coach de cantantes, director, actor y un enamorado y entendido de la ópera y del teatro. El curso es muy completo. Decidimos hacer este concierto junto a la pianista del curso, María Luisa Rojas, que es profesora del Conservatorio de Mérida y muy amiga mía desde que estudiaba en Badajoz. Es un concierto en el que se van relacionando arias con la escena y con un texto que tiene que ver con lo que luego se va a escuchar. Utilizamos textos de Lorca, por ejemplo, muy acordes con la trama, no se trata de recitar únicamente el texto que voy a cantar. Funcionó muy bien el verano pasado y nos propusieron repetirlo, pero se ha quedado ahí de momento.
Uno de sus compromisos más esperados iba a tener lugar el día 22 de mayo, en el Festival Ibérico de Badajoz, donde, junto a la Orquesta de Extremadura, bajo la dirección de Álvaro Albiach, iban a poner en pie la Cuarta Sinfonía de Mahler. ¿Es la primera vez que se enfrenta a este papel?
Cuando me lo propusieron me hacía mucha ilusión porque hace siete años recibí una llamada desde Granada para interpretar en el Auditorio Manuel de Falla, con un grupo de cámara, precisamente esta obra. Me avisaron con un día de antelación. Yo había oído la obra, porque Mahler es de esos compositores que fascinan (recuerdo que cuando empecé a estudiar canto, una Semana Santa, me encerré a oírme todas sus sinfonías, me volví loca, me enamoré), pero no conocía la partitura. Me la leí esa tarde y, al día siguiente, yendo en el autobús para Granada, seguí estudiando. Canté con un ensayo, casi a primera vista. Tenía esta espinita clavada, así que imagínate si era importante para mí cantar esta obra. Es un aria preciosa, muy bonita, tanto la música como el texto; es de un misticismo maravilloso.
He leído que algo similar le sucedió en febrero; tuvo que viajar a Italia en el último momento para una sustitución.
Sí, estaba en casa haciendo pasta boloñesa (¡precisamente!) y de repente recibí un mensaje del Teatro Comunale de Bologna. Estaban en gira con Pagliacci en el Teatro Reggio Emilia y la cantante, Carmela Remigio, no se encontraba bien. Querían que fuese a cubrirla, pero la representación era al día siguiente. Así que esa misma noche me cogí un vuelo a Bolonia. Llegué allí a las doce de la noche y, al entrar en la terminal del aeropuerto, se me acercaron dos personas totalmente protegidas, con mascarillas, y me tomaron la temperatura. Claro, todavía aquí lo veíamos muy lejano y me quedé muy sorprendida.
Al día siguiente la función era a las tres de la tarde y sin ver el teatro salí a cantar. La producción la había hecho hacía unos meses, así que recordé los movimientos con los compañeros en los camerinos. Cuando estaba saliendo del camerino hacia el escenario, ¡me iba en dirección contraria!
Lo que es la experiencia. Si esto se lo piden hace quince años…
¡Me muero de miedo! Además, se emitía en streaming en directo para todo el mundo. Pero bueno, no es la primera vez que me llaman así, ya me ha pasado tener que sustituir a alguien a última hora, de un día para otro. Con el Réquiem de Verdi al menos me ha pasado cuatro o cinco veces.
Con la OEX también se verá en la próxima temporada, con Egmont, de Beethoven. Debido a la crisis sanitaria parece que el año Beethoven va a quedar un poco diluido, habrá oportunidad todavía en la segunda parte del año para redimirnos, ¿qué destacaría de esta obra, en lo que a la parte vocal se refiere?
Necesita una voz con una línea cristalina, que todo pueda entenderse perfecto. Es una pincelada dentro de esta obra magnífica, en la que el recitador es muy importante. La voz queda como una pincelada, es un papel muy arriesgado. Cuando tienes un papelón larguísimo, como en el caso del Réquiem de Verdi, es menos arriesgado. Tienes que estar muy concentrada, toda tu atención tiene que estar en ese momento. Estás ahí sentada tanto rato, ¡casi es más importante el traje! (risas). Pasa lo mismo con la Novena: estás un rato enorme sentada, esperando y, de repente, al final, cantas un momento, y ya.
Les pasa lo mismo a los platillos… pero tienen que ser impolutos.
Sí, eso es, impoluto. En la Novena es peor, porque tienes que estar esperando toda la obra y, en el caso de Egmont, te lo ‘quitas’ al principio de la obra. Lo que más me gusta de la Novena es mirar al público, porque llega un momento en el que están un poco dormidos y, cuando entra la ‘Oda a la alegría’, con los violonchelos, todo el mundo se despierta de repente y empiezan a mirar a todos lados. A partir de ahí, la reacción del público es genial. Me gustaría grabarla alguna vez desde mi posición de solista, sería maravilloso.
Aunque a día de hoy no lo podemos confirmar, parece que la actividad de los festivales de verano podría retomarse, respetando las limitaciones de aforo. ¿Qué conciertos tiene previstos para esas fechas?
Tenía un concierto previsto con Manuel Lanza y Miguel Huertas, a través de la Fundación March, dentro de los Veranos de la Villa, en julio, pero no sé si seguirá adelante. Por otra parte, el que parece que sí que sigue adelante es el que haré en Zaragoza, al aire libre, con Rubén Fernández Aguirre y también con David García, el recitador. También tenía previsto un concierto en la Quincena Musical de San Sebastián con un rol en La valquiria, pero todavía no sé si se podrá hacer al ser en el Kursaal.
Trabaja muy estrechamente con el pianista Rubén Fernández Aguirre. ¿Qué es lo que más le gusta de trabajar con él? Es uno de los pianistas más cotizados de la escena española actual.
¡Por algo será! Como se suele decir: algo tiene el agua cuando la bendicen. Trabajar con Rubén es espectacular, se aprende muchísimo. A veces los cantantes estamos demasiado metidos en nosotros mismos, en nuestra voz, y no nos damos cuenta de la música. Él hace que tú lo oigas todo, su forma de tocar es muy orquestal. Sabe mucho de canto, conoce mucho las voces, por experiencia, porque ha trabajado con los más grandes, y eso siempre es una garantía. Tener un pianista con esta experiencia es una suerte. Además, a él me une una amistad de hace años y muchos conciertos juntos.
Junto a él ha visto la luz su primer disco con el sello Ibs Classical, ‘La seduzione’, dedicado íntegramente a Verdi, ¿qué pueden encontrar en este álbum nuestros melómanos?
El disco es un monográfico de canciones de cámara de Verdi, escritas originalmente para voz y piano, no son arias de ópera. De todas las que tiene en catálogo hemos elegido quince, aquellas con las que estábamos más cómodos y las que responden más a nuestro gusto personal. No es habitual que se grabe este tipo de música. Sí existen grabaciones, pero un monográfico por una voz española, no había; lo estuvimos mirando y no existe. Hace muchos años, cuando empezamos a trabajar juntos, Rubén me decía: ‘tenemos que hacer las canciones de Verdi’. La verdad, yo las conocía por encima, nunca me había puesto a estudiarlas, pero cuando me puse a ello me di cuenta de que me iban perfectas. Acertó totalmente.
Hicimos muchos conciertos antes. Yo creo que para hacer un disco de estas características, con este riesgo vocal, pianístico y camerístico, tiene que ser algo que hayas llevado muchas veces al escenario porque si no, llegas a la sala de grabación y empiezan a salir errores. Tienes que saber exactamente cómo funciona esto encima de las tablas para que luego, cuando te pongan el micrófono delante (que es lo peor de todo, qué nervios), puedas responder.
Tuvimos la suerte de poder presentar el disco en el Teatro de la Maestranza de Sevilla en febrero, con Carlos Álvarez como padrino del evento.
¿Y el título cómo surgió?
En un principio el título iba a ser ‘Verdi songs’, porque no se me había pasado por la cabeza ponerle ningún otro título. Pero Paco Moya, de Ibs Classical, empezó a decirme que era muy importante ponerlo y, claro, había que hacerle caso (risas). Yo quería que el título fuese el de alguna de las canciones, pero los había muy dramáticos y muy jocosos y no definían al disco. Al final, dándole vueltas surgió ‘La seduzione‘, y realmente le viene fenomenal. Es un repertorio que no es muy conocido, todo el mundo conoce a Verdi, pero no esta parte de su producción y, de alguna manera, queremos ‘seducirles’ con esta propuesta. Por otra parte, estas canciones fueron escritas en una etapa de su vida en la que él quería a darse a conocer y quería ‘seducir’ a los que tenían la capacidad de encargarle una ópera a partir de una de esas canciones. Así que al final quedó redondo. Y con las fotos de Michal Novak, perfecto.
¿Podríamos decir que Verdi es su compositor predilecto, o uno de ellos?
Uno de ellos (risas). Vocalmente me va muy bien, pero también Puccini. Verdi y Puccini son los compositores con los que mejor me siento. Al fin y al cabo la voz tiene sus limitaciones, es un músculo, y una tiene que ajustarse un poco a ello.
Desde luego lo que sí podemos decir es que tanto Verdi como Puccini triunfan con el público. Llevar un programa que incluya sus obras siempre es garantía de éxito, ¿verdad?
A la gente le gusta mucho; el verismo en general, disfrutan muchísimo. Además, es una música que está muy popularizada. No toda su música, porque de hecho ahora se están descubriendo más obras, pero hay cosas que son universalmente conocidas y eso siempre es garantía de éxito.
Es un disco muy diferente del primero que lanzó, con el sello Brilliant Classics, dedicado íntegramente a temas populares y canciones de cuna en nuestra lengua y acompañada del magnífico pianista Eduardo Moreno. ¿Se siente también cómoda con este repertorio?
Sí, me siento muy cómoda. La música española es otro de mis pilares. Mi profesora, Coronada Herrera, me metió en vena la música italiana y la música española. Ella había estudiado con Concepción Badía y había conocido en persona a Montsalvatge y a Mompou, así que todos estos compositores (Granados, Moreno Torroba, Obradors, Falla, por supuesto, o Turina) son los que están dentro de mi formación y son muy ‘de sangre’, parece que sabes cómo hay que hacerlo. Por mucho que sepas música y también sepas ruso, te pones a hacer un Rajmáninov o un Chaikovski (que también los he cantado) y no te resulta tan natural, tan tuyo. Tengo una suerte tremenda: mis dos discos en solitario son de las dos cosas que mejor puedo ofrecer.
Creo que eso es lo interesante de sus discos. Ofrece lo mejor de sí y, además, después de haberlo llevado en programa mucho tiempo. Sus versiones tienen algo que contar al mundo, no graba usted las obras por grabarlas, cosa que sí se hace mucho hoy en día.
Claro, todo depende del repertorio y la dificultad que tenga. En el caso de Verdi es complicado hacerlo de otra forma porque estas canciones, por mucho que sea música de cámara, a nivel vocal son arias operísticas, necesitas ponerlas en musculatura, enfrentarte al público con ellas, ver cómo te afecta la emoción, la historia que estás contando y cómo la recibe el público. Esto es muy importante a la hora de grabar.
A la vista de su agenda, conjuga perfectamente el repertorio de concierto con títulos escénicos, ¿su idea para el futuro es poder seguir manteniendo esta dualidad? ¿Le gusta combinar ambos mundos?
Sí, me encanta. Se debería, por fuerza, tener que combinarlos, hay mucho repertorio sinfónico que requiere voces operísticas y viceversa. Lo que no te da uno, te lo da otro. Me parece importantísimo poder combinarlos.
¿Tiene previsto debutar algún rol próximamente?
Sí, en noviembre tengo previsto intervenir en Alzira, de Verdi, en ABAO. Es un papel secundario, estoy pendiente de ver si se puede hacer.
La vida del músico está prácticamente consagrada a su música pero, ¿hay algo más que ocupe su tiempo?
Si te digo que tengo un hijo de 8 años entenderás cuál es mi ocupación (risas). Además, ahora toca hacer de maestros, de animadores socioculturales, de cocineros y de todo. Tengo la custodia compartida con su padre y, como él también es cantante, nos organizamos en función de nuestras agendas, así que cuando tengo tiempo para mí es cuando estoy viajando por trabajo, no me da para más. Sí me gusta mucho pasear por el monte y siempre que puedo voy a Madrid a ver lo que sea. El Teatro de la Zarzuela es mi teatro preferido.
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